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Chuzalongo: la película ecuatoriana enviada para los premios Oscar 2026

Chuzalongo rompe récords y se instala en la conversación global con su preselección al Oscar. La primera ficción de Diego Ortuño es también una declaración de que las leyendas ecuatorianas pueden erizar a Hollywood.

Por Daniela García Noblecilla

Chuzalongo — Cortesía Chuzalongo

Este año el cine ecuatoriano vuelve a reclamar un lugar en la conversación global. Chuzalongo —la cinta, dirigida y producida por Diego Ortuño— cautivó más de ocho semanas al público local con, aproximadamente, 20.000 boletos vendidos en las salas de cine y se convirtió en la película ecuatoriana más vista de 2024. Hoy, está preseleccionada en los premios Oscar, en la categoría de Mejor Película Internacional. Detrás de este logro está la voz serena, metódica y apasionada de su director.

Ortuño, de 47 años, dedica su vida al cine. Se formó en la Universidad San Francisco de Quito, perfeccionó su mirada en la EICTV de Cuba y completó una maestría en documental en la ESCAC de Barcelona. Dirigió documentales sobre migración y deporte, produjo largometrajes como “Mono con gallinas” y durante 20 años ha sido profesor de nuevas generaciones de cineastas. Chuzalongo, sin embargo, es su primer largometraje de ficción.

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El proyecto nació en 2017, cuando presentó un cortometraje sobre leyendas tradicionales del país. “Me pareció fundamental evitar que nuestras leyendas se pierdan”. A partir de allí, la idea original —una película de vampiros— empezó a transformarse hasta encontrar su centro en el Chuzalongo, un personaje del imaginario andino que mezcla seducción, inocencia y horror.

Ambientada a finales del siglo XIX, cuando la Revolución Liberal marcaba cambios en Ecuador, la película utiliza la fantasía y el suspenso como un espejo social. En la ficción, un niño perdido que alimenta mágicamente los cultivos con su sangre obliga a un sacerdote a decidir entre la moral y la supervivencia de su comunidad. 

Pero detrás del mito, Ortuño encontró algo más complejo: “descubrí que la leyenda pudo haber nacido de los abusos a mujeres indígenas. Era un mensaje para que no caminaran solas por el campo”. Construyó un relato donde el verdadero miedo provenía de la desigualdad, la violencia estructural y la precariedad.

Cortesía de Chuzalongo

El guion se escribió durante seis años. Luego surgió una coproducción entre Ecuador, Perú, España y Canadá. “Es como organizar una fiesta, cada país contribuye con algo distinto”. Ecuador aportó la mayor parte creativa. Perú sumó actores y diseño de producción. España añadió edición y música. Y Canadá se integró con apoyo audiovisual específico.

La filmación, realizada en cuatro intensas semanas, se desplegó principalmente en la Hacienda de Chalán en Cayambe —la más antigua del país, dice Ortuño— además de locaciones en Pintag, Otavalo y Cuicocha. Más de 100 personas participaron entre elenco y equipo técnico. El reparto tiene figuras ecuatorianas y talento internacional: Bruno Odar, como el sacerdote, Wolframio Sinué, como coprotagonista, y Gael, el hijo de Ortuño, interpretó al niño misterioso que sostiene la trama.

“Trabajábamos de lunes a sábado, en jornadas de 12 horas. En las escenas nocturnas se extendía el horario hasta la madrugada. Es un trabajo muy cansado, que exige una entrega total del equipo”. 

Cortesía de Chuzalongo
Cortesía de Chuzalongo

Este film también fue elegido para competir en los premios Goya y los Forqué en septiembre de 2024. Su premier mundial tuvo lugar en el prestigioso festival Fantaspoa (Brasil, abril 2024) y desde entonces viajó por una constelación de vitrinas globales. Fue película inaugural del Festival Internacional de Cine de Guayaquil, participó en el Festival Insólito (Perú, noviembre 2024) y obtuvo el Premio a Mejor Monstruo en el Buenos Aires Rojo Sangre (Argentina, diciembre 2024). 

La cosecha de reconocimientos incluye distinciones como Mejor Director Iberoamericano en el Festival Feratum (México, noviembre 2024), Mejor Largometraje Iberoamericano en el Macabro FICH (México, agosto 2024) y una barrida histórica en el festival Kunturñawi (Ecuador, noviembre 2024), donde obtuvo premios a mejor actor (Bruno Odar), director, guion y largometraje. 

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Ahora, Ortuño comenta que la preselección en los premios Oscar es una invitación de la Academia de Cine de Estados Unidos para películas que no son en inglés. La Academia de Cine de Ecuador la escogió para representar al país y –según el director– esta es la primera etapa. La segunda implica enviar la información de la película para su revisión y valoración, algo que ya superaron.

Actualmente, están en la fase de competencia, donde los miembros de la Academia deben votar por sus favoritas. Por lo que primero se seleccionan 15 películas que pasan a la siguiente instancia y luego quedan cinco finalistas que son los nominados que asisten a la ceremonia. Se espera que en enero se conozca si avanzan a la siguiente etapa, lo que quiere decir que Chuzalongo se enlistaría en la ceremonia de premiación.

Cortesía de Chuzalongo
Cortesía de Chuzalongo

Para lograr la nominación oficial, la producción necesita visibilidad. “Hay buenas perspectivas para el cine ecuatoriano, pero falta apoyo. La empresa privada, que debería impulsarlo, no está presente. Estamos representando al país en los premios Oscar y ni siquiera hay recursos para viajar a Los Ángeles para mostrarla, mientras en Colombia hacen una campaña enorme para que su película gane”. 

Aun así, el director mantiene los pies firmes en la tierra. Su objetivo es que Chuzalongo abra una conversación sobre las leyendas que forjan nuestra identidad, sobre las historias que merecen ser contadas y sobre el poder de un cine ecuatoriano capaz de dialogar con el mundo desde su especificidad. Es, quizás, la frase que define su obra, su forma de mirar el cine como un puente entre la ficción y la memoria colectiva. (I)