Para la temporada primavera 2026, Simone Bellotti recibió la encomienda de imaginar la siguiente etapa de la casa Jil Sander. Su propuesta no fue tanto una reinvención de la marca sino un regreso a la visión minimalista original de Sander: dejó atrás los hombros sobredimensionados y el calzado robusto de sus predecesores, Luke y Lucie Meier, para recuperar las siluetas depuradas y la pureza práctica —aunque intelectual— de su fundadora.

Bellotti se apartó apenas de la línea del cuerpo, y cuando lo hizo, fue con intención. Trazó cortes escasos en las telas à la Lucio Fontana. Empleó el color de forma audaz, pero contenida. Cada pliegue estaba pensado; cada vértice del cuello, firme. Permitió que cada detalle encontrara su propio brillo.

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Alessandro Lucioni / Gorunway.com

Jil Sander primavera 2026.

La colección se percibió casi austera frente al telón de fondo fantástico de los pilares de la semana de la moda de Milán, como Versace y Gucci. Pero, de manera aún más irónica, cuestionó la interpretación actual de una idea similar en Nueva York. Gracias a desfiles como Fforme, Toteme y Kallmeyer, la ciudad estadounidense se ha consolidado como un epicentro dedicado a la “ponibilidad” —moda que se puede usar en varias ocasiones—. En comparación con el contingente americano, la reinterpretación de Jil Sander de Bellotti resultó más compleja en sus sutilezas singulares, menos estereotípicamente “bonita”. Tal vez se trate de un caso de dos cinturones cerúleos aparentemente idénticos pero totalmente distintos a lo El Diablo viste a la Moda; sin embargo, para quienes afinamos demasiado el ojo —como yo—, ambos campos lucen marcadamente diferentes.

Hemos perdido el hilo respecto a la palabra minimalismo hoy en día, especialmente en cómo la moda y sus actores la interpretan. Tendencias como el quiet luxury y la clean girl han reducido este concepto multifacético a un simple término de búsqueda. “Miramos lo mismo todo el tiempo y todo es una copia de una copia de una copia”, afirma la estilista Dione Davis, a quien suelen confundir con minimalista únicamente por recurrir a una paleta de colores neutros. 

Imágenes de décadas pasadas, congeladas en el tiempo, de Carolyn Bessette Kennedy y Gwyneth Paltrow aparecen en los moodboards de todas las marcas. Incontables tiktoks predican un estilo de vida “minimalista” a través de guardarropas cápsula de moda rápida: mezclilla de lavado claro, tejidos extragrandes y chaquetas de cuero, equiparando lo minimal con lo “neutral” y lo “básico”. El minimalismo consiste en reducir, por supuesto, pero lo hace para abrir espacio a la creatividad intencional —que impacta aún más cuando no hay nada que la distraiga.

france circa 1994: model walks helmut langs rtw (pret a porter) fall 1994 runway collection. (photo by guy marineau/conde nast via getty images)
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Helmut Lang otoño 1994.

Bellotti no fue el único defensor de esta versión más extraña —y quizá más fiel— del minimalismo en las últimas temporadas. Al fundar su marca con sede en Nueva York, Lii, el diseñador emergente Zane Li volvió la mirada hacia el minimalismo de vocación deportiva que impulsaron en los años 90 figuras como Sander, Calvin Klein y Helmut Lang. Su estética parte de reinterpretar siluetas clásicas y depuradas, fusionando utilidad con elegancia. Sus líneas son limpias y sus colores, saturados. Pero se trata de algo más que una sola imagen de pasarela archivada en un moodboard: “No creo que haya alguien de mi edad trabajando en moda que no esté inspirado por Calvin Klein o Helmut Lang. Pero creo que cuando hablas de los 9, ese nivel de precisión ponible se veía en todos los niveles”, admite el recién graduado del FIT (2023).

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Jonas Gustavsson.

Lii primavera 2026.

