El cuencano Nicolás Bell la tuvo mucho más sencilla que otros influencers que se han visto involucrados en polémicas, esas generadas por sus propias acciones. Y si la tuvo más sencilla es porque quizás no fue tan grande y no le llegó a pasar lo que ha sucedido con otros, más allá de críticas a través de videos y comentarios, unas disculpas, un tiempo corto de silencio y, de nuevo, volver a publicar.
El pasado 4 de septiembre, al final de un partido por la semifinal de la Liga Básquet Pro, entre Cuenca Basket Club e Importadora Alvarado, disputado en el estadio Jefferson Pérez de Cuenca, Bell le dio una patada en la cabeza al técnico del equipo visitante. Y sí, hay video. Sale de entre los graderíos y mientras los jugadores discuten abajo —fue un partido en el que los ánimos se exaltaron a todo nivel—, él se agarra de las barandas, se estira y le pega en la cabeza a una de las personas que estaba ahí. El influencer parece fuera de sí, al tiempo que lo agarran y lo llevan de vuelta entre los asistentes.
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Dos días después, la Comisión de Disciplina de la Liga anunció varias sanciones, entre ellas una multa de US$ 500 para el Cuenca Basket Club, a quien exhortó a que tome medidas para garantizar la seguridad de los deportistas, durante los encuentros. Y Bell tuvo lo suyo: impedimento de ingreso a los partidos del resto de la temporada 2025 por “conducta antideportiva y agresión a un miembro del cuerpo técnico rival”.
Los comentarios en su contra y las críticas aparecieron. Algunos solo reclamaron su acto, otros pidieron que enfrente una demanda; hubo también comentarios que le pedían seguir adelante, que errar era de humanos. El 15 de septiembre, en sus cuentas de Instagram y TikTok, Bell publicó un texto de disculpas y si bien ha hablado de lo que sucedió en otros contenidos, no ha dejado de subir material con la misma dinámica de humor, de viajes y con la participación de sus padres y, sobre todo, de su abuela. 
      
            
En el último mes, la cuenta de Instagram de Nico Bell tuvo un aumento de 4.000 seguidores —de 115.000 pasó a 119.000—, mientras que, según datos de Hyperauditor, la de TikTok disminuyó con lentitud los últimos 20 días, ya que de 340.600 seguidores llegó a 340.200. Existió un golpe, pero no es remotamente cercano a lo que han padecido varios influencers que han visto su fama y presencia reducirse porque se hizo público algo que hicieron o porque la gente los rechaza por alguna acción o comentario.
Y eso tiene su traducción en un terreno económico, porque primero el público le da la espalda a ese influencer y luego son las marcas las que se alejan. Para Diego Palacios, analista de marketing, la relación entre el influencer, su público y las marcas se basa en la confianza y a veces esta se rompe. “Cuando empiezan a engañar o a no hacer lo que predican, cuando actúan distinto a lo que dicen o han venido haciendo, la gente se da cuenta y ahí las marcas empiezan a ser cautelosas, porque eso les impacta”.
Las caídas más desagradables
James Charles fue uno de los más grandes influencers de belleza y maquillaje en YouTube. En 2016, llegó a ser el primer “coverboy” de la línea de make up Covergirl. Tres años después, una colaboradora cercana lo acusó de aceptar auspicio de marcas contrarias al trabajo que venía haciendo y eso generó una caída de tres millones de usuarios en YouTube.
Lo peor llegó en 2021, cuando fue acusado por más de 13 adultos y dos adolescentes de conducta sexual inapropiada, lo que incluyó sexting con los menores de edad. Charles tenía 25 millones de seguidores en YouTube y su caída fue estrepitosa. Reconoció las acusaciones, dijo que pensó que había estado hablando con adultos e inmediatamente lo reemplazaron en varios proyectos y perdió contratos con varias marcas. James Charles sigue con su espacio en redes, pero su impacto no es igual.
La creadora de contenido OnlyJayus —su nombre real es Isabella Ávila— es tan odiada que haga lo que haga, hay gente que le comenta su repulsión por su contenido. ¿La razón? Porque, a pesar de tener un crecimiento impresionante desde 2018, con su cuenta en TikTok y un año después con su espacio en YouTube, publicando contenido con información novedosa, graciosa y trucos para la vida cotidiana —que la llevó a tener contratos con Netflix y Tinder—, su pasado volvió. En 2021 aparecieron mensajes con insultos racistas que ella envió a los 17 años y su video de disculpas no fue bien recibido por la comunidad. Poco tiempo después varios usuarios demostraron que OnlyJayus plagiaba el contenido que publicaba y eso terminó por hundirla.
