El pasado 17 de septiembre se anunciaron los nominados a los Grammy latinos, los reconocimientos más importantes de la música en español y portugués. Este año, la ceremonia de premiación se realizará el 13 de noviembre en Las Vegas, Estados Unidos. Y la ecuatoriana, Valentina López, celebra su primera nominación por su trabajo en el álbum “Cuatro azul” de Aitana, en las categorías: Mejor Álbum Pop Contemporáneo y Mejor Diseño de Empaque.
Llegar hasta este logro ha sido un camino largo, lleno de decisiones, aprendizajes y reinvenciones. ¿Cómo comenzó esta historia?
El arte y la creatividad siempre estuvieron presentes en la vida de esta compositora, pero no fue hasta los 12 años que escribió sus primeras canciones: “I’m so sorry” y “Love you again”. López recuerda aquellos días con los nervios y la incertidumbre de no saber cuáles serían sus siguientes pasos.
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Sin venir de una familia dedicada a la música, cada decisión fue un proceso de aprendizaje compartido con sus padres. Junto a su madre —a quien llamaba con cariño su “mamá manager”— recorrieron las radios de Quito hasta llegar a La Bruja, donde conocieron a Ricky Cueva. Él vio su potencial y decidió ayudarla, poniéndola en contacto con su amigo Diego Acosta, quien la guió para grabar su primer disco, con 12 canciones.
Desde su computadora, Kuinvi replicaba los sonidos de los instrumentos, hacía demos y preparaba el material para luego grabar las voces en el estudio. Ver de cerca el proceso de producción fue una revelación –comenta en una entrevista con Harper’s BAZAAR Ecuador– aunque en ese momento aún lo sentía como un territorio ajeno.

A los 17 años lanzó su primer álbum y llegaron oportunidades de abrir conciertos en Quito para artistas como: Justin Bieber y Demi Lovato. Desde esa época, Kuinvi sabía que esto era lo que quería hacer por el resto de su vida. Así comenzó su etapa académica en el Berklee College of Music, en Valencia, España, donde obtuvo una beca. Su profesora de canto la animó a contactar a Nacho Mañó, bajista y productor de la icónica banda Presuntos Implicados, para que produjera algunas de sus canciones.
Al entrar por primera vez a su estudio y descubrir el trabajo que se realizaba detrás de cada tema, algo cambió en ella. “No entendía nada del lenguaje técnico, pero me enamoré de la magia detrás de los botones, la producción y la ingeniería”.
Esas pequeñas interacciones y experiencias fueron su despertar creativo, moldeando a la artista y a la productora que es hoy. Con esa convicción, se trasladó al campus de Berklee en Boston, donde culminó sus estudios en producción musical e ingeniería de sonido. Al graduarse, se mudó a Miami. “Tenía un solo amigo que me invitaba a fiestas y así fui conociendo gente. Poco a poco empecé a hacer sesiones por todos lados”.

“Básicamente era la única mujer productora en muchas sesiones. Eso me empujó a trabajar aún más duro, a superarme cada día”. López sentía la presión de tener que demostrar su talento constantemente. Muchas veces, al entrar a un estudio, la confundían con la cantante. Lo que pocos sabían es que ella era quien hacía la magia detrás de la música.
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Como productora y compositora aprendió a mostrar su esencia. Para ella, cada colaboración es un diálogo creativo. Sus sesiones giran en torno a la amistad y a la confianza. “Aprendí que la colaboración es todo, la intimidad que se crea ahí es única”. Al preguntarle cómo describiría su proceso creativo –con la alegría que la caracteriza– cuenta que siempre empieza con una charla ligera que rompe el hielo, genera conexión y deja que la energía fluya. No hay reglas ni estructuras. Todo depende de lo que surja en el momento.
Ser ecuatoriana es una parte esencial de su identidad. Está presente en su música, en su mensaje y en la forma en que se relaciona con el mundo. Kuinvi describe a los ecuatorianos como personas especiales, generosas, trabajadoras y, sobre todo, amables: cualidades que siente profundamente cercanas a su personalidad y que influyen en su manera de crear y conectar con otros.
Si tuviera que definir su carrera, en una palabra, sería efímera. “Aprendí a agradecer por cada etapa y a disfrutar el momento presente. Donde hay gratitud, no hay espacio para el miedo”. Aconseja vivir siempre en el presente y disfrutar del proceso porque a veces, en un abrir y cerrar de ojos, todo puede cambiar. (I)