Bienestar

Un ritual coreano en Cumbayá

Un spa que fusiona rituales sensoriales y emocionales con la técnica coreana para transformar la piel y el ánimo en una sola sesión.

Por Daniela García Noblecilla

Sunsu SPA — Daniel Queirolo

Llegué a Sunsu Spa una mañana en la que, honestamente, lo único que buscaba era un respiro. Quito estaba gris, mi piel también y el estrés de la maternidad y el trabajo se me acumuló en el rostro como una capa que ninguna crema parecía capaz de remover. Lo que encontré al cruzar la puerta de ese lugar –que Emilia Gallegos diseñó como símbolo de abundancia y buena suerte, según la tradición asiática– era una nueva aventura. 

Antes de comenzar, me entregaron una ficha donde debía llenar mis datos personales, el tipo de piel que tengo, qué quisiera mejorar, mi ciclo menstrual y una cortesía, yo me fui por el masaje capilar. Nunca lo había visto en un spa en Quito. Era la primera señal de que aquí nada se deja al azar y de que cada cuerpo, cada piel y cada energía, importan.

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La máquina coreana que te dice quién eres (literalmente)

Luego pasé al lugar de la verdad. Allí estaba la famosa máquina coreana que había visto en fotos, un dispositivo impecable, blanco y silencioso, que parece salido de un laboratorio futurista. Este aparato toma 12 fotografías de tu rostro, cada una con un tipo de luz y enfoque diferente. No es un selfie mejorado. Es un análisis profundo que revela tu tipo de piel, tus manchas, tus arrugas, tu nivel de hidratación, tu sensibilidad y la edad real de este órgano. 

Mientras apoyé el rostro en la estructura acolchada, sentí que entraba a un pequeño portal de transparencia absoluta. Ver los resultados es un shock honesto. No hay filtros, no hay ilusiones, solo tu piel contada en capas. Pero también hay alivio. Era la primera vez que entendía con precisión qué necesitaba. El plan que diseñaron para mi caso fue un facial SOS que tiene un costo de US$ 60. Los precios varían y van desde lo más sencillo como un peeling enzimático de US$ 10 hasta un rice flow de US$ 70. 

Sunsu SPA. Fotografía: Daniel Queirolo.

La entrevista con Gallegos, de 35 años, ocurrió casi al final, cuando ya sabía en carne propia de qué hablaba. Logró unir dos pasiones: el diseño de interiores y la cosmetología. Me contó que la idea nació de una historia muy personal. Tuvo una adolescencia marcada por el acné, las visitas dolorosas a cosmetólogas y las lágrimas que siguieron a cada extracción. 

“Prometí que jamás haría sentir a alguien como yo me sentí”. 

Años después, un viaje a Corea del Sur la enamoró del skincare asiático. Dice que no hay agresiones, no hay procedimientos invasivos. Hay disciplina. Hay belleza real. Y quiso traer eso a Quito.

Sunsu Spa tiene solo ocho meses, pero ya opera con la intensidad de un lugar que encontró su identidad desde el primer día. Las cosmetólogas pasan por un proceso de selección y entrenamiento de la técnica asiática, protocolos exactos y sensibilidad humana, cuenta Gallegos. 

“Crear este concepto en Quito ha sido proponer algo nuevo”. 

La experiencia

Cuando terminó el análisis, comenzó la sesión. Y aquí es donde Sunsu se separa del resto de los spas que he visitado. Pasé a la camilla que reservaron para mí. Tenía detalles coreanos que no recargan, maderas claras, iluminación suave y aromas naturales. No hay fragancias artificiales, no hay sonidos prefabricados. Todo está medido, incluso las gotas exactas de aceites esenciales que utilizan para la aromaterapia.

Sunsu SPA. Fotografía: Daniel Queirolo.
Sunsu SPA. Fotografía: Daniel Queirolo.

El ritual empieza con una tarjeta que escoges al azar. La mía decía: “hoy me permito soltar la necesidad de control” y aunque suene simbólico, fue suficiente para dejar el celular a un lado. Luego vinieron las campanas, una en la cabeza, otra en el abdomen y una tercera en los pies. Un sonido que busca bajar la inflamación del cuerpo. 

Lo que siguió fue una danza de texturas:

  • Doble limpieza coreana con aceite y espuma.
  • Exfoliación de arroz orgánico, suave, nada abrasiva.
  • Potenciadores como suero de PDRN (ADN de salmón 100 %), oxígeno puro al 98 % y boosters para piel sensible.
  • Extracción delicada, sin dolor.
  • Mascarilla probiótica para regular mi piel.
  • Sérums, tónicos, contorno e hidratante.
  • Protector solar coreano, que se siente como seda.

Todo acompañado de un masaje capilar, respiración guiada y una secuencia de movimientos que se sienten más cercanos a una ceremonia que a un tratamiento. Sentí que mi piel respiraba por primera vez en semanas. Además, el servicio incluyó una depilación de cejas con hilo orgánico.

Sunsu SPA. Fotografía: Daniel Queirolo.

En las fotos que tomé se aprecia cómo cada producto, cada herramienta y cada paso está diseñado para calmar. Nada en Sunsu es improvisado. Los espacios respiran armonía, las esteticistas trabajan por sí solas y la máquina de diagnóstico parece un asistente silencioso que revela lo que tus ojos no ven.

El mensaje final

“Quiero que cuando salgas, te sientas segura de ti, que mires tu piel y digas: esto soy yo, pero mejor cuidada”. Y así salí. Con la piel más luminosa, sí, pero sobre todo con algo que hace mucho no sentía: ligereza. (I)