Son las 15:00 de un miércoles en SoHo, en Nueva York, y frente a la nueva boutique de Longines, a punto de inaugurarse, se ha reunido una multitud. No solo hay paparazzi, sino también ese tipo de turistas y compradores impecablemente vestidos que suelen recorrer el barrio a esta hora. Una pareja que pasa se detiene a preguntar qué sucede y un joven con suéter color crema les responde, radiante: “¡Jennifer Lawrence está ahí adentro!”.
Dentro de la tienda, Lawrence está sentada haciendo eso que solo ella sabe hacer: irradiar energía de estrella de cine y, al mismo tiempo, parecer una persona completamente normal. Lleva un suéter marrón con un cárdigan del mismo tono sobre los hombros, y una falda negra corta con un efecto de doble capa. Levanta un poco el dobladillo para mostrarme la confección. “Es un suéter sobre otro suéter”, explica, “pero no me puse una falda sobre otra". (En realidad, fueron Mary-Kate y Ashley Olsen quienes lo hicieron: el conjunto completo es de The Row.)
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Lawrence en la inauguración de la boutique Longines.
Lawrence está aquí para inaugurar la boutique y celebrar el lanzamiento del nuevo modelo de la marca de relojes. “El PrimaLuna”, dice, extendiendo un brazo para mostrarlo. “Normalmente no llamo a los relojes por su nombre oficial, pero este es elegante. Hace poco empecé a usar relojes como joyas, y creo que es una pieza realmente hermosa".
El PrimaLuna es, en realidad, el relanzamiento de un clásico modelo con fase lunar de la firma suiza, que cuenta con 193 años de historia. Con una caja abombada de 34 mm y 48 zafiros, posee un encanto lunar que resulta especialmente relevante en una época en la que cada vez más relojes femeninos comienzan a parecerse a pulseras. “Es una declaración. Y es permanente. No es una tendencia. Es agradable tener algo tan práctico y, al mismo tiempo, tan bello”, dice Lawrence.
El reloj viene con una esfera de nácar.
A sus 35 años, con una filmografía repleta de éxitos y dos hijos pequeños, Lawrence atraviesa una etapa de su vida en la que conviene ser decidida, incluso al elegir accesorios. “Estoy en una fase en la que uso más joyas permanentes, en lugar de cambiarlas. Tengo un ear cuff que llevo todos los días y unas tobilleras que también uso a diario".
Suena como cualquier otra madre ocupada, pero su estilo cotidiano se está convirtiendo en parte de la leyenda neoyorquina. Con frecuencia la fotografían por la ciudad luciendo esos conjuntos aparentemente simples, pero impecables, que hacen que otras mujeres quieran volver a casa, vaciar su clóset y ver si pueden lograr el mismo efecto.
Y resulta que encuentra inspiración en los mismos lugares que el resto de nosotros. “Me fijo en las siluetas, ya sea en internet o en la calle. Vivir en Nueva York es realmente inspirador", comenta.
Una de las tendencias que ha notado últimamente es el regreso de las superposiciones al estilo Y2K, no el tipo de sofisticación que lleva hoy de The Row, sino camisetas sobre camisetas sobre camisetas. “Empecé a ver que las capas volvían, y es divertido cuando ya tienes edad suficiente para recordar las tendencias de principios de los 2000, con la camiseta más larga asomando debajo".
Le gusta la idea de un vestido sobre pantalones, dice, pero no quiere saber nada de la otra silueta dominante de esa época. “Los skinny jeans están muertos y me alegra. No quiero que alguien pueda distinguir con absoluta claridad la diferencia entre el tamaño de mi muslo y el de mi tobillo".
Lawrence en el estreno en Roma de Die, My Love.
Con la promoción de su nueva película, Die, My Love, en marcha, Lawrence también ha sido fotografiada en clave de alta moda, como cuando llevó un Dior recién salido de la pasarela —extraído de la primera colección de Jonathan Anderson para la casa— durante el Festival de Cine de Roma. En el filme interpreta a Grace, una madre primeriza que se sumerge en una psicosis posparto. “Definitivamente conecté con el papel, porque la maternidad es un cambio de identidad enorme. De pronto eres tan importante para una persona que otra parte de ti empieza a sentirse invisible". Levanta las manos para ilustrar la diferencia entre la vida antes y después de tener hijos. “Es como… Antiguo Testamento, Nuevo Testamento".
¿Siente que su estilo se ve influido por los personajes que interpreta? “Pasa cada vez”, admite. “Es algo que tengo que controlar seriamente. Lo noto mientras estoy filmando, y luego veo las fotos y pienso: ¿quién es esa? Grace tuvo mucha influencia. Me di cuenta de que empecé a vestirme como ella". ¿Incluso Katniss Everdeen? “Bueno, tal vez no Katniss. Aunque no puedo hacerme una trenza sin pensar”—baja la voz, imitando un tono cómico—“‘Ah, ¿quieres que alguien mencione la película?’”.
Esa es la magia de Jennifer Lawrence: un equilibrio entre lo alto y lo cotidiano. Ganadora del Oscar, madre, amante de los relojes con zafiros, y aun totalmente dispuesta a poner una voz graciosa si eso ayuda a contar mejor una historia.
Este artículo salió originalmente en Harper's BAZAAR Estados Unidos. (I)