Fotografía de Tiphaine Popesco. Courtesy of the artist and Chertlüdde, Berlín.
Fotografía de Tiphaine Popesco. Courtesy of the artist and Chertlüdde, Berlín. Tiphaine Popesco

Sofía Salazar, de 26 años, vivió en Quito hasta los 18 años, cuando decidió irse a Francia para continuar sus estudios. Es licenciada en Bellas Artes –con distinción– por la Escuela de Bellas Artes de Lyon (ENSBA Lyon) y luego realizó un máster en la Escuela de Bellas Artes de París (ENSBA París). Más adelante fue seleccionada para una residencia en De Ateliers, una prestigiosa institución en Ámsterdam dedicada a acompañar a artistas emergentes a través de tutorías intensivas, producción y desarrollo de obras, en un entorno altamente crítico y profesional.

Fotografía de Meghann Peter, profirst. Courtesy of the artist and Chertlüdde, Berlín.
Fotografía de Meghann Peter, profirst. Courtesy of the artist and Chertlüdde, Berlín.

Entre Europa y América Latina ha aprendido, trabajado y crecido como artista y hoy crea exhibiciones que viajan alrededor del mundo. Salazar cuenta que el arte siempre fue parte de ella. Su madre, pintora, fue quien encendió esa primera curiosidad y pasión por la creatividad. Su punto de partida fue la pintura, pero pronto se movió hacia la fotografía. Ahí descubrió el método análogo y entendió la materialidad que vive detrás del proceso de revelar, con químicos, tiempos, papel y luz. Ese contacto manual, más físico que visual, fue abriéndole otra puerta.

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Comenzó a crear sus propios soportes, usando yeso y productos fotosensibles. “Ese fue mi primer paso hacia la escultura”. La imagen dejó de ser suficiente y sentía que existía algo en el volumen, en el peso de los objetos… que pedía salir del plano. Así nació su primera escultura, un colchón de cartón construido desde cero, inspirado en los colchones abandonados que veía en las calles de Ecuador y Francia. En ese momento, la artista recuerda que estaba obsesionada con ellos, “sentía que representaban esa presencia de cuerpos en los espacios públicos y entendí el potencial del objeto para representar el cuerpo humano”. Una estructura que, con los pliegues, el cansancio y la memoria, marcó la transición definitiva hacia la tridimensionalidad.

Desde entonces, se asegura de que sus piezas e instalaciones siempre tengan algo que decir. Su obra nace de los objetos de la vida cotidiana y de lo que observa en los contextos sociales, económicos y políticos que la rodean, explorando cómo esos objetos pueden imaginarse más allá de su función original, para darles un nuevo uso dentro de su proceso creativo.

Sofía Salazar Rosales Ateliers. Courtesy of the artist and ChertLüdde, Berlín. Fotografía: Natascha Libbert
Sofía Salazar Rosales Ateliers. Courtesy of the artist and ChertLüdde, Berlín. Fotografía: Natascha Libbert.

Ese impulso por narrar desde la materia se ve reflejado con fuerza en una de sus exposiciones más recientes en Ámsterdam (del 17 de mayo al 1 de junio de 2025), titulada: “Cómo vais a olvidar lo que las nubes aún pueden recordar”. Una frase del poeta cubano Nicolás Guillén que da nombre y resonancia, a todo el proyecto.

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Al entrar, se veía toda la exhibición de inmediato, pero Salazar decidió controlar la dirección en la que mirarían las piezas. Creó dos suelos distintos, aunque solo uno podía pisarse, una plataforma de metal que funcionaba como un muelle, marcando hasta dónde el público podía acercarse y desde qué ángulos observar cada obra. El segundo estaba hecho con una lámina de plástico proveniente de su taller, que con el tiempo había acumulado residuos y polvo de hierro hasta oxidarse, convirtiéndose así en su primer acto performático dentro de la muestra.

Sofía Salazar Rosales Ateliers 2025. Courtesy of the artist and ChertLüdde, Berlín. Fotografía: Natascha Libbert
Sofía Salazar Rosales Ateliers 2025. Courtesy of the artist and ChertLüdde, Berlín. Fotografía: Natascha Libbert.

“Es una exposición que –por primera vez– incluyó sonido”, confiesa la artista. Cada 15 minutos sonaban canciones de reggaetón instrumental. Para ella, este es un género que nace de lo local, pero se expande al mundo, construido a partir de ritmos y fragmentos de otras canciones. Ese gesto de apropiación y de reinvención dialoga directamente con su trabajo, donde toma objetos industriales y los reconstruye a mano desde su taller. 

Cada pieza de la instalación exploraba cómo la agroexportación ha moldeado no solo la economía latinoamericana, sino también los materiales que construyen nuestras ciudades en Ecuador. Desde un techo de zinc, reconstruido en panela, aludiendo al auge de la caña de azúcar y la importación de nuevos materiales, hasta reflexiones sobre la llegada del cemento tras el boom cacaotero. Salazar revela cómo lo cotidiano lleva inscritas historias de modernidad, explotación y transformaciones urbanas que a menudo pasan desapercibidas.

Fotografía de Kunst Halle Sankt Gallen. Courtesy of the artist and Chertlüdde, Berlín
Fotografía de Kunst Halle Sankt Gallen. Courtesy of the artist and Chertlüdde, Berlín.

Fotografía de Marjorie Brunet Plaza. Courtesy of the artist and Chertlüdde, Berlín
Fotografía de Marjorie Brunet Plaza. Courtesy of the artist and Chertlüdde, Berlín.

Fotografía de Marjorie Brunet Plaza. Courtesy of the artist and Chertlüdde, Berlín
Fotografía de Marjorie Brunet Plaza. Courtesy of the artist and Chertlüdde, Berlín.

“Mi trabajo se basa en una misma frase, hay cuerpos cansados por el viaje que buscan enraizarse”. 

No se trata solo de cómo utilizar un objeto, sino de pensar en el largo trayecto que tuvo hasta llegar ahí. ¿Qué ocurre si esos objetos, cansados de desplazarse, quieren quedarse?

Lo que Salazar crea no es únicamente arte, es un universo que transporta al visitante a la mente de una artista que observa, cuestiona y reconstruye. Sus espacios funcionan como invitaciones a recorrer su proceso creativo, a comprender el resultado final y, sobre todo, a detenerse en el mensaje. Ella quiere que, al mirar sus obras, el público reflexione y se pregunte, ¿por qué habitamos ciertos espacios con ciertos materiales? ¿Por qué consumimos sin pensar de dónde viene, qué carga o qué historia arrastra? Para la artista, si nos permitiéramos cuestionarnos eso más a menudo, el mundo sería distinto.

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Hoy trabaja en su próxima exposición en el Centro de Creación Contemporánea de Andalucía (C3A), en Córdoba, donde continúa expandiendo estas ideas. Su práctica le ha permitido viajar, moverse y formar parte de distintos contextos culturales. Es, en muchos sentidos, una residente del mundo. En cada desplazamiento lleva consigo sus raíces, una mirada ecuatoriana que atraviesa fronteras y que, desde afuera, sigue dialogando con lo que la formó. (I)