El outsider conquista la moda

Tendencia “loser core”: ¿por qué la estética del perdedor lo ha ganado todo?

Según la retórica del “loser core”, estar “fuera” es estar “dentro”. Desde los nerds arreglados de Alessandro Michele o Demna, hasta los looks meticulosamente desaliñados de las pasarelas de Miu Miu y Prada, pasando por los atuendos de los antihéroes de películas adolescentes replicados en TikTok. Nunca ha sido tan cool no serlo.

Por Mitia Bernetel

Gigi Hadid. — Estrop/Getty Images

En Londres, Martine Rose dio un paso al costado: mientras la Semana de la Moda masculina optó por cambiar de formato esta temporada, la diseñadora mantuvo su desfile, presentando una colección fuera del calendario oficial, pero también fuera de su marco estético habitual. “Quise que todo se viera un poco ajustado, un poco demasiado apretado, ligeramente incómodo, pero siempre sexy, eso espero…”, explicó entre bastidores al micrófono de WWD.

En efecto, las chaquetas de cuero parecían haber pasado por un programa de lavado intensivo, al igual que los pantalones de pierna estrecha, y todo esto se combinaba con zapatos de puntas desproporcionadas, es decir, exageradamente alargadas. Al buscar la incomodidad, e incluso la perturbación visual, Martine Rose se apropia de una retórica curiosa pero persistente: la del “loser core”, una estética que apuesta deliberadamente por lo fuera de lugar, en algún punto entre el look del primero y el del último de la clase.

El tiempo de los antihéroes

En TikTok, cada quien muestra su atuendo cuidadosamente. En los videos con el hashtag #losercore, se ven sudaderas con capucha demasiado grandes, camisetas de conciertos de bandas oscuras, pantalones deportivos viejos y bolsos cruzados y adornados con Labubu, esa figurita regresiva que está en tendencia. Evocando a los marginados de las películas adolescentes estadounidenses, desde Napoleon Dynamite (2004) hasta Lady Bird (2017), los usuarios glorifican la vestimenta de los antihéroes, aquellos que se mueven en la sombra de los chicos cool.

“El principio de estas estéticas ‘core’, propias de la Generación Z, es que parten primero de una emoción. Y la emoción detrás del hashtag #losercore es la del rechazo, el abandono, la constatación de no encajar; poco a poco, eso se transforma en un aesthetic. En las marcas y en las pasarelas, esta tendencia está más estructurada”, comenta Alexandra Harwood, historiadora de la moda que ha analizado el tema en su cuenta de TikTok.

Los elementos de un guardarropa que evidencian su desajuste con los códigos de la belleza también invaden las últimas semanas de la moda. Las prendas arrugadas de Bottega Veneta, las proporciones azarosas de Balenciaga o Loewe, los peinados despeinados y alborotados del desfile otoño-invierno 2025-2026 de Miu Miu, las gafas con montura fina en todas las narices. Al igual que el ugly chic de Miuccia Prada en su momento, el “loser core”, aunque se opone a lo que comúnmente se considera armonioso y satisfactorio, no deja de ser una estética cuidada. Hay un orden en el desorden, un mal gusto bien logrado, como los bolsos tipo cajón de sastre llenos de dijes o los cadáveres exquisitos de las siluetas de la era Y2K, encarnadas por el personaje de Carrie Bradshaw y su estilo tan actual. Lo anormal (y ahí está la gran paradoja) se convierte así en una norma. Pero, ¿cómo llegamos a apreciar aquello que parece estar rechazado?

Gigi Hadid, con el pelo graso, en Miu Miu para Primavera/Verano 2024. Foto por estrop/getty images

Deseos de lo ajeno

Para Harwood, este fenómeno se inscribe en una tradición mucho más antigua entre los creadores: la de “ir a buscar inspiración en cosas lejanas”. “En el siglo XIX, por ejemplo, estaba el orientalismo en Paul Poiret; en 1977, Saint Laurent hizo una colección inspirada en las mujeres chinas. Y así sucesivamente. En realidad, forma parte del proceso creativo el empujar los límites. Pero cuando vivimos en un mundo globalizado, ¿dónde queda lo lejano?”

Según la historiadora, esta búsqueda de nuevas inspiraciones explica en parte las exploraciones creativas que se adentran en registros completamente opuestos. Incluso si eso incomoda. En 2002, el desfile de Dior de John Galliano, inspirado en el imaginario de los vagabundos y los marginados, escandalizó a la opinión pública con sus siluetas lujosas basadas en una idea romántica de la miseria y del ingenio para sobrevivir. Cabe decir que sobre este enfoque de producir alta gama utilizando los atributos de una clase que no se beneficia de ello, planea una idea de apropiación.

Queda claro que jugar con registros al límite de lo admisible es una palanca creativa que despierta el deseo. La aparición, en los años 2010, de los nerds exagerados de Alessandro Michele en Gucci, o de las criaturas post soviéticas de Demna en Balenciaga, ambos representados por modelos con físicos también opuestos a los cánones tradicionales, estuvo acompañada de un gran éxito. Sin duda, esta intención de incomodar también puede interpretarse como una reacción a una armonización global y a una hiper-estetización cada vez más intensa impulsada por las redes sociales. En un momento en que el mercado está reconfigurando las cartas de una economía en declive para el sector, más que nunca, la moda se concede el derecho y se impone el deber de desviarse.

Este artículo salió originalmente en  Harper’s BAZAAR Francia.