Los movimientos eran imperceptibles. Unos centímetros más arriba el mentón, el brazo no tan flexionado, la mirada un poco más intensa, la espalda más erguida… Las respuestas ante aquellas instrucciones se realizaban con tal precisión que, entre los disparos incandescentes del flash, cada fotografía ofrecía algo distinto. Un vaivén sutil que representó esa ruptura, el inicio de algo nuevo, que invadió a todo el set.
Carmen Mina es como esa oruga que rompe su capullo para transformarse en mariposa. Es como los electrones, que se mueven para producir corriente eléctrica. Es como la fuerza del agua que moldea las rocas. Es como esa semilla que se rompe para que germine la planta. Es como esa explosión que se genera en un sistema colapsado… Esta ecuatoriana nos recuerda que, si nada se mueve, nada cambia. A veces se necesita de ese desequilibrio para construir una nueva historia. Y Harper’s BAZAAR llegó para adueñarse de esos relatos.
En más de una ocasión, durante estos años, Carmen escuchó que no era lo suficientemente “bonita” como para ser modelo. Tuvo que salir de Ecuador para encontrar su lugar y romper cualquier paradigma de belleza. Hoy, regresa con un carácter forjado por una industria que no tiene piedad ni corazón, para demostrar que siempre hay espacio para superarse en un mundo lleno de competencia. Ella llegó a reescribir esos renglones con una voz de autoridad, propia de aquellos que se han caído para tomar un nuevo impulso, una y otra vez.
Nació en Guayaquil hace 27 años. Su madre, esmeraldeña, y su padre, colombiano, construyeron un hogar con cuatro hijos, donde Carmen ocupa el último lugar. Su primer apellido es Quiñónez, pero su nombre artístico es el legado de su progenitora, una mujer que enviudó hace 25 años y que no conocía la palabra descanso. Ese empuje y esas ganas de trabajar fueron su mayor herencia. En una entrevista, en una cafetería de Quito, Carmen se sentó a recordar esos momentos que marcaron su vida. Con un té frío en las manos, confiesa que el tema económico movía sus decisiones desde un inicio. Sabía que debía estudiar algo que le permitiera tener independencia económica, nunca pensó que el modelaje sería el camino.
Desde el minuto uno de esta conversación, mencionó ciertas palabras claves y empezó con “autosabotaje”. Fue a través de un concurso —que pensó que no lo ganaría—, que llegó al colegio de Bellas Artes de Guayaquil. Movida por todas las necesidades que pasó en la infancia, ingresó a la Universidad del Pacífico a estudiar Administración de Empresas enfocada en turismo.
“Las decisiones que tomo son en base a mi pasado, para no repetir la misma historia”.
Al preguntarle sobre su primer acercamiento con este mundo, cuenta que —como nos ha pasado a muchas— fue con Tyra Banks y su programa America’s Next Top Model. Siempre lo vio muy lejano, aunque nunca dejó de ponerlo dentro de sus visual boards de la infancia. Suspiraba con la ilusión de ser modelo, tanto como ser maestra. Con frecuencia, le decían que era muy estructurada para su edad. Cuando empezó a estudiar anatomía, se dio cuenta que –a pesar de ser estilizada– no tenía un “perfil griego”. Escuchaba las recomendaciones de sus compañeros para que se involucrara en esta industria, sin embargo, nunca trascendieron. Su madre le dio un pequeño curso como regalo de graduación, pero la visión llegó desde terceros.
“Como seres humanos, es muy difícil ver nuestras propias virtudes, por eso debemos prestar atención a las oportunidades que se presentan”.
Carmen recuerda el mensaje de Instagram de Roberto Pacurupu, un fotógrafo que la vio en un desfile de modas. Le hizo unos retratos y le preguntó: “¿Qué esperas?”. Esa pequeña frase hizo que esta guayaquileña dejara de lado comentarios —como “solo sirves para pasarelas porque no eres muy bonita” o “tu belleza no cuadra en el mercado ecuatoriano”— para demostrar que estaba lista. Con tan solo 18 años, marcas y diseñadores locales le abrieron las puertas y lo intentó por dos años.
