Este es el mes más importante en la moda. Marca la preparación de las colecciones de primavera-verano del año siguiente y la publicación de las ediciones impresas más esperadas del calendario editorial. Es también el momento de las big four: Nueva York, Londres, Milán y París se llenan de desfiles, compradores, prensa e influyentes de todo el mundo. Estas semanas trazan la ruta hacia dónde se moverá la industria.
Nueva York fue la primera en abrir la temporada, entre el 11 y el 16 de septiembre; y nos dejó no solo un mapa de tendencias globales, sino también nombres latinos que confirman que nuestra región tiene un lugar cada vez más sólido en las pasarelas internacionales. Esta edición de la NYFW podría resumirse en tres palabras: clásico, atemporal y estilizado. Lo interesante es cómo cada diseñador interpreta esa atemporalidad desde un estilo propio:
Romanticismo relajado
La Gran Manzana siempre ha sido uno de los escenarios más comerciales del mundo; y regresar a ver a referentes como Ralph Lauren y Michael Kors lo confirma. Ambos coincidieron en prendas sencillas de llevar, con fluidez y movimiento. Vestidos que evocan el aire, telas que se mueven con el cuerpo y una elegancia effortless que reafirma la sofisticación americana. Son piezas que hablan de un estilo de vida que combina ligereza y lujo.
Sastrería escultural
Sergio Hudson llevó esta atemporalidad hacia la fuerza de los trajes: blazers con hombros marcados, pantalones impecables, colores y texturas vibrantes. Christian Siriano, en cambio, apostó por el glamur del viejo Hollywood, demostrando que, aunque parta de códigos clásicos, el drama y los volúmenes no pasan de moda, sino que regresan reinventados.
Minimalismo contemporáneo
Cuando la moda busca comodidad y cercanía, con fibras suaves y naturales, hay que volver a mirar a COS. La marca sorprendió al elevar la categoría de la moda accesible con un desfile sobrio y sofisticado: líneas limpias, cuero trabajado con precisión y siluetas oversized que hablan de un lujo silencioso. Gwyneth Paltrow, con su nueva marca Gwyn, se sumó a esta narrativa con básicos en cachemira y cortes clásicos que prometen convertirse en los nuevos esenciales.
En conjunto, estas visiones nos recuerdan que lo clásico no es sinónimo de inmóvil: la atemporalidad se reinventa constantemente en clave romántica, glamorosa y minimalista. Mirar la NYFW desde Ecuador no es solo admirar: es volver a ver con otros ojos lo que podemos producir, adaptar y proyectar desde nuestras propias raíces. Por eso es importante observar a los latinos que se mantienen y están creando su espacio en este calendario.
Fernando García, el dominicano que junto a Laura Kim dirige Monse, celebró 10 años de la marca, consolidando una estética experimental que combina deconstrucción y sastrería. El desfile también contó con modelos dominicanas como Lineisy Montero y Hiandra Martínez.
Willy Chavarria reafirmó su posición como uno de los diseñadores más influyentes del circuito estadounidense, con su primera colección completa de mujer, desde la vulnerabilidad y la fuerza: camisas de inspiración laboral, proporciones amplias, tipografías gráficas. Algo clave es que, en esta ocasión, dejó en un segundo plano el statement político que caracterizaba sus colecciones, apostando por un discurso más sutil.
Diotima (Rachel Scott), de raíces jamaicanas, dejó claro su lenguaje en el tejido como territorio poético. Capas que se despliegan con movimiento, siluetas que van del body al vestido bombacho; y una paleta cromática que enciende la sensualidad de cada pieza. Su propuesta dialoga con la imperfección: hilos que se deshilachan, transparencias que revelan y aberturas que interrumpen lo esperado. Una colección que entiende la belleza como un equilibrio sutil entre lo que permanece intacto y lo que se descompone ante nuestros ojos.
Nueva York inauguró el calendario con un mensaje claro: la moda avanza mirando hacia atrás, rescatando lo atemporal para proyectarlo hacia el futuro. Y, en esa lectura, los latinos ocupan un espacio cada vez más relevante, llevando nuestras tradiciones, narrativas y talentos a los escenarios globales. Para Ecuador, el reto y la inspiración están en analizar estas propuestas y traducirlas a nuestro propio contexto: desde la sastrería de lujo hecha a mano en talleres locales, hasta las piezas minimalistas que elevan fibras y técnicas ancestrales.
La moda, al final, siempre nos invita a regresar a ver lo que nos inspira, a regresar a lo que somos y a regresar a lo que queremos proyectar en el mundo. (I)