Las bodas son efímeras, un instante que se desvanece con la misma rapidez con la que se lanza el ramo o se enciende la primera luz de la fiesta. Pero, hay un arte que convierte esos momentos en eternos: la fotografía. Detrás de cada imagen emotiva, elegante y con mucha memoria, están aquellas personas que se esconden detrás del flash. Estos profesionales narran una historia con mucha sutileza y construyen un recuerdo imborrable. Su trabajo es capturar la esencia de dos personas que deciden unir su vida y la transforman en imágenes que son una herencia familiar, piezas de arte y testigos de un día irrepetible.
Adriana Ortiz y Christian Brückmann se convirtieron en esos artistas. Están juntos hace 15 años y con esta unión nació su negocio. Ella, abogada de formación y apasionada de la moda; él, fotógrafo dedicado a la publicidad y la arquitectura. Son una pareja que encontró en esta “ocasión” el escenario perfecto para unir sus talentos. La primera novia que confió en ellos buscaba algo diferente, “unas fotos hipsters”, cuenta Adriana.
Aquella primera boda marcó un antes y un después. No había reglas ni listas interminables de fotos por cumplir, solo la libertad de mirar con otros ojos un ritual tan antiguo como el matrimonio. Mientras el fotógrafo oficial se encargaba de las poses impecables y los retratos de rigor, ellos se deslizaban entre los invitados y buscaban gestos íntimos, risas espontáneas y destellos de complicidad. Descubrieron que podían narrar una historia distinta. El álbum final sorprendió a los novios y encendió una chispa. “Desde esa noche, las llamadas no dejaron de llegar”.
Su estilo se marcó con la llegada de otra mirada, casi irreverente. Un ojo entrenado en la moda y la narrativa visual; y otro en la composición técnica y artística. La mezcla dio buenos resultados. Lo que para muchos era una fotografía social, para ellos se convirtió en un lienzo vivo donde las historias de amor podían contarse con un lenguaje propio.
Su sello quedó definido, la luz natural como protagonista y una estética que coquetea entre lo romántico y lo cinematográfico. Ella encuentra la emoción en un abrazo con la abuela; él, la perfección en la simetría y el juego de luces. Juntos crean un equilibrio que trasciende la moda y las tendencias, con imágenes capaces de transportar a los novios a ese instante exacto, incluso 10 años después.
Para estos expertos, las bodas destino son un desafío constante: nuevos espacios, culturas distintas y la necesidad de leer la energía de cada lugar para adaptarse en tiempo real. El reto también está en transformar un salón sencillo en un escenario digno de las expectativas de una novia que sueña con la misma estética que vio en su portafolio. Esa diferencia de miradas los complementa y es parte de la fuerza creativa que los llevó a trabajar en ciudades como: Florencia, Viena, Barcelona, Miami, México y Antigua, uno de los destinos más populares para parejas de Estados Unidos.
Tienen más de 240 bodas a sus espaldas. Pasaron de cubrir 40 ceremonias anuales a seleccionar unas 20 para centrar sus esfuerzos. Priorizan aquellas citas que les ilusionan y que resuenan con su visión estética. “Queremos que cada boda siga siendo un reto y no una rutina”, dicen. El motivo es simple: este trabajo exige tanto a nivel físico como creativo —cargar cámaras pesadas durante 12 horas, trepar escenarios, bailar con los invitados— que solo al preservar su energía logran mantener intacta la chispa que los distingue. Por eso, su agenda se llena con meses de anticipación y ya tienen fechas reservadas durante todo 2026.
Adriana y Christian ofrecen cuatro paquetes diseñados para cubrir bodas con distintos niveles de detalle y acompañamiento. El Paquete 1 (US$ 2.500) incluye dos fotógrafos, ocho horas de cobertura desde el getting ready de los novios hasta la fiesta, una mini sesión el día de la boda, 780 fotos editadas y una galería online personalizada. El Paquete 2 (US$ 2.950) suma valor con una sesión postboda (40 fotos digitales), un fotolibro de 30x30 con 80 fotos y 30 impresiones de 15x20, además de 850 fotos digitales.
Para quienes buscan una cobertura más amplia, el Paquete 3 (US$ 3.200) amplía a nueve horas de fotografía, con 900 fotos digitales, una sesión postboda más extensa (50 fotos), un fotolibro de 100 imágenes y 30 fotos impresas. Finalmente, el Paquete 4 (US$ 3.450) ofrece la experiencia más completa: 10 horas de cobertura, 1.000 fotos digitales, un fotolibro de 120 fotos y 40 impresiones de 15x20, ideal para quienes desean conservar un registro más robusto de cada instante de su celebración.
Además, la pareja propone extras que refuerzan la experiencia, como la sesión Save the Date previa a la boda, la sesión Trash the Dress o postboda y la opción de trabajar con fotografía análoga en film. Para reservar, es necesario un 50 % de anticipo y el saldo debe cancelarse hasta 15 días antes del evento.
Cuando se les pregunta por el matrimonio más lujoso que han fotografiado, Adriana y Christian dicen que el lujo no siempre es lo que permanece en la memoria. Lo que realmente los marca son las ceremonias personalizadas, aquellas donde los novios rompen el protocolo y convierten la tradición en un espejo de su propia historia.
“Cuando la boda refleja la esencia de la pareja, ahí está lo verdaderamente memorable”, dicen.
Un ejemplo inolvidable fue una boda íntima en Las Tanusas, en la costa ecuatoriana, donde una novia local y su pareja extranjera escribieron sus propios votos, el hermano ofició en lugar de un sacerdote y cada detalle estuvo diseñado para los invitados más cercanos. La celebración fue pequeña, pero cargada de emoción: risas, lágrimas y complicidad que hicieron que cada imagen fuera más que una postal; se convirtió en un testimonio vivo de un día irrepetible. Esa autenticidad, explican, trasciende el decorado y convierte una boda en una experiencia inmortal.
Algo similar ocurrió con una pareja quiteña que eligió personalizar hasta el último detalle: desde churros de Olón, en lugar de la mesa de dulces hasta granizados servidos en la playa de Ayampe. Ellos mismos, diseñadores de muebles, crearon parte de la decoración para que cada rincón llevara su sello. “Ese es el verdadero lujo: una boda que habla de ti”, señalan los fotógrafos. Para ellos, esas celebraciones —más que las que exhiben opulencia— son las que contagian energía, inspiran creatividad y se transforman en recuerdos que, como sus fotos, resisten el paso del tiempo. (I)