Sin pensarlo mucho y con la idea de perseguir eso tan anhelado, Carmen aceptó un voluntariado de 20 días en el interior de Río de Janeiro (Brasil). No podía volver a Ecuador sin pasar por Sao Paulo, la capital de la moda de aquel país, donde volvió a tocar las puertas de Ford Models. Una agencia que le dio una negativa dos años atrás, pero en aquella ocasión todo fue diferente. Aquí enfatizó su “perseverancia” (otra palabra clave); con solo US$ 100 y “sin el mejor físico” se aventuró a realizar otra audición, con la misma persona que le dijo no la primera vez. “Tuve que trabajar mucho, pulirme y esforzarme para merecer ese lugar”.
Volvió con la consigna de que Brasil sería su nuevo hogar. A pesar de que tuvo ofertas interesantes relacionadas con su carrera, Carmen –repitiendo sus propias palabras– tuvo que quebrar algo para que otra cosa inicie. Con su determinación, aprendió el idioma y construyó una carrera, con la ayuda de un sinnúmero de personas. Algunas le tendieron las manos; otras, en cambio, le enseñaron lo duro que es este camino.
“Debes tener una meta porque, cuando hay momentos complicados, sabes hacia dónde vas y qué quieres hacer”.
Esa fuerza y esa vitalidad que demuestra de manera implacable en sus fotografías, la llevaron a ser una emprendedora desde 2022. Por un lado, tiene una consultora de imagen, Carmen Mina Stylist; una agencia de marketing, 026 Studio, y una gestora de talento. Estas verticales en sí contribuyen con ese deseo de levantar un patrimonio económico, de demostrar que sí es posible vivir haciendo lo que te gusta. Sobre todo, tiene en cuenta que la carrera de las modelos tiene una fecha de caducidad, muy similar a la de los futbolistas. Con el paso de los años, es más complicado encontrar un espacio y Carmen no planea dejar de trabajar. “Yo salí casi a los 23 años y siento que debes comenzar a los 16 a crear tu portafolio. Por eso, me he involucrado también en la creación de contenido, debo pensar en el futuro”.
Ella, con su carácter, puso límites inquebrantables, que se fundamentan en el respeto. “Sé quién soy, no me dejo aplastar por nadie y tampoco dejo que ejerzan poder sobre mí”. Cuida de su salud mental con mucho esmero. Se da tiempo para sí misma, para su familia y sus amigos. Carmen asegura que no es fácil recibir negativas porque no eres lo suficientemente delgada, tienes “muchas piernas o mucho busto (…) A veces las marcas buscan algo que no existe en América Latina y así funciona. Yo pienso que, si algo rompe mi salud física o mental, no es para mí”.
Los comentarios racistas y comparativos ofensivos son parte de esa armadura que ha forjado y por la que ha recibido un apoyo indiscutible. “Muchas mujeres —incluso madres, mestizas— se sienten identificadas conmigo”. No necesariamente es un referente de la comunidad afrodescendiente, Carmen es la primera portada de Harper’s BAZAAR Ecuador porque representa a la gran diversidad de mujeres que tiene este país. En más de una ocasión, sin habernos conocido previamente, conectamos en esos cuestionamientos, en esos anhelos propios de los millennials. Y, al escribir estas líneas, ratifiqué que es mucho más que una cara bonita, es una mujer que sabe lo que quiere, al igual que la mayoría de usuarios que están leyendo esta nota.
La “victimización” (otra palabra clave) es todo lo contrario de lo que busca esta modelo al contar su vida. Ella comparte el dolor de sus antepasados, abraza sus herencias con respecto y las convierte en su motor para vibrar alto. Con orgullo dice que es una afroecuatoriana que está rompiendo esos techos de cristal, que para unos son un cliché y para otras son el día a día. El primero que cayó fue el autosabotaje, ahora Carmen va por el clasismo, “todo lo que nos divide como pueblo ecuatoriano”.
Por esta razón, un elemento relevante, en esta portada, es la caja en la que muchas veces nos vemos inmersas y de la que no encontramos una salida. Representa esos límites invisibles que no solo enfrentan las mujeres, sino la industria de la moda en el país. No los vemos, pero están presentes en cada acto de segregación, injusticia o inequidad. Nosotros le dimos color, la representamos con la fuerza de la madera, para que quede muy claro que personajes como Carmen son mucho más resistentes. Y, sin duda, tenemos cientos de historias parecidas, que encontrarán un lugar en esta revista. Son 158 años de una marca que nació en Estados Unidos y no pierde relevancia porque piensa en esas mujeres reales, que buscan soluciones prácticas y sofisticadas, enfocadas en la moda y en su estilo de vida.