Durante un tiempo en la década de los 90, la simplicidad dominó la moda. Lo natural estaba in. El maquillaje, no. Helmut Lang nos entregó siluetas sutilmente distorsionadas con destellos de rosa vibrante sobre negro tinta. Martin Margiela nos conquistó con una austeridad extraña en Hermès, combinando tejidos escotados con camisetas sencillas y faldas columna con botas altas. Eran minimalistas, no aburridos. “¿Quieres saber cómo reconozco que algo es verdaderamente minimalista? No necesitas nada más”, plantea Dione Davis. Señala como ejemplo el desfile final de la colección primavera 1996 de Calvin Klein, con una fila de modelos en vestidos tipo sheath exquisitamente cortados, estilizados con sandalias casi invisibles, y nada más.

model kirsty hume. (photo by robert mitra/wwd/penske media via getty images)
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Calvin Klein primavera 1996.

Incluso en los rangos de precio más accesibles de aquella época, se mantenía la misma lógica. Nicole Rice, creadora de la cuenta de Instagram @simplicitycity, comenzó a publicar en 2014, usando la plataforma como si fuera Tumblr, antes de que este tipo de cuentas de imágenes de archivo se volviera común. “Me atrae lo contrario de lo que tenemos frente a nosotros todos los días”, afirma. “Ahora todo, para mí, parece hecho por IA”. Su feed nostálgico de rarezas perfectas y placeres sencillos reúne escaneos de antiguos catálogos de Banana Republic junto a un fotograma de Bonjour Tristesse y stills de pasarelas de Armani, así como una camiseta con un escote y un largo impecables, un pantalón cuya silueta se abre lo justo, de marcas tanto de lujo como de centros comerciales. 

Incluso en las prendas más económicas que publico, se nota la calidad”, explica Rice. Suele enfocarse tanto en las personas como en sus conjuntos. El hilo conductor es “una especie de sencillez, una confianza, una naturalidad: ser tú misma sin intentar convertirte en una imagen perfecta”.

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Cortesía de Grey's.

Grey’s primavera 2026.

La diseñadora Emily Grey, de Grey’s, considera que la calidad y, aún más, la disciplina en el diseño son los ingredientes clave, ya hablemos de los años 90, los 70 o los 20. “Los verdaderos minimalistas, como Yohji Yamamoto y Geoffrey Beene, tienen una relación totalmente distinta con la construcción de patrones que muchos otros diseñadores. Ambos podrían estar haciendo una camisa blanca, pero sus patrones y diseños serían completamente diferentes”, dice Grey.

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En su colección debut para otoño 2024, ella creó una chaqueta cuadrada afieltrada sobre la que han seguido iterando desde entonces. Su construcción es “engañosamente simple”, con una sola costura en el centro de la espalda y aberturas que funcionan como sisas. “Es casi cuadrada cuando se coloca plana, pero cuando cae sobre el cuerpo se transforma por completo, de una manera favorecedora y nada rígida”, señala Grey. Ese tipo de claridad sin restricciones en el diseño, reitera, es lo que falta en la conversación actual sobre el minimalismo en la moda.

geoffrey beene for beene bag fall 1975 ready to wear runway part i (photo by fairchild archive/wwd/penske media via getty images)
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Pero, por supuesto, este tipo de diseño suele venir acompañado de un precio elevado. Irónicamente, el minimalismo convertido hoy en moda rápida se ha vuelto una vía fácil para aparentar pulcritud. “La gente cree que el minimalismo los va a hacer ver ricos, pero es como un cosplaying del minimalismo”, teoriza Davis. Y si todos adoptamos la misma fórmula, entonces todos luciremos, bueno, iguales. En la búsqueda de la perfección, hemos perdido el encanto de la imperfección. Sobrestimulados por el mundo que nos rodea, hemos dejado que la idea del minimalismo se vuelva fácil, insípida… cuando en realidad es bastante radical, extraña, incluso rara. En 2025, abrazar el verdadero minimalismo podría ser la elección más audaz que puedas hacer. Entonces, el conjunto puede volverse más sobre la persona que lo lleva, sostiene Davis: “Y se necesita una enorme confianza en uno mismo para ser minimalista, porque estás bien con que seas solo tú”. (I)

Este artículo salió originalmente en Harper's BAZAAR Estados Unidos.