Entre los casos más sonados están el de Logan Paul, que casi lo pierde todo luego de mostrar el 31 de diciembre de 2017 el cuerpo de una persona que aparentemente se habría suicidado en el bosque Aokigahara, en Japón, por lo que fue sancionado por YouTube y Google. Le cancelaron contratos de promoción millonarios y tuvo que cambiar de línea de negocio: ahora se dedica a la lucha libre.
También, está el de la australiana Bell Gibson, que en 2017 fue sentencia a pagar US$ 300.000 por fraude, al construir una plataforma en redes diciendo que sufría de cáncer cuando no lo tenía; o el de Ruby Franke, que luego de hacer contenido de crianza para padres, terminó en prisión en 2024 por maltrato infantil a sus hijos y hoy paga una condena de hasta 30 años.
“Mucha gente quería llegar a ser esa persona famosa en la industria de la música, del cine y de la televisión, pero solo un pequeño grupo podía conseguirlo —reflexiona Diego Palacios— ahora internet y las redes sociales le abrieron las puertas a quienes querían eso”. Algo que tampoco es fácil.
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¿Cómo sobrevivir?
Si el influencer, como explica Palacios, es la celebridad de hoy en día, tiene mucho que cuidar. “¿Cuál es la hormona de la confianza?”, se pregunta Palacios. “Es la oxitocina y se genera con un abrazo, con una palmada, con una interacción constante, algo que esta vaina —el smartphone— no te da. Entonces, el influencer debe trabajar muchísimo más para ganar esa confianza y cuando la gente, como en cualquier relación, se siente engañada, hasta ahí llega, no hay forma de recuperarse”.
Luego dobla la apuesta: “Que yo sepa, no hay casos de influencers que hayan sido cancelados y que se hayan recuperado. He buscado y no he encontrado”.
Maite Montalvo, periodista deportiva y creadora de contenido enfocada en deportes —tiene 27.000 seguidores en Instagram y 71.000 en TikTok—, supo hace poco cómo un comentario dicho al andar pudo despertar la ira en redes.
Durante el partido entre Mushuc Runa y Manta, en el Estadio Mushuc Runa Cooperativa de Ahorro y Crédito, ubicado en la comunidad Echaleche, en la provincia de Tungurahua, el 26 de octubre pasado, ella grabó un video, maravillada por ver, en un terreno cercano, vacas pastando: “Hice el video para TikTok y dije ‘solo en Ecuador’, que era una forma de decir que está el fútbol y, si miras a lo lejos, con el zoom del teléfono, aparecen las vacas. Entonces dije ‘qué hermoso, este estadio está en medio de la nada’”.
Horas después, cuando revisó las notificaciones, se dio cuenta de lo que había generado. La acusaron de citadina y con enojo le dijeron que el estadio estaba entre las comunidades indígenas más importantes de Tungurahua. Ella decidió bajar el video, reeditarlo y quitar la parte final, la de estar “en medio de la nada” y la reacción fue completamente distinta, hasta la felicitaron por mostrar ese otro lado hermoso y curioso del fútbol: “yo no soy una persona que reciba mucho hate porque sí, me cuido mucho”.
Más allá de esta experiencia que no pasó a mayores, para Maite se pierde mucho cuando el público ya no confía en lo que haces, pero hay un camino: “Puedes continuar porque no eres solo una imagen, eres un humano y te puedes equivocar”. Hasta es posible ver en la crítica una forma de llamar la atención a un nuevo público.
Andrés Garzón también desarrolla contenidos con el foco en el deporte, con un toque de humor —en Instagram lo siguen 5.814 personas y en TikTok, 99.400—. Para él, hacerlo bien es una forma de evitar cualquier problema: “tengo una responsabilidad con mis seguidores. Ellos esperan mis videos para informarse y yo quiero que me reconozcan por el humor, por la producción y por la información, por eso trabajo mucho en el guion. En las redes sociales es muy fácil apuntar y disparar, pero preparar mis videos es mi escudo para que no me funen”, sintetiza Garzón.