En medio de esta entrevista, le pregunté a nuestra portada qué opina sobre la moda en Ecuador. Su respuesta, acompañada de unas carcajadas de complicidad, fue ingeniosa: “¿Antes o después de BAZAAR?”. “Tiene futuro si derriba ese conflicto de regionalismo que existe”, explica Carmen, enfatizando que hay mucho por hacer y se vienen nuevas tendencias, con los avances tecnológicos. “Me veo trabajando a largo plazo, como modelo física, y en un momento tendré que crear mi avatar. La inteligencia artificial está ocupando mucho espacio y, seguramente en un momento, la modelo quedará en segundo plano. Me toca adelantarme y prepararme para sobrevivir a los siguientes años”.
Su rostro está en más de 50 publicaciones, entre digitales y físicas, en Brasil, Estados Unidos, Panamá y otros países. ¿Qué la hace sentir poderosa? No que su rostro circule en estas revistas de renombre, sino su autoconocimiento y seguridad. “Yo sé quién es Carmen Mina, sé de lo que soy capaz, sé mis límites y mis fortalezas. Saber qué es lo que conecta conmigo me hace sentir poderosísima”. Eso es una parte de lo que quiere transmitir con su arte. ¿La otra?
“Nunca es tarde para comenzar o construir un sueño. No importa la edad ni las circunstancias. Yo soy un ejemplo de que puedes mejorar tu realidad en la medida en que trabajes mucho por conseguirlo”.
Con estos más de seis años en la industria, se puede decir, con certeza, que el éxito ya no es solo económico. Ahora es tener tiempo de calidad, sentirse saludable y, sobre todo, pensar en ser madre y tener un hogar. Esto lo amplifica por medio de sus redes sociales y en sus participaciones en conferencias o workshops. Mina Horizons Foundation es otra herramienta, creada junto con su hermana, para dar oportunidades a personas vulnerables.
En su primer trabajo le preguntaron: “¿qué esperas?”. Yo le pregunté: “¿Qué sigue?”. “Estoy en mi 50 % y tengo un 50 % restante. En los próximos años, quiero mantener y fortalecer todos estos proyectos”. La belleza radica en su inteligencia, en esa capacidad de potenciar los talentos que están a su alrededor. En dar espacio a su comunidad y ser un referente en su familia. Es un agente de cambio en esta industria y teme quedarse en su zona de confort. Lucha por no perder su esencia y trata de que este camino, muy solitario, deje huellas profundas.
Tal como lo hizo hace unos años, Carmen nos motiva a nunca quedarnos en un lugar en el que no nos sentimos valoradas. Ahora, es impensable agachar la cabeza y la resiliencia es su mantra. Esta portada significa el inicio de una nueva era. Para terminar, recuerda ese mensaje de WhatsApp que le envié a principios de julio, con este sueño. “No soy la modelo que sale en el contenido, soy la tapa (dice con un tono fuerte). Esto reafirmó la importancia de mi trabajo. Estoy más fortalecida que nunca”, concluye, cantando un verso de la canción de Calle 13, “Atrévete-te-te”. Así celebramos nuestra llegada a Ecuador. (I)
Esta nota se publicó en la primera edición impresa de Harper's BAZAAR Ecuador.
Créditos:
Fotografía: Juan Pablo Merchán
Estilismo y producción: Estefanía Córdova
Director creativo: Cristina Maag
Modelo: Carmen Mina
Diseñadores: Adolfo Domínguez, Estefanía Córdova, Frabrizio Célleri y Paula Recalde.
Vestido de portada: Frabrizio Célleri
Joyas de portada: Maja Schluz
Diseñadores de zapatos: Jacqueline Moncayo
Joyas y accesorios: Maja Schluz y BDesign
Maquillaje: Alejandro Pineda
Diseño del set: Felipe García
Asistentes de fotografía: Karil Ramírez, Ana Luna y Alejandra Crespo.
Asistente de estilismo: Gissela Portilla
Asistente de producción: Mishell Heredia y Camila Miranda
Multimedia: Emilia Palacios, Armando Prado y Belén Proaño