ÓPERA ORFEO CORTESÍA TEATRO NACIONAL SUCRE

¿Cuántas veces has asistido a una ópera? En estas obras se narran historias mediante el canto lírico, acompañado por una orquesta y a menudo están inspiradas en mitos o clásicos literarios y buscan conmover al espectador. 

Entre estos se encuentra el mito griego de Orfeo y Eurídice —la historia del hombre que, ante la muerte de su esposa, debe viajar al inframundo para suplicar por su regreso—, que ya es parte del género desde sus inicios. Porque fue la base de la obra Eurídice, compuesta por Jacopo Peri en 1600, considerada la primera ópera de la que se conserva la partitura completa.

Contenido relacionado: Patica Jankins: cuando el color redefine el arte

Este noviembre, otra de estas obras basadas en esta leyenda revivirá en Quito mediante el clásico de 1858 Orfeo en los Infiernos, compuesta por Jacques Offenbach y con textos de Hector Crémieux y Ludovic Halévy. En formato de opereta —una derivación de la ópera con argumentos satíricos o cómicos— la obra propone un reflejo crítico de la sociedad. En esta versión, la pareja central está lejos del romance apasionado: ambos desean liberarse del otro. Eurídice es secuestrada por Plutón, dios del inframundo, y su esposo intenta rescatarla únicamente por la presión de la opinión pública.

ÓPERA ORFEO CORTESÍA TEATRO NACIONAL SUCRE
Cortesía Teatro Nacional Sucre

Para Javier Andrade Córdova, director de escena, esta puesta se sostiene en la sátira, en la burla y en una crítica social que resuena con actualidad. Se cuestiona el matrimonio como institución que, por las apariencias, puede transformarse en una prisión de la que muchos no se atreven a escapar. La crítica al poder y a la imagen se vuelve especialmente pertinente en un tiempo donde lo público domina buena parte de la vida contemporánea.

En esta adaptación, la quiteña Erika Guamán interpreta a Eurídice. Tiene 34 años, es soprano y forma parte del Coro Mixto de Quito. Junto a más de cien artistas, ella se ha preparado durante tres meses para esta producción. 

Con ensayos de cuatro a cinco horas —que, una semana antes de la función, se extenderán a ocho— han adaptado a un contexto ecuatoriano esta pieza originalmente escrita en francés.

“Todavía existen tabúes en la sociedad ecuatoriana. Ahora que los jóvenes no quieren casarse, seguimos presionados por formar una familia y tener cierta estabilidad. Mucha gente vive de las apariencias y de la presión de sus padres, algo que vemos en la obra”, indica Guamán.

Ambos explican que, a pesar de durar cerca de dos horas, la puesta en escena se siente ligera y divertida, sin perder su carga crítica. Para Andrade, la obra llega a parecerse a una tira cómica, y esa estética atraviesa todo el montaje: los gestos están exagerados de forma intencional, el maquillaje acentúa cada expresión y el vestuario —extravagante, contemporáneo y con líneas que recuerdan a ilustraciones— reemplaza la solemnidad del imaginario griego por algo lúdico y satírico. Son rostros y disfraces que, más allá del efecto visual, construyen un lenguaje propio, reafirmando que esta versión de Orfeo no busca reproducir el mito, sino interpretarlo desde una mirada moderna y crítica.

La opereta es un reflejo 

Para el director, la obra funciona como un espejo. El Olimpo ya no es un espacio distante ni divino, sino una representación del poder, de las apariencias y de la necesidad —tan humana— de sostener una imagen frente a los demás. En una época hipermediatizada, donde la exposición constante parece inevitable, la obra se siente más vigente que nunca.

Cortesía Teatro Nacional Sucre
Cortesía Teatro Nacional Sucre

“La ópera no es más que un medio. Es una forma de contar historias, profundamente compleja y exigente, que reúne a artistas con múltiples talentos. Pero, en el fondo, es solo una manera de expresar lo que nos mueve”, dice Andrade Córdova.

También te puede interesar: Estos son los nominados a los Grammys 2026

No es solo la historia lo que se representa sobre el escenario, sino también el legado del espacio que la acoge, porque el Teatro Nacional Sucre nació con vocación operística. “Es un esfuerzo de la Fundación por honrar ese legado que parte incluso de la arquitectura del teatro. El Teatro Sucre se construyó bajo una idea de ópera; por eso tiene un foso al estilo italiano, y esa condición debe respetarse y mantenerse”, afirma Andrade. Esto se suma al talento 100% ecuatoriano involucrado: artistas, orquesta en vivo —que añade una fuerza imposible de replicar artificialmente— y un amplio equipo técnico que hace posible cada elemento de la puesta.

“Es una ópera para venir a divertirse. Es posible aplaudir y reír durante la función. Confronta la realidad con una mirada crítica, satírica y muy graciosa. Y ahí juega un papel fundamental la traducción al español de Jorge Casís. Es una invitación a una fiesta, a la música y al arte”,  añade Andrade.

Y eso es, al final, una fiesta. Una celebración donde humor, crítica y espectáculo se mezclan. Orfeo en los infiernos convoca a quienes no conocen la ópera a dar el primer paso y acercarse a ella. También anima a Quito a mirar con otros ojos lo que este género puede significar hoy en día. (I)