Son pocos los tesoros de María Antonieta que existen (y resisten). Sin herederos vivos (solo una hija sobrevivió a la edad adulta, sin dejar descendencia), algunas de sus joyas más famosas no sobrevivieron a la Revolución Francesa. Subastadas, regaladas o robadas a lo largo de los dos siglos siguientes, las preciosidades que marcaron la vida de la "reina de la moda" aparecen rara vez para el público. Y aunque en septiembre se orquestó una exposición inédita sobre este personaje extravagante en Londres, gran parte de su estilo de vida opulento quedó solo en la memoria y en registros históricos.
Una excepción, sin embargo, ocurrió el pasado martes 17 de junio, durante la subasta de "Joyas Magníficas" de Christie's, en Nueva York. Entre 138 lotes, un diamante rosa de 10.38 quilates que supuestamente perteneció a Antonieta fue rematado por 13.980.000 dólares. La cautela de los especialistas es válida: cuando intentó huir de París en 1791, la soberana habría dejado parte de su colección de joyería con un peluquero que, tras la ejecución de la monarca, devolvió las piezas a su hija, la duquesa María Teresa.
Posible parte de la herencia, la rara piedra preciosa de origen indio fue heredada en 1851 por la sobrina de la aristócrata, la condesa de Chambord. Más tarde, cambiaría de manos nuevamente y terminaría en la colección de la reina María Teresa de Baviera en 1886, manteniéndose en la familia real hasta 1996, cuando fue vendido a un coleccionista particular. El nuevo dueño, anónimo, encargó al icónico joyero Joel Arthur Rosenthal, conocido como JAR, un anillo con la gema, rodeada por otros 17 diamantes que forman el diseño de la "flor de lis", símbolo máximo de la dinastía Borbón.
Ahora, con un nuevo propietario discreto, es posible que la joya solo aparezca públicamente de nuevo en décadas, siglos o… jamás.
Este artículo salió originalmente en Harper’s BAZAAR Brasil.