Se apagaron las luces y se cerró oficialmente la pasarela del Quito Fashion Week, un evento que –durante tres días– reunió a diseñadores nacionales e internacionales para conocer más sobre sus propuestas.
La pasarela del prime time de ayer, 30 de noviembre, contó con la participación de ocho marcas, que se tomaron la Fortaleza D.I.S pasadas las 20:00, con más de 100 asistentes, quienes sintieron –gracias a la música y las luces– la moda en su máxima expresión.
Ocho miradas: la diversidad que definió la jornada
La pasarela apostó por estéticas opuestas, decisiones claras y ejecuciones que marcaron carácter. Cada uno presentó un universo propio y una lectura distinta de lo que hoy significa construir identidad desde la moda.
Alfredo Martínez abrió con su sello: piezas estructuradas que combinan texturas y contrastes de blanco, negro y metálicos. Presentó siluetas que evocan corsetería, hombros amplios y flecos con volumen. Su propuesta se sostuvo en la precisión técnica y en la fuerza de las líneas.




Nina Smith llevó el dramatismo del imaginario español. Su colección tomó referencias flamencas, gitanas y taurinas con túnicas pintadas a mano o bordadas. Dominó la paleta en negro, rojo y amarillo con flecos, encaje, velos y polka dots. La capa de torero pintada a mano y el performance reforzaron su narrativa escénica.




Daniela Espinoza construyó un lenguaje urbano con ataches metálicos, prendas oversize y una estética grunge que se movió hacia lo contemporáneo. Su selección de colores —negro, rojo y metálico— sostuvo el enfoque industrial que definió la colección.




Lacole Eishon apostó por la mezcla de rayas en tonos tierra y colores pálidos. Sus siluetas tipo bombacha o globo en mangas y caderas buscaron volumen y dinamismo. La colección funcionó como un ejercicio de textura y proporción.




Anabel López presentó una propuesta marcada por el blanco, el negro, el dorado y el celeste. Usó apliques colgantes y guiños al universo cowboy: sombreros, botas y abrigos con cortes en la espalda. Su lectura del western se mantuvo estilizada y directa.




Spot reforzó la elegancia clásica. Mostró trajes para hombre y mujer con estructura limpia y colores como negro, verde botella y gris. La inclusión de bermudas como parte del sastre resultó uno de los aciertos de la marca. Cerró con un traje oversize con corbata para mujer que subrayó el potencial del tailoring contemporáneo.




Milu Espinoza unió flecos, encajes y drapeados dentro de un estilo con resonancias gitanas. Introdujo pantalones con movimiento y accesorios tejidos en crochet para la cabeza. Cerró con dos vestidos de fiesta con tul, bordados y brillos en colores intensos como: verde, azul, rojo y rosado.




Custo Barcelona presentó “Leave her alone”, una colección que transitó por varios estados. Inició con transparencias, espíritu boho y telas estampadas con brillo. Luego, mutó a una fase metálica, con siluetas holgadas. También, mostró prendas de mesh con prints y camisetas con ilustraciones de animales bajo la misma técnica.




La jornada dejó claro que la moda no solo muestra tendencias: también narra posiciones, tensiones y visiones del futuro. Cada diseñador aportó una voz que amplió la conversación estética de la región. (I)