Diseño ecuatoriano

Yemalla Studio: denim y artesanías hacia el futuro

Nació en Ibarra, se crió en Canarias —España— y estudió en Londres. Sarah Thomas está a la cabeza de Yemalla Studio, una marca que retoma algo que empezó su padre a fines de los 80.

Por Eduardo Varas Carvajal

web yemalla studio 2500x1400 — Harper’s bazaar Ecuador

Se trata de chompas y ahora pantalones que unen tela denim con tapices de artesanos otavaleños, realizados por la propia CEO de la marca Yemalla Studio, Sarah Thomas. Así se genera un estilo streetwear que hoy en día se vende en varios puntos de Europa.

Y así como está a la cabeza del proyecto, Sarah está pensando en cómo se debe ver cada prenda y en cómo hacer crecer una marca que es demasiado cercana a su historia familiar. 

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Mucho antes de nacer, en 1989, su padre, francés y viajero empedernido, quedó maravillado con los tapices otavaleños que vio por su paso por Ecuador y tuvo la idea de incluirlos en chompas de denim. Así nació la marca Gaucho, con la que vendió sobre todo en Francia. De hecho, una de esas prendas llegó a ser usada por la princesa Estefanía de Mónaco y hay una fotografía de una revista parisina que lo prueba.

Princesa Estefanía de Mónaco. Foto: Cortesía de Yemalla Studio.

Gaucho terminó pocos años después, por desacuerdos entre su padre y su socio. Entonces las cosas cambiaron un poco: él se quedó en Ecuador, formó una familia con una ecuatoriana y tuvo dos hijas. Sarah Thomas Silva vivió hasta sus seis años en Ecuador y viajó, con toda su familia, a Canarias, en España. Cuando habla tiene ese cantado relajado de esa zona española, como si fuese una melodía en la que, de vez en cuando, aspirara las eses.

Mientras crecía, Sarah no quiso saber nada de este mundo: “Como que de chiquita me negaba, como que yo veía que a lo mejor no teníamos tantísimo dinero y me decía que quería estudios de verdad, para tener un trabajo bastante más estable”, confiesa Sarah desde Londres, donde reside actualmente y donde estudió diseño de vestuario para cine y teatro, en la Universidad de las Artes de la capital inglesa.

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Lo que en su momento fue estudiar ingeniería textil se trasformó: “Estaba en el instituto, en el bachillerato y algo hizo clic en mi cabeza cuando tenía 18 años. Le dije a mi mamá: ‘yo realmente quiero hacer moda porque a mí me gusta la ropa’”. Su madre, Verónica Silva —diseñadora textil— pensó que se había vuelto un poco loca, porque había dejado en claro por mucho tiempo que quería hacer algo en otra dirección.

“Entonces me dijo: ‘Bueno, pues si quieres hacer moda, pues tienes que aprender a coser’. Así empecé a ir a clases de costura con una abuelita”.

Intentó estudiar moda en Bélgica, pero no ingresó a la universidad. Se vio de pronto yendo a Londres para aprender inglés y encontró la carrera de diseñadora de vestuario, decidió probar suerte y fue aceptada. Fueron tres años de estudios y desde su graduación, en 2023, le dedica su fuerza y su pasión a hacer crecer una marca que continúa con la idea que tuvo su padre, pero con algo muy personal para Sarah.

El nacimiento de Yemalla Studio

Entre los 17 y los 18 años, todavía en Canarias, Sarah notaba que la gente usaba prendas hechas con denim que se mezclaban con diseños étnicos y pensó en el proyecto de su papá. Entonces lo convenció de retomar lo que hacía con Gaucho, con la justificación de que ella lo ayudaría para hacerlo funcionar. Y ella mantuvo su palabra, incluso desde Londres, mientras estudiaba.

“Le iba ayudando mientras estudiaba, llevando las redes sociales, sacando fotos con mis amigas o cositas así”.

En este renacimiento ella tenía mucho que ver, ya que su nombre completo es Sarah Yemalla Thomas Silva y usar su segundo nombre para la marca funcionaba a la perfección: “Mi papá me contó que cuando vivía en Colombia, a la diosa del baile de la salsa la llamaban Yemallá, así como él escribió mi nombre. Yo luego investigué y Yemayá es la diosa Orisha del mar y mi papá me dijo que me quedaba genial”.

Cortesía de Yemalla Studio.
Cortesía de Yemalla Studio.

La idea de retomar este tipo de prendas apareció en pandemia y eso complicó encontrar artesanos otavaleños que quisieran trabajar con ellos: “De hecho, muchos artesanos de tapices empezaron a hacer y a vender pan, porque no tenían a quién vender las artesanías. Fue complicado convencer a los contactos que mi papá todavía tenía de cuando trabajaba ahí. Pero conseguimos una familia, la de don Jorge, que viven en Otavalo y ellos volvieron a hacer los tapices”. Otra persona se encarga de enviarlos a España, donde se terminan de confeccionar las prendas.

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Al dejar de estudiar —y manteniendo trabajos aparte en producciones para Hermès y Golden Goose— se enfocó en una marca que le permite recuperar algo que ella siente que perdió cuando era pequeña: Ecuador. “Al final me fui de muy chiquita y perdí esa identidad mía”. La idea es enfocar un sentido de artesanía mucho más contemporánea en sus diseños, para sacarlos de la caja de lo étnico. “Me gustaría que el mundo viera esto y diga ¿y esto de dónde es? Y yo poder decir: esto es de Ecuador, pero es el futuro”.

Cortesía de Yemalla Studio.

Con Yemalla Studio, Sarah ha buscado salir de ese sentido masculino que tuvo la idea de su padre, de chompas grandes, para pasear en moto. Ella quiere algo más. Y acaba de lanzar una línea de pantalones —lo primero que hacen por fuera de las chompas— con un diseño enteramente de ella. “Le metimos tapices, pero no el tapiz entero en el que se ve el diseño de pajaritos, por ejemplo, sino como que los corté en tres partes, así se pierde un poco y se vuelve más abstracto, que es algo más cercano a mi visión”.

Ese sentido de juego y abstracción —Sarah también diseña vestuario más excéntrico, que ella define como prendas ligadas al movimiento y a los sentimientos, pero que no son parte de la marca— deberá ser el futuro de Yemalla Studio, para “trabajar mano a mano con artesanos y permitirles a ellos divertirse y salirse un poco de los motivos tradicionales”.

Cortesía de Yemalla Studio.

Yemalla Studio tiene varios puntos de venta en Europa, sobre todo en España, Francia, Italia, Suiza y Alemania; así como una tienda online. Las chompas tienen un precio de 300 euros y los pantalones varían entre 145 y 160 euros. Sarah Thomas está en proceso de encontrar ese espacio en Inglaterra. 

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Lo que no significa que no haya visto sus creaciones siendo usadas en las calles de la ciudad en la que vive. Alguna vez vio a una chica usando una de sus chompas; se le acercó y le dijo que estaba usando un diseño de ella. “Te das cuenta que se trata de una artesanía ecuatoriana por las calles de Londres y te dices: ‘Wow, pues estoy consiguiendo algo muy bonito’. Y a lo mejor la gente que la usa no es tan consciente de lo que está llevando y solo la compra porque les gusta. Pero cuando le conté lo que hacíamos, la chica se quedó como ‘Wow, qué interesante’. Esa es la magia de llevarla como prenda”, termina Sarah. (I)