Con un juego de luces y de sonidos, la pasarela de Jonathan Pérez Ortiz abrió la tercera jornada de la Guatemala Fashion Week. La puesta en escena estuvo dividida en cuatro momentos, con cuatro modelos que contaban una misma historia. El hilo conductor se sentía en cada paso, mientras los tejidos, los patrones y los colores cautivaron a la audiencia. Una composición que no dejó detalles sueltos. La coreografía, los accesorios, el orden… construyeron una presentación –la única de Ecuador– que confirmó el talento invaluable de los artesanos.
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Él y su marca ORRTHIZ salieron por primera vez del país con la tarea de representar a la moda nacional. “Creo que logré mi propósito, dejar el nombre de Ecuador en lo alto”, dijo Jonathan al terminar esta jornada. Tenía nervios, no lo podía negar, pero su cara era de satisfacción, de haber cumplido con su tarea. Vestido con uno de sus tejidos, donde los colores eran los protagonistas, caminó hasta la mitad de la pasarela e hizo un gesto de agradecimiento, mientras recibía los aplausos de un público cautivado.
“Me preguntaron si era peruano”, dice entre risas.
Su colección, llamada Adiós, representa el crecimiento espiritual, ese reencuentro con uno mismo cuando los momentos duros llegan a la vida. “Todos hemos sufrido y llorado por amor. Sentimos la muerte cuando encontramos uno no correspondido”. Jonathan materializó esos sentimientos con 16 looks, divididos en etapas. La primera habla del luto, del momento de la pérdida y del sufrimiento. Luego viene la superación, cuando uno se siente más empoderado y comienza un proceso de descubrimiento, que termina con el amor propio, que fueron plasmados con flores y colores.





Su etapa favorita es cuando aparece el amor por uno mismo. “Cerré la pasarela con un vestido grande, como de novia, porque representa ese encuentro personal, que es acompañado con un florecimiento espiritual. Es un matrimonio con tu ser”. En esta entrevista, confiesa que ha transitado este camino con su madre, quien también ha sufrido, pero sobre todo es su mano derecha en la confección de esta colección. Trabajó con colores crudos, estampados e incluso utilizó Inteligencia Artificial para ciertos acabados. Existió una mezcla con prendas de tela y la técnica principal es el crochet.
Son piezas sin género, pensadas para que las usen tanto hombres como mujeres. “Demostré de lo que estamos hechos los ecuatorianos y ya se acercaron unas personas de México porque quieren llevarse la colección”, explica Jonathan, al mismo tiempo que asegura que vienen cambios para la marca, desde la venta por e-commerce hasta la expansión del equipo para satisfacer la demanda. Su deseo es seguir uniendo hilos para pisar fuerte en el extranjero.
El talento emergente no se queda atrás
En esta misma jornada aparecieron diseñadores que propusieron una mezcla entre lo ancestral, lo conceptual y lo vanguardista. El “futuro del diseño guatemalteco” estuvo representado por cuatro estudiantes. La primera fue Amada Recinos, quien presentó El Jaguar, una colección con estructuras fluidas y colores intensos, inspirada en el legado del arquitecto Efraín Recinos y en la monumentalidad del Teatro Nacional.




Martaa Brito, desde Nebaj, Quiché, conmovió con Amanecer del maíz negro, una colección que honró la cosmovisión ixil y la relación espiritual con la Madre Tierra. Por su parte, María José Castillo, llevó al público a un universo donde la naturaleza se convirtió en metáfora de crecimiento y memoria. Raíz de vida exploró el ciclo de la siembra —preparar, brotar, florecer— a través de tintes naturales, patchwork y siluetas asimétricas. Ana Sofía Rizzo cerró el bloque Academy con Garden of Serenity, una colección inspirada en los jardines orientales, combinó estructura arquitectónica con feminidad, contrastando tonos rojos, azules y cremas. Entre las cuatro participantes, Brito fue la ganadora de una beca que ofrece el Istituto Marangoni.
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El día concluyó con Victoria Rivera, quien celebró su octavo año consecutivo en esta plataforma, con la colección Cacao. Un tributo al “oro de Guatemala”. Los tonos café, caoba, terracota y verde musgo dialogaron con texturas naturales en una propuesta bohemia, elegante y profundamente artesanal. (I)

