En 2019, la selección femenina estadounidense alcanzó el estrellato por su victoria en el Mundial de Fútbol. Según Dawn Scott, una de las entrenadoras del equipo, la clave estuvo en un detalle poco considerado: los ciclos menstruales de las jugadoras.
El proceso fue simple, registrar sus periodos. Así podían anticipar los días de menor energía, el síndrome premenstrual y los momentos ideales para la recuperación. Esta táctica no se quedó en la cancha. Nike adoptó la estrategia con un programa de sincronización menstrual en su aplicación de entrenamiento y pronto muchos entusiastas del fitness comenzaron a compartir rutinas adaptadas a cada fase. Más allá del ámbito deportivo, las mujeres también buscamos esas estrategias para optimizar nuestra energía diaria.
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En un mundo ideal, nos levantaríamos todos los días con el mismo nivel de ánimo, listas para comernos el mundo y con la energía suficiente para alcanzar nuestras metas. Sin embargo, solemos olvidar una diferencia fundamental entre los cuerpos masculinos y femeninos: el ciclo menstrual.
“La menstruación es algo que se da por sentado. Pensamos que es una cosa de pocos días y listo. Pero la verdad es que nuestro ritmo menstrual ovulatorio lo vivimos cada día de nuestra vida, incluso cuando ya no estamos menstruando”, explica Lola Moreano, licenciada en ciencias biológicas y especialista en educación menstrual.
Este proceso se considera incluso en un quinto signo vital –de acuerdo con la docente– por su capacidad de reflejar el estado de la salud de la persona. Los cambios que vivimos no solo influyen a los órganos reproductores, sino a todo el cuerpo: afectan a nuestro sueño, energía y ánimo. ¿Cómo podemos utilizarlo a nuestro favor?
Moreano y la ginecóloga ecuatoriana Thalía Álvarez manifiestan que es clave entender primero las cuatro etapas: folicular, ovulatoria, lútea y menstrual, durante 21 a 35 días. Todas conectadas a las glándulas de nuestro cuerpo y del cerebro.
La primera es la folicular. Los ovarios comienzan a madurar los óvulos dentro de pequeñas fundas llamadas folículos. Aquí actúa la hormona folículo estimulante (FSH). A medida que crece, el cuerpo produce estradiol, una forma de estrógeno considerada la “reina” de las hormonas femeninas. Este aumento mejora el ánimo y la energía, influye en el sueño, la piel y el metabolismo. Es, por lo general, la etapa de mayor claridad mental y bienestar.
Cuando el folículo se rompe y libera el óvulo —el momento de la ovulación—, se genera la hormona luteinizante (LH). Algunas mujeres pueden sentir un leve cólico o una pequeña punzada. La testosterona también sube por lo que puede aumentar el lívido sexual y la confianza. Aquí está el pico de energía.
Tras la ovulación, comienza la fase lútea, donde el folículo vacío se convierte en el cuerpo lúteo (se llama así por su color amarillo), encargado de producir progesterona. La hormona actúa como contrapeso del estrógeno: calma el sistema nervioso, favorece el sueño y tiene efectos antiinflamatorios. Sin embargo, cuando sus niveles descienden antes de la menstruación, pueden aparecer síntomas del síndrome premenstrual como sensibilidad emocional, cansancio, acné o insomnio. Es una etapa más introspectiva y sensible, en la que el cuerpo se prepara para cerrar el ciclo y comenzar uno nuevo.
Durante la menstruación, bajan el estradiol, la progesterona, la serotonina y las endorfinas, lo que puede provocar tristeza, irritabilidad o falta de energía. En estos días conviene reducir el consumo de fritos, lácteos, masas y alcohol —alimentos que favorecen la inflamación— y optar por movimientos suaves como caminar, estirarse o bailar.
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Para Álvarez, hubo pasos importantes durante estos años para eliminar el tabú sobre este proceso. “Hay mucho más interés. Tengo mamás que vienen junto a sus hijas para explicarles sobre el inicio de esta nueva etapa”. Moreano también advierte que estas directrices son una guía y varían según la calidad de vida y la situación de cada persona.
Más allá de memorizar nombres de hormonas, la docente enfatiza que lo importante es conocerse a sí misma. Llevar un registro de síntomas, emociones y energía en calendarios lunares o diagramas circulares permite reconocer patrones y observar cómo cambia el cuerpo cada mes. “Después de unos 90 días, vas a empezar a notar tus propios procesos para así utilizarlos a tu favor. Yo por ejemplo sé que no soy tan sensible durante la menstruación, sino después”.
Llevar este registro debe ser una herramienta que facilite el bienestar, no una tarea agobiante. Más que números o fechas, es un camino para reencontrarse, escuchar al cuerpo y crear un espacio de cuidado personal genuino. (I)