Fue una joya la que precipitó el colapso final de la reputación de María Antonieta, específicamente un collar con 647 diamantes y un peso de 2.800 quilates. En 1784, se convirtió en el centro de un complicado escándalo que involucraba a un joyero enfadado por falta de pago y a una firma falsificada de la reina, lo que convenció al pueblo francés de que había gastado frívolamente cerca de dos millones de francos en una pieza de joyería, mientras ellos no podían permitirse comprar pan.
En realidad, ella había rechazado las joyas, declarando que no eran de su gusto. “No importaba que no lo hubiera hecho”, explica Sarah Grant, curadora principal de Marie Antoinette Style, la exposición emblemática del V&A. “Lo importante es que la gente creyó que sí".
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La fama de derroche despreocupado que convirtió a María Antonieta en el blanco del odio durante la Revolución Francesa queda perfectamente ilustrada por este curioso episodio. Su legado ha perdurado tanto que, en 2012, Karl Lagerfeld creó su propia versión para Chanel, titulada Le Collier de la Reine. Una reproducción del collar original (hoy desaparecido) se exhibe en la muestra, junto con dos piezas del siglo XVIII que, según se rumorea, contienen piedras del original. Entre ellas destaca el collar Sutherland, que perteneció a la duquesa de Sutherland, conocida de la reina.

La fascinante exposición del V&A examina la vida y la influencia de María Antonieta a través del prisma de la moda, explorando la huella que dejó en el mundo del estilo, el diseño de interiores y más allá. La experiencia incluso ha sido aromatizada con fragancias recreadas para replicar los perfumes que la reina utilizaba. “Gracias a sus recibos y escritos, sabemos que sus aromas se basaban principalmente en raíz de lirio y rosa, con toques de bergamota y almizcle”, explica Tash Marks, la perfumista responsable de la muestra.
Grant propuso por primera vez a la reina francesa como tema para el V&A en 2017 y, desde entonces, ha dedicado años a reunir piezas provenientes de todo el mundo. “Entre los préstamos más excepcionales se encuentra el retrato Marie-Antoinette à la Rose, de Élisabeth Vigée Le Brun”, comenta Christophe Leribault, presidente del Palacio de Versalles, residencia de la monarca hasta 1789.
Es una de las representaciones más cautivadoras de la reina, con su característico vestido azul, realizada por una artista que la retrató en múltiples ocasiones. “A menudo descrita como la Mona Lisa de Versalles, esta obra icónica solo abandona Francia en contadas ocasiones".
Así como la realeza moderna acostumbra enviar mensajes a través de la ropa y las joyas —basta recordar cómo la difunta reina Isabel II usaba sus broches con gran efecto diplomático—, la indumentaria de María Antonieta también tenía un peso simbólico y político. Cuando, a los 14 años, la archiduquesa austriaca llegó a suelo francés como esposa del delfín Luis Augusto, heredero al trono, fue conducida a una carpa especialmente erigida para la ocasión, donde fue despojada ceremonialmente de sus ropas y vestida de inmediato con prendas francesas. Solo entonces pudo ser vista como la delfina de Francia.
“Lo que vestía era, por tanto, un disfraz”, explica Grant, quien destaca la naturaleza “increíblemente pública” de Versalles, donde la princesa era observada constantemente. La curadora cree que la delfina comprendió de inmediato “el poder de su vestimenta para transmitir significado”.

María Antonieta se convirtió en reina en 1774, a los 18 años. A medida que su estatus en la corte crecía, también lo hacían sus experimentos con la moda. Ciertos colores, telas o peinados se reservaban para ocasiones específicas. En una ocasión adornó su imponente peluca con un barco para conmemorar la participación de Francia en la Guerra de Independencia de Estados Unidos.
Según su dama de compañía, Madame Campan, cuyas memorias se publicaron en 1823, aquello desató una tendencia de tocados extravagantes: “Estas superestructuras de tul, flores y plumas alcanzaron tal altura que las mujeres no encontraban carruajes lo suficientemente altos para acomodarlas".
La influencia de María Antonieta en la moda alcanzaba su apogeo. “Todas deseaban de inmediato tener el mismo vestido que la reina”, escribió Campan. “El comentario general era que la reina sería la ruina de todas las damas francesas". Su modista, Rose Bertin, fue apodada “la ministra de la moda”. La exposición también incluye láminas de moda, ilustraciones que mostraban los códigos de vestimenta de la época, que las mujeres llevaban a sus peluqueros o modistas como referencia. Estas solían publicarse una vez al año, pero durante el reinado de María Antonieta comenzaron a salir semanalmente para satisfacer la creciente demanda.
"La influencia de María Antonieta aún se percibe en la doble C de Chanel y en las iniciales LV de Louis Vuitton".
“Podría decirse que María Antonieta inspiró la revista de moda moderna”, afirma Grant. La reina también tuvo un gran impacto en la economía de bienes de lujo de Francia, que entonces —como ahora— tenía una importancia comercial crucial, especialmente en París, donde la industria de la seda y el encaje dependía del mecenazgo de la aristocracia. Incluso podría decirse que la influencia de María Antonieta perdura en la doble C de Chanel y en las iniciales LV de Louis Vuitton; ecos de su propia obsesión con el monograma “MA”, que aparecía grabado en todo, desde portones de hierro forjado hasta cojines que ella misma bordaba.
“Era una mujer cuyas decisiones prácticamente generaron la industria de la alta costura y dieron empleo a miles de personas”, comenta Manolo Blahnik, quien diseñó los zapatos para la película Marie Antoinette (2006) de Sofia Coppola y cuya firma patrocina la exposición del V&A. Al igual que el actual efecto Kate, lo que la reina vestía era un gran negocio: cuando en la década de 1780 adoptó siluetas más relajadas, prefiriendo los sencillos vestidos de muselina y los sombreros de paja a los fastuosos trajes de corte que la habían hecho célebre, la industria francesa de la seda la acusó de haberlos abandonado.

