Prada

Raf Simons: "El miedo es el peor enemigo de la creatividad"

Raf Simons, codirector creativo de Prada, ha encontrado en la Signora su mismo espíritu independiente y pide a la industria de la moda más valentía, más inversión en jóvenes creativos y más respeto por el público.

Por Redacción Italia BAZAAR

Raf Simons en el show de Christian Dior en la Semana de la Alta Costura A/W 2015/2016. — Dominique Charriau/WireImage

De su debut con una marca propia al rol que hoy comparte con Miuccia Prada, Simons repasa su encuentro con Patrizio Bertelli, los desafíos creativos y su visión sobre el futuro de la moda.

¿Qué consejo daría para entrevistar a Miuccia Prada?

No lo sé, tendría que pensarlo. Es una persona impredecible, también en la forma en que responde. En general, siempre me parece interesante hacer preguntas que empujen a las personas fuera de su zona de confort, en lugar de las más tranquilizadoras, como “¿cómo trabajan juntos?”. No es que no nos parezcan interesantes, pero de algún modo las esperamos. En realidad hacemos poquísimas entrevistas, y nunca por separado, como está ocurriendo ahora.

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¿Cuándo se cruzó en su carrera con la marca Prada y con la familia?

Cuando fundé mi marca en 1995. En aquel entonces, Prada era una de las firmas que sentía como contemporáneas, además de algunos diseñadores belgas, por supuesto, y de Helmut Lang y Jil Sander. Interrumpí mi actividad en 2001 y enseñé en Viena hasta 2006. En cierto momento me llamó Patrizio Bertelli. La primera entrevista fue con él; Miuccia solo se asomó brevemente. Habían adquirido Jil Sander y me propuso convertirme en su director creativo. La idea me emocionó muchísimo.

¿Miuccia Prada conocía personalmente su manera de diseñar o solo había visto sus creaciones en tienda?

No lo sé. En aquel tiempo, Jil Sander era una marca muy seria, teutónica, minimalista. Yo era casi lo opuesto: belga, avant-garde, gótico, punk, oscuro, romántico. Me sorprendió que creyeran en mí. Pero poco después tuvieron que vender tanto Jil Sander como Helmut Lang. Eran tiempos difíciles. También para mi marca, para los independientes. Al principio todos nos miraban con gran favor. Había una nueva generación de diseñadores además de mí, como Mario Sorbo e Ilario Mori. En aquel momento la organización de la industria era diferente: los distribuidores multimarca todavía tenían un gran poder. A veces compraban firmas como Helmut Lang porque eran bellísimas para exhibir en el escaparate, aunque vendieran poco. Cuando Prada compró Lang y Jil Sander, para nosotros, los independientes, todo se volvió aún más complicado, porque los distribuidores empezaron a comprar más de ellos. Pero luego, entre 2006 y 2007, la estructura del mercado comenzó a cambiar y los distribuidores a tener menos peso.

Victor VIRGILE/Gamma-Rapho via Getty Images.

Miuccia Prada y Raf Simons en el show de Prada Ready to Wear S/S 2024 en la semana de la moda masculina de Milán. 

Mientras tanto, mi relación con Prada continuaba, aunque ellos ya habían vendido las adquisiciones. Recuerdo haberlos encontrado en un desfile de Miu Miu en Tokio. Bertelli me llamó de nuevo después de mi paso por Dior y tras mi salida de Calvin Klein. Me escribió una carta muy sencilla: “¿Te gustaría venir a Milán? Nos encantaría hablar del futuro”.

Y así llegó este encuentro.

Fue una larga tarde de conversaciones e ideas. Quedó claro que Miuccia no tenía intención de marcharse a corto plazo y que yo tampoco estaba interesado en trabajar solo. Así surgió la posibilidad de colaborar como codirectores creativos. En ese punto, por supuesto, Miuccia formaba parte integral de la conversación. Me pareció fantástico. De pronto, el acuerdo estaba hecho. Algo completamente distinto a Jil Sander: aquí se trataba de ser codirector creativo. El proceso de conocimiento que habíamos construido hasta entonces nos había acercado.

