Como un agente silencioso, la cultura coreana se convirtió en un líder global desde hace más de 30 años. La ola, conocida como Hallyu, empezó en la década de 1990 y se abrió espacio con canciones, películas, series y personajes que conquistaron nuestra vida diaria. ¿Recuerdas en 2012 la canción “Gangnam Style”? ¿O el fenómeno musical BTS que atrapó a una amiga o dos en su fandom? A eso se sumaron los K-dramas que veíamos con nuestra mamá o abuela. Esta inyección cultural trajo también la popularización de la moda, los estándares estéticos y los rituales de belleza.
Así, la tendencia del K-Beauty aterrizó en Occidente y en Latinoamérica. La piel brillante y suave de las influencers se convirtió en el ideal de millones de jóvenes que se las ingeniaron para conseguir los productos recomendados en redes. No es casualidad que en 2024 la exportación de cosméticos coreanos creció un 20,6 % y sobrepasó los US$ 10.000 millones, según datos del Ministerio de Seguridad Alimentaria y Farmacéutica de Corea del Sur.
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Ecuador, por su parte, es el segundo país que más gasta en maquillaje, solo superado por Corea del Sur. De acuerdo con la firma internacional Kantar, 85 de cada 100 familias compran al menos un artículo al año. Y el 70 % se comercializa, principalmente, por catálogos y plataformas digitales, donde se encuentran marcas coreanas como: Mixsoon, Anua y Tocobo.
Para la dermatóloga ecuatoriana María José Núñez este fenómeno se sostiene en tres pilares: la gran variedad de opciones, el fácil acceso y los precios más convenientes. A diferencia del cuidado occidental, el skincare coreano apuesta por la prevención a través de una rutina de hasta 10 pasos, con tratamientos suaves que priorizan la hidratación y la fotoprotección. Pero, ¿podemos esperar que los productos y las prácticas que triunfan en Corea del Sur funcionen igual en Ecuador?
“Sus pieles son más sensibles por el clima cambiante y las estaciones, que afectan la barrera cutánea y por eso requieren más hidratación. En cambio, como latinos, solemos tener, en su mayoría, piel grasa o mixta. Si usamos demasiados productos hidratantes o unos no adecuados, la piel se vuelve oleosa y los poros se obstruyen”, indica Núñez.
El caso de los protectores solares es particular. Son de los más buscados por los consumidores ecuatorianos gracias a sus texturas ligeras y presentaciones novedosas (como los sunsticks de Tocobo). Sin embargo, surge la pregunta de si su protección es muy baja para el intenso sol de la línea ecuatorial.
La dermatóloga Julia Cabezas explica que se deben analizar los fototipos: una clasificación que describe la reacción de la piel al sol, basándose en la cantidad de melanina y su capacidad para quemarse o broncearse. En nuestro territorio predominan los fototipos III, IV y V, es decir, pieles intermedias a morenas, similares a algunos de Corea del Sur. Aunque ambos países tienen alta exposición solar, aquí la radiación es constante por nuestra ubicación, por lo que es clave elegir un protector que ofrezca la protección adecuada.
“Así como hay buenos protectores solares coreanos, hay malos. Lo mismo pasa con marcas de otros países”, indica Cabezas.
Al ritual de los 10 pasos se suma la proliferación de marcas que ofrecen versiones para cada necesidad. Ingredientes poco convencionales como la baba de caracol, el regaliz o el té verde se volvieron parte del lenguaje cotidiano del skincare. Este auge abrió la puerta a copias difíciles de identificar por sus empaques, que están en coreano.
"Quiero saber el porcentaje del producto, sus ingredientes, qué permisos tiene, para qué tipo de piel... Pero, ¿qué sucede? No sabemos, no solo por el idioma, sino porque no incluyen la información completa”, explica Núñez. Frente a esta situación, ambas dermatólogas recomiendan no incorporar artículos a la rutina sin la orientación de un especialista.
“Principalmente los ácidos y los retinoides. La piel es el órgano más extenso y merece cuidado y medicación como tu estómago o tu hígado. No podemos hacerlo irresponsablemente", enfatiza Núñez. Mal utilizados, estos productos o sus combinaciones pueden causar hipersensibilidad, dermatitis, eczemas o fotosensibilidad. Para evitar adquirir réplicas, es necesario comprobar que los empaques estén sellados y cuenten con registros sanitarios.
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Si acudir al dermatólogo no es una opción, Núñez y Cabezas sugieren mantenerse en lo básico, tres pasos: limpieza (dos veces al día), hidratación (en sérum o gel para piel grasa o mixta, y en crema para aquellos que tienen su piel seca) y protección solar (con aplicación cada dos o tres horas). Ambas reconocen que existen fórmulas coreanas de amplio beneficio y no es correcto descalificarlas en bloque.
Más allá de la moda y la lista interminable de nuevos productos, el K-Beauty despertó en Ecuador un interés por la salud de la piel que antes no se veía. “Lo bueno es que ahora los ecuatorianos nos preocupamos por nuestra cara. Las personas buscan ser más reales, con un rostro perfecto sin filtros”, aclara Núñez. La clave está en crear una rutina con criterio e investigación. (I)