La magnitud del guardarropa de la monarca puede apreciarse en uno de sus “libros de vestuario”, que cada mañana se le presentaba para que eligiera qué ponerse. En él se conservan fragmentos de telas y anotaciones manuscritas sobre cada prenda. Estos registros, explica Grant, pueden cruzarse con los inventarios supervivientes de Versalles para tener una idea de cuán desmesurado era realmente su gasto en moda. Las cifras parecen justificar su apodo de “Madame Déficit”: con frecuencia superaba por amplio margen su presupuesto anual de vestuario y gastaba, según los estándares actuales, alrededor de un millón de dólares al año. Sin embargo, como señala Grant, se aseguraba de que casi todos sus vestidos fueran reutilizados entre las damas de la corte.
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A medida que el descontento revolucionario se hacía sentir, la apariencia de la reina adquirió un peso político cada vez mayor. En la apertura de los Estados Generales (el equivalente al parlamento francés) en mayo de 1789, lució joyas y un vestido blanco con destellos plateados, coronado con una pluma de garza en el cabello. En octubre de ese mismo año, mientras una multitud exigía su cabeza frente a Versalles, corrigió el rumbo: apareció en el balcón vestida con una sencilla bata de rayas amarillas, el cabello despeinado y con sus dos hijos pequeños a su lado. Cada aparición pública representaba una elección deliberada de papel: una, (imprudentemente) el de soberana intocable; la otra, el de madre común. De hecho, María Antonieta escribió en una ocasión a su querido peluquero: “Ven, arréglame el cabello, Léonard. Debo salir como una actriz, exhibirme ante un público que tal vez me abuchee".
"Ella representa un tipo de hiperfeminidad que es un festín para los diseñadores de moda".
El “disfraz” de la reina ha perdurado mucho más allá de su vida y su influencia se analiza aquí en profundidad. Menos de un siglo después de la ejecución de María Antonieta, la esposa de Napoleón III, la emperatriz Eugenia, impulsó un renacimiento de su estilo y de su gusto en las artes decorativas. Solía vestirse como la polémica reina y fue la primera gran coleccionista de su mobiliario y porcelana. Más tarde, durante la Belle Époque y el art nouveau franceses, surgió una fascinación por la figura trágica de María Antonieta, retratada como un personaje de cuento de hadas, con proporciones exageradas en el vestido y diamantes en el cabello. En las décadas de 1920 y 1930, la modista Jeanne Lanvin retomó ese espíritu romántico en sus diseños, reconocibles por su característica silueta acampanada.
La primera reencarnación hollywoodense de María Antonieta, en la película homónima de 1938 protagonizada por Norma Shearer, contó con algunos de los vestuarios más costosos de su época. “Ella representa una especie de hiperfeminidad que es un festín para los diseñadores de moda”, explica Grant, quien ha incluido en la exposición piezas de algunos de los intérpretes contemporáneos más destacados de la reina, como Vivienne Westwood, John Galliano y Jeremy Scott.
“Es un universo caprichoso y hedonista, pero también con un matiz siniestro, porque todos saben que su historia termina de forma espantosa". La pieza favorita de Grant es el vestido "Angie" de Galliano, perteneciente a su colección de alta costura Freud or Fetish para Dior (2000). Diseñado como un corto vestido de corte del siglo XVIII, presenta en uno de sus lados una imagen de María Antonieta camino a la guillotina.

La exposición también aborda y reevalúa la reputación de María Antonieta, destacando el nivel de vitriolo que recibió, muy superior a las críticas dirigidas al propio rey. Incluye fragmentos de lo que Grant denomina las “noticias falsas” de la época: panfletos difamatorios que lanzaban acusaciones infundadas, desde supuestos actos de espionaje a favor de Austria hasta rumores de relaciones sáficas con las damas de su corte.
"Es la calumnia lo que utilizan, una forma mucho más segura de acabar con tu infeliz amiga", escribió la reina a una de estas mujeres. Una de las mayores virtudes de la muestra es que, aun al exhibir su extravagancia, logra revelar a la mujer detrás del mito. La narración tiene una auténtica carga emocional. Su joyero se ha reunido con sus joyas personales por primera vez desde que las quitó apresuradamente mientras intentaba huir a un bastión realista en 1791.
"Nunca ha habido un momento en el que la gente haya olvidado quién es ella. Nunca, jamás pasa de moda".
Podemos ver su libro de oraciones, que conserva la última nota que escribió a su familia en la mañana final de su vida: “Ya no me quedan lágrimas para llorar por ustedes, mis pobres hijos". También se exhibe una camisa blanca del periodo de su encarcelamiento, que evoca el sencillo vestido blanco que llevó al cadalso en 1793. Una hoja de guillotina expuesta sirve como recordatorio contundente de su trágico destino. Grant considera a María Antonieta como uno de los chivos expiatorios definitivos de la historia y ve en el trato que recibió una misoginia que sigue manifestándose hoy. “Tengo una alerta de Google con su nombre en mi teléfono. Sigue siendo invocada cada vez que los medios buscan derribar a una mujer poderosa".
Aunque su vida fue breve (murió a los 37 años), el legado de María Antonieta perdura. “Lo que he descubierto al preparar esta exposición es que, en los últimos dos siglos, nunca ha habido un momento en que la gente olvide quién fue”, afirma Grant. “Ella nunca, jamás pasa de moda".
Marie Antoinette Style se exhibe en el V&A de Londres del 20 de septiembre al 22 de marzo de 2026.
Este artículo salió originalmente en Harper's BAZAAR Reino Unido.