Hay marcas que se piensan, otras que se sienten… y luego está Masahti, la firma ecuatoriana que Belén Chediak moldeó desde la intuición. Su nombre significa “dama de la luna”. Su creatividad nace entre lo femenino y lo fuerte, lo sutil y lo resistente, como los materiales que elige y las mujeres que imagina llevando sus piezas.
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Chediak es diseñadora de producto, formada en Quito y Barcelona, donde cursó una maestría en diseño de bolsos y calzado. Soñaba con estos últimos, pero las carteras la eligieron a ella: “me enamoré de su versatilidad, de cómo transforman un look y cómo te cambian la postura, la confianza, la energía”. Así fundó Masahti, en 2019, entre cuadernos llenos de bocetos y tardes de pandemia donde coser era un refugio con propósito.

Sus carteras tienen funcionalidad y estilo con raíces naturales. El cuero es su punto de partida: vacuno, 100 % natural y de curtiembres ecuatorianas. Fue elegido por ser un material resistente que tiene historia. “No hay hoy un material que iguale la durabilidad y el comportamiento del cuero (...) No quería crear algo que se desgaste rápido. La fortaleza también es ecológica cuando trasciende el tiempo”. Lo complementa con herrajes de aluminio de alta gama (provenientes de Colombia), que no se oxidan ni pierden color; cierres finos y detalles que evolucionan las piezas. No hay plástico. No hay atajos.
Esta ecuatoriana prueba, corrige y vuelve a empezar. Antes de salir, cada cartera vive con ella. Se usa, se llena, se dobla y se estresa para asegurarse de que resistirá el ritmo real. Por eso el proceso es paciente. Entre dibujar, prototipar, ajustar y pasar a producción, cada modelo toma hasta tres meses. Y, cuando llega el momento de producir, la magia ocurre en un pequeño taller en Quito, donde una pareja de artesanos marroquineros se convierte en su aliado. “Son mis padrinos”.

Cada lanzamiento no tiene más de 20 unidades por diseño y máximo dos o tres por color. La exclusividad no es estrategia –cuenta– es filosofía: piezas que duran, atemporales, ajenas al ruido de lo inmediato. “Nada de personalizaciones. Quiero que sean amuletos, objetos que llevas como símbolo de fuerza y suavidad (...) Mis clientas valoran lo único, lo que no se repite”. Su público son las mujeres, de nuevas generaciones, quienes invierten en piezas que hablan por ellas y que buscan construir su propio lenguaje visual.
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La inspiración llega en palabras y ciclos. Luna, mar, montaña, agua. A veces, una curva se convierte en herraje. Un paisaje se traduce en estructura. No hay prisa y quizás por eso se sienten tan personales. La marca lanza dos colecciones al año, en marzo/abril y noviembre/diciembre.
Los precios van desde los US$ 75 hasta US$ 175. Una línea de lujo accesible que tiene la misión de elevar el estilo cotidiano sin exagerarlo. Son bolsos pensados para mujeres seguras, que descubren que la calidad es inversión y que el estilo, más que pose, es voz.

Hoy, Masahti camina por Quito, viaja en avión a Barcelona, aparece en editoriales y en looks effortless de mujeres que aman el diseño. No grita tendencia, cuenta silencios, decisiones, texturas… como explica su creadora. Son para quienes saben que la moda no es disfraz, sino presencia. Y, sobre todo, para aquellas que piensan que la luna siempre estuvo de nuestro lado. (I)