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Vivimos en una era de sobreestimulación y microtendencias infinitas, por lo que no sorprende que muchas personas estén volviendo a la simplicidad del “uniforme”. La repetición en el estilo actual no tiene que ver con un minimalismo rígido, sino con recuperar la claridad, la identidad y la calma en una época donde la moda nunca se detiene. Desde los armarios cápsula hasta el quiet luxury, vestirse con uniforme resurge como una respuesta tanto estética como emocional a la vida moderna.

El vértigo de la fast fashion y las microtendencias dejó a muchas con fatiga de elección y con la frustración de armarios repletos de prendas que no terminan de combinar entre sí. Los armarios cápsula —colecciones depuradas y coherentes, centradas en piezas atemporales— volvieron a ocupar el centro de la escena como contrapeso directo. Sin embargo, a diferencia de su auge en la década de 2010, los cápsula de hoy no se basan en el minimalismo extremo, sino en la búsqueda de una elegancia más personal y refinada.

“Tomar una decisión menos al día puede parecer poco, pero libera una sorprendente cantidad de espacio mental".

Camisas blancas impecables, pantalones de corte sastre y una rotación de blazers pueden formar la columna vertebral de estos armarios, pero son las sutiles pinceladas de personalidad —ya sea un bolso distintivo, joyas llamativas o una paleta de color recurrente— las que aportan carácter. Este cambio se alinea con una respuesta más amplia contra la cultura de lo desechable: con la Generación Z liderando la conversación sobre sostenibilidad y los millennials adoptando el lema de “comprar menos, pero mejor”, vestir con uniforme se convirtió en una protesta silenciosa contra el consumo excesivo.

Vestirse con uniforme no se trata solo de una cuestión estética: también conecta con la psicología de la repetición y muchas personas lo describen como algo “liberador”. La doctora Dion Terrelonge, psicóloga especializada en moda, lo explica así: “para algunas personas, repetir lo que visten puede aliviar el estrés asociado a la sensación de saturación y agobio. Vivimos en un mundo con más opciones que nunca, pero más opciones también implican más decisiones. Es ahí donde surge la fatiga de decisión… reducir aunque sea en una sola elección nuestros días ya llenos puede liberar ese espacio mental para otras consideraciones importantes”.

Esa fatiga suele manifestarse frente al armario y se intensifica con las redes sociales. “Parte del cansancio que sentimos proviene de comparar nuestro vestuario con lo que la sociedad nos dice que deberíamos tener. Si ambas cosas no coinciden, tomar decisiones se vuelve más difícil”, añade Terrelonge.

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Thandi Maqubela

Sin embargo, la repetición puede devolvernos la confianza. “La ansiedad y el estrés pueden afectar enormemente a nuestra seguridad en nosotras mismas, pero en este mundo de excesos, algunas personas recurren al minimalismo como antídoto”, añade. En cierto modo, también es un acto creativo: “Las personas son más propensas a ser creativas cuando se sienten en sintonía consigo mismas. Vestir un mismo estilo ayuda a mantener una imagen coherente de uno mismo: es una forma no verbal de comunicar ‘esto es quien soy’".

En el ámbito laboral, los uniformes siempre se han asociado a la productividad: eliminar decisiones cotidianas libera espacio mental para tareas más significativas. Hoy, sin embargo, la repetición también se ha convertido en una herramienta de expresión identitaria. Del mismo modo que las marcas construyen su reconocimiento a través de una imagen coherente, muchas personas utilizan su uniforme personal para proyectar autoridad y autenticidad.

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Thandi Maqubela

Thandi Maqubela, directora jurídica y creadora de contenido, encarna a la perfección este equilibrio. “El código de vestimenta corporativo se ha relajado bastante con los años”, reflexiona. “Sin embargo, he notado que las personas con cargos más altos con las que interactúo tienden a mantener una indumentaria formal. La ropa es una herramienta válida de autoexpresión en el trabajo: aporta gravedad a una mujer que ya es capaz. No necesito prendas llamativas para destacar; todo se reduce a los accesorios y a mi interpretación personal del estilo”.

También considera que el uniforme favorece la productividad. “Soy muy disciplinada a la hora de planificar mis conjuntos para la semana: cuantas menos decisiones tenga que tomar por la mañana, mejor. Mis días rara vez son iguales, así que me tranquiliza saber que mi armario trabaja a mi favor, no en mi contra”.

Este renacer del uniforme está estrechamente ligado a los cambios estéticos recientes. El quiet luxury —encarnado en la sastrería impecable de The Row y las paletas sobrias de Succession— ha convertido la contención en una nueva aspiración. Lejos de ser austero, este estilo irradia confianza a través de la discreción.

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Caroline Issa

De forma similar, los clásicos preppy —camisas de rugby, faldas plisadas y blazers estructurados— han resurgido, rindiendo homenaje a la tradición pero reinterpretados con una sensibilidad moderna. Sin embargo, para Maqubela, el estilo personal trasciende las tendencias: “Hay prendas en mi armario que tengo desde hace diez años y que siguen haciéndome sentir increíble. Ese es el poder de saber qué funciona para mí, ayer y hoy”.

La diseñadora y consultora Caroline Issa aporta una visión más pragmática. Conocida por su sastrería y su audaz uso del color, confiesa: “Siempre me he sentido atraída por los trajes en tonos vibrantes. No fue necesariamente una decisión consciente de crear un uniforme, pero sí una elección recurrente que adapto según mi estado de ánimo”.

Sus pilares son simples, pero efectivos: “La silueta, la paleta de color, la calidad de los tejidos… si inviertes en estos elementos, tu armario se vuelve versátil, pero nunca aburrido. Busca marcas que te sienten bien y apuesta por básicos de gran calidad. Me encantan las camisetas de Sunspel, las chaquetas de Bella Freud y los pantalones de piel de Joseph. Son imprescindibles".

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Caroline Issa

Aunque la repetición ayuda a escapar del torbellino de las tendencias, Issa nos recuerda que no hay que perder la alegría de la moda: “Sal del ciclo infinito y ponte lo que te haga sentir bien. Pero mantenlo fresco: unos accesorios, un pañuelo, un cinturón, unas joyas o incluso un labial pueden transformar por completo un uniforme”.

Entonces, ¿vestirse con uniforme es simplemente otro regreso del minimalismo? No exactamente. Mientras que el minimalismo de los años 2010 solía implicar despojarse de la personalidad en favor de lo esencial, el enfoque actual es más flexible y personal. Se trata de una curaduría consciente: elegir prendas que reflejen no solo calidad, sino también identidad.

El uniforme moderno deja espacio para el juego, ya sea a través de las texturas, las siluetas o algún accesorio con carácter. Consiste en construir un armario que funcione como una base fiable, pero que a la vez permita expresar la individualidad. Ese equilibrio entre claridad y creatividad es, precisamente, lo que hace que la repetición nunca haya resultado tan atractiva.

Este artículo salió originalmente en Harper's BAZAAR Reino Unido.