A 40 minutos del Tena, se encuentra Serena, una población kichwa ubicada en la provincia de Napo. Para esta comunidad de 160 habitantes, la moda dio un giro de 180 grados a su estilo vida. Esta esfera artística les permitió crear una alternativa económica y un puente internacional para contar su historia.
La idea nació de Leonardo Cerda hace nueve años. Su historia refleja el significado de la palabra nómada. Su padre es oriundo de Serena y su madre de Tena. Pasó su infancia en la comunidad donde su abuelo era chamán y, más tarde, gracias a su formación, recorrió el mundo.
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Estudió relaciones internacionales (en Ecuador), administración pública (en Corea del Sur) y actualmente cursa una maestría en administración de empresas (en la Escuela Europea de Negocios de Madrid). Vivió varios años en Estados Unidos, viajando con frecuencia a Ecuador. En esas visitas, las mujeres de Serena le pedían que venda sus piezas de bisutería en el exterior, aunque sus tiempos no siempre lo permitían.


En 2016, Leonardo decidió regresar, renunció a su trabajo y creó este proyecto. “Más que por moda esto nació para generar una economía distinta a la que conocíamos con la extracción de recursos naturales”, manifiesta Cerda. Hakhu Amazon Design –que en kichwa significa “vamos”– busca promocionar los productos que realizan las mujeres y mejorar su calidad de vida. “En general existe una falta de servicios básicos y abandono estatal en las comunidades de la Amazonía. La mayoría de los trabajos que tenían las personas eran temporales y para hombres”.
El proyecto inició con capacitación. Los tejidos que se realizan son parte de un saber ancestral que se estaba perdiendo. Por eso fue esencial incluir a las nuevas generaciones. Con los productos finalizados, Hakhu buscaba que –independientemente que la organización compre sus creaciones– ellas sepan venderlas. “Había mucha violencia doméstica. Cuando las mujeres empezaron a tejer sus esposos les apagaban la luz, les botaban los mullos. Pero nuestra idea es demostrar que ellas sí tienen una voz en el hogar y en la comunidad”.
Rina fue la primera en recibir un pago de US$ 40 por sus productos. Cerda relata que, entre lágrimas, esta mujer le confesó que era la primera ocasión que sus hijos veían que ella aportaba al hogar. Poco a poco, se sumaron más participantes hasta llegar a 16 mujeres que tejen en su comunidad y más de 200 a lo largo de tres provincias. Hoy, un collar puede costar US$ 250.

En 2022, ya no solo realizaban bisutería, empezaron a confeccionar ropa. El proceso creativo es en comunidad, todos colaboran y buscan siempre una mezcla de sabiduría ancestral con innovación. Su objetivo es traer nuevos diseños que se diferencien de la producción nacional a la que estamos acostumbrados. La primera colección nació de la idea de Cerda de crear looks que ellos utilizarían para el famoso evento estadounidense Burning Man. Esta cápsula tuvo chaquetas de distintos colores del arcoíris, cada una representando la diversidad cultural indígena. Además de utilizar materiales reciclables.
Su segunda colección estuvo inspirada en el agua. Todas las piezas se mantuvieron dentro de una cromática azul y, al igual que la anterior, fue presentada en Nueva York. Mientras la primera alcanzó las 112 prendas, esta nueva propuesta redujo su producción a 56, fiel a sus principios de consumo ético. Luego llegó Rumi Yura, una línea más urbana, pensada para el público neoyorquino y elaborada con tintes naturales.
Este año compartieron Waska, su última colección, en el Indigenous Fashion Week de la Gran Manzana. En sus palabras, la muestra es una declaración viva: “somos territorio, color, movimiento y raíz”. Para esta ocasión trabajaron con artesanas de Imbabura y en la pasarela destacaron los mullos en arreglos para el cuello y la cabeza.
Cada prenda cuida el mínimo detalle para contar su relato. Desde los patrones utilizados hasta la cromática árida, con una mezcla de verdes y amarillos. “Es interesante cómo esto catalizó el empoderamiento y el fortalecimiento de otras iniciativas. No se trata solo de moda, sino de una forma de vida”.


Sus creaciones también tienen acogida en países como: Francia y Alemania, lo que les permitió incrementar su producción. Actualmente, Hakhu Amazon Design cuenta con tres talleres: uno en Quito, otro en Imbabura y el que está ubicado en su comunidad.
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Este año les llegó la invitación para participar nuevamente en la semana de la moda de 2026, con un venue de 400 personas. “Normalmente hacemos cápsulas de 12 a 15 looks, pero ahora haremos una entrega completa de 30 a 40”. Para Cerda, el desafío ahora es seguir cumpliendo con las expectativas de su comunidad, responder al compromiso con las mujeres y, sobre todo, mantener intacta su cultura. “El valor agregado de nuestro producto es la historia. Cada persona que compra Hakhu, está apoyando los procesos de defensa territorial, nuestra memoria, lo que somos”.

Al final, la moda se convirtió en un motor económico que impulsa a Serena, pero también en una forma de decirle al mundo que siguen aquí, creando desde sus raíces. (I)