Emilia Bahamonde y David Yépez no solo son compañeros de música, sino de vida y hoy están en Tesalónica, la segunda ciudad más importante de Grecia. Están en medio de una gira de 14 fechas que los llevó por algunos espacios en México —donde residen— y otras ciudades europeas. Un tour autogestionado que tiene que ver con su séptimo trabajo en estudio como Sexores, una banda que, con 15 años de existencia, encontró un equilibrio y una certeza sobre su identidad.
Sangre es el título de una producción que conecta todo lo que ha sido esta agrupación, que nació en Quito en 2010, con el reconocimiento que se tiene cuando se mira uno al espejo. Aquí hay synthpop, postpunk, darkwave, dreampop y shoegaze, géneros musicales que están ligados a la presencia de ruido, teclados y voces etéreas. Así como a una estética particular, que remite a lo gótico, a lo oscuro, a la noche, a la indagación por lo melancólico.
Este disco es un siguiente paso en su carrera. Bahamonde y Yépez no comparten el escenario con nadie más. En este momento, en los shows están los dos ante el público, con el aporte de secuencias y programaciones. Ella canta y toca la guitarra, mientras que él toca la batería electrónica, esta vez lo hace de pie. El resto de los sonidos vienen de la mano de la tecnología. Es lo que este álbum pide.
“Sangre quiere continuar con el sentido del álbum anterior, Salamanca —de 2020— y con el ejercicio de la gira, por eso quisimos que fuera fácil de interpretar, de tocar en vivo”, cuenta Yépez, a través de una videollamada, desde el futuro, ya que Grecia está ocho horas más adelante que Ecuador.
“Desde que nos mudamos a México nos dimos cuenta que la escena gótica nos acogía muy bien —dice ella— y justamente hemos girado en diferentes tipos de escenarios, festivales y encuentros con estas experiencias de lo oscuro, del darkwave, de lo robótico. Entonces, se trataba de respetar este tipo de visiones o perspectivas”.
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Sangre es el resultado de esa reflexión.
Una producción rápida
Sexores hizo un álbum que se mueve en dos niveles. Por un lado, es un trabajo que navega con comodidad por lo gótico y el darkwave, ese género musical que surgió en Europa a inicios de los años 80, como consecuencia del postpunk y el new wave, con sonidos sintetizados y con canciones casi siempre en tonos menores. Y, por otro, tiene una vocación bailable que se remite a sonidos y ritmos de hace 40 años.
No todo fue planeado. “En enero, el grupo A Place to Bury Stranges nos propuso ser su banda de soporte local para la gira con la que iban a recorrer México en 2025”, dice Yépez. Esa consulta reactivó un deseo de crear nuevas canciones. Salamanca solo fue tocado una vez en vivo y en 2021, por razones que van desde las personales hasta por el agotamiento de la autogestión. Sexores decidió darse un tiempo de descanso. En 2023 apareció Mar del Sur, un Ep de seis canciones, con el que recuperaron algo del espíritu más experimental y volátil del pasado.
Pero, habían pasado dos años. ¿Iban a salir a dar esos shows con temas que ya habían tocado antes? Desde luego que no. De los ocho tracks que componen Sangre, solo uno ya estaba escrito, el fabuloso Niebla, inspirado por la muerte del papá de Bahamonde. Según Yépez, este trabajo vino del impulso de no repetir lo que han venido haciendo: “tenemos esta especie de deseo de probar cosas nuevas”.
Así, ella empezó a componer canciones que estuvieron listas en menos de un mes. De ahí grabaron en el estudio que tienen en su casa, en México, así como en el estudio de la Facultad de Música de la Universidad Autónoma de México, UNAM, donde ella es docente. Y todo fluyó con rapidez. En cinco meses ya estaba listo para ser lanzado.
“Le dije a David, antes de Mar del Sur, que quería hacer un disco de darkwave, pero en 2023 no estábamos tan sintonizados —dice la cantante—. Ahora sí y como me gusta tanto, salió fácil. Siento que como es la música que escuchamos, eso evitó desacuerdos”.
Otros álbumes habían sido un poco más complicados y demandantes. Sangre no fue así. “Por poco fue: oye, increíble esta canción. Se imprime”, sintetiza él.
Los vampiros bailan en una discoteca
En Sangre colaboran varios artistas de distintos países. De Ecuador tocan Denisse Santos y Daniel Pasquel, de Can Can. Además, están Patricio Zenteno, de los chilenos Seatemples; y Carmina Rivera, del proyecto mexicano Minakim. La mezcla la hizo la propia Emilia Bahamonde, excepto un tema, mezclado por Matia Simovich. Toda la masterización la hizo el turco Doruk Öztürkcan, de la agrupación She past away.
Es más, sin esta última banda es posible que Sangre no existiera de la forma que existe.
“Apenas llegamos a México y los escuché, fue una revelación”, afirma Bahamonde, fascinada por los sonidos retro y la forma de cantar del vocalista, Volkan Caner. La formación actual de Sexores incluso repite la forma en que She past away se enfrenta al público en vivo: dos personas en la tarima ante el resto.
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“Hay otras bandas de darkwave para las que el performance es bailar en el escenario porque es una música que suele ser energética. Pero ellos no, es como que fueran dos vampiros tocando, dos personas muy serias y disciplinadas y todo es muy elegante”, resume ella, en su fascinación por ese estilo.
Eso era lo que querían urdir. Sangre es bailar, pero es hacerlo de una manera en particular.
“Pensé en crear una canción con la que un par de vampiros estuvieran bailando en una discoteca. Que tenga ese lado bailable, pero también una perspectiva de oscuridad, como si fuese un éxito ochentero al inicio de una peli de terror” y la confesión de Bahamonde es precisa.
Sangre es lo que sonaría al inicio de The Hunger, la película de Tony Scott, en la que David Bowie y Catherine Deneuve son dos de estos espectros que beben ese líquido rojo y viscoso del cuello de sus víctimas. “Como que nos interesó armar un disco que proyecte todo esto”, concluye Bahamonde.
Eso se cumple en los 30 minutos que dura. Sangre empieza con el tema que lleva el mismo título y eso que suena a pasado es, al mismo tiempo, la seducción que prodigan los discípulos de Drácula a sus víctimas: “Cae la noche y aparece tu figura ancestral, la fiebre me enloquece, no me puedo controlar”, canta Bahamonde y el embrujo está ahí, para que el oyente baile. (I)