¿El grupo Prada es distinto de los otros con los que ha trabajado?

Mucho. Diría que es realmente atípico. Nada aquí está estructurado de manera convencional. Tras cinco años, todavía hay cosas que me sorprenden, pero funcionan perfectamente. Para empezar, es un grupo en el que están los fundadores. Y aunque las relaciones con los principales stakeholders —el director general Andrea Guerra, Lorenzo Bertelli, el departamento de marketing, el director financiero— son estrechas, no se desarrollan como ocurre en otros lugares. Rara vez nos hemos reunido todos en la misma sala. Es una fórmula muy particular, una organización muy distinta de las corporaciones estadounidenses, que no son de mi agrado. Me siento más afín a la manera europea y asiática de hacer negocios.

Cuando llegué a Nueva York, al principio pensé que se había cumplido un sueño, pero pronto llegó el baño de agua fría. En apariencia encontré gran corrección y simpatía, pero a mis espaldas las cosas eran muy distintas. Aquí todo es muy directo, las discusiones son explícitas. Siempre sabes dónde estás. Es imposible recibir una puñalada por la espalda.

¿Por qué decidió cerrar su marca en 2022?

Prefiero la palabra “suspender”, por ahora. Ante todo, por razones de vida privada. Gestionar dos marcas siempre fue muy frenético. Salías de una cosa y entrabas en la otra, y aun así seguías pensando en ambas. Con mi firma tenía un equipo pequeño, de absoluta confianza. Con la directora general, Bianca Quets Luzi, lo estuvimos reflexionando durante un tiempo: teníamos varios desfiles previstos, entre ellos uno en Londres, que tuvimos que cancelar y reprogramar, como todos, por la muerte de la reina Isabel. Pensé: “Hagámoslo en un club, sin asientos; quien llegue, es bienvenido. Abramos las puertas también a las escuelas y veamos qué pasa”. Y así fue. Perfecto. Ahí entendí que era el momento de detenerme.

Lo verdaderamente difícil fue gestionar a las personas con las que había trabajado. Tres de ellas siguen conmigo; se ocupan de muchas cosas. No es que todo haya desaparecido. Tenemos un archivo del tamaño de un campo de fútbol por organizar. Una parte de mí siente que esto no ha terminado. La marca sigue siendo mía, lleva mi nombre. Y si mañana quisiera reabrirla, incluso para hacer algo puntual, podría hacerlo.

Hablemos de su ADN y del de Prada. La música, la arquitectura, el diseño. La actitud hacia el corte, el styling, la combinación de distintos elementos.

En general, incluso cuando la moda es disruptiva existe un sentido de temor. Y el miedo es el peor enemigo de la creatividad. Uno se siente menos libre, cada quien levanta sus defensas.

¿Hará falta tiempo para que las cosas cambien?

Sin duda es un momento de incertidumbre por el contexto, pero no se trata solo de eso. Muchos big players han ido demasiado lejos; es como si hubiéramos cruzado el punto de no retorno. El poder ya no está en manos de los diseñadores. Muchas marcas están dirigidas por personas que no tienen nada que ver con la fuerza creativa de sus fundadores. Se han puesto en marcha mecanismos económicos que funcionaron como multiplicadores durante años, cuyo resultado, sin embargo, es triste para quienes realmente aman la moda.

Creo que deberíamos encontrar la forma de proteger a los jóvenes diseñadores independientes. Cultura y negocios no siempre van de la mano. Cuando fui a Dior lo hice por curiosidad y porque pensé que sería muy avant-garde de mi parte dirigir una casa así. Me pareció un desafío, algo underground, y por eso inesperado. Trabajar con el equipo de Dior fue un gran placer. Muchísimo diálogo, gran cohesión; pero en cierto punto sentí que era el momento de marcharme.

Calvin Klein fue mi sueño americano, pero no funcionó. Cuando me fui pensé: “Ya tuve suficiente. No quiero seguir siendo director creativo. Quiero quedarme tranquilo en