Cada pieza que Neithan Herbert diseña lleva la huella de su madre. Etelvina Pillajo Campo —otavaleña, nómada y valiente, en palabras de su hijo— es la inspiración de su marca homónima. Su historia de vida está entretejida en cada creación. Su padre, también otavaleño, emigró para recorrer el mundo con su música. Su madre visitó distintos países por más de 20 años junto a músicos y artesanos para promover sus creaciones. Luego se asentó en México, donde levantó una tienda para exhibir no solo artesanías ecuatorianas, sino también propias de aquel país.
Esa mezcla de comunidades, historias y tradición nutrió la creatividad de Ruiz en San Miguel de Allende, la ciudad donde creció. “En casa teníamos la cultura ecuatoriana y afuera la mexicana”, indica el diseñador, quien sabe kichwa y tuvo su cabello largo hasta los 14 años. Su progenitora, debido al trabajo, se movía a través de eventos para apoyar a más comunidades de Latinoamérica. “Crecí debajo de las mesas, donde vendíamos artesanías en estas ferias interculturales”.
Estudió diseño durante tres años en Milán y a su regreso fundó su marca junto a su hermana, con el objetivo de vestir a la “mujer nómada contemporánea”. De acuerdo con Ruiz, practica el lujo minimalista, silencioso, donde las telas hablan y cada detalle tiene una historia. Ahora, con 27 años, es reconocido internacionalmente por vestir a estrellas de Hollywood como Adriana Paz (actriz mexicana) y busca –con esta colección– dar un cierre significativo a estos cinco años de trabajo.
“Vuelvo al origen: a las texturas, a los colores y a los materiales que se usaban. Más allá de lo cultural, está el valor que le damos. En las creencias indígenas, por ejemplo, los símbolos son fundamentales. Entonces, las prendas y las colecciones deben tener un significado”.
Su última colección representa ese caminar: de Ecuador a México y luego a Italia. El orgullo de su madre por su anaco, su lenguaje y las raíces que llevó a cada una de sus aventuras. Esas semillas les dio a sus hijos para que no pierdan su esencia otavaleña. Este diseñador refleja esa vida, pero sobre todo la esencia migrante latinoamericana.
Su taller está conformado netamente por mujeres, de las cuales cinco son sus compatriotas. Con respecto a los textiles, rescata saberes locales como los plisados, los detalles, los botones y los bordados hechos a mano, una constante a lo largo de su desarrollo creativo.
“No queremos perder este proceso local porque es el corazón de la marca”.
Para el evento, que realizará en dos días, trabajó con Indigenous Futurism, un colectivo de artistas, diseñadores, modelos y personas de la escena que buscan demostrar su legado cultural. Su creadora, la modelo y actriz Juana Burga, también desfilará en su pasarela. Ruiz, sin duda, apuesta a la diversidad. “Vienen personas de diferentes culturas y queremos representar eso. Incluso, hay una mujer de 75 años, originaria de China, que se considera profundamente mexicana”. Este proceso de selección estuvo a cargo del fotógrafo mexicano, Dorian Ulises López.
La Mama Quilla (diosa de la luna), la Pachamama, la muerte y la vida. Ese misticismo de las comunidades que lo criaron se refleja en el material a través de las capas y en el juego con las transparencias. Presentará 10 looks de hombre y 20 de mujer. El broche de oro será la participación de Etelvina, su madre y musa, en la pasarela. “Definitivamente, la marca es una celebración de la historia familiar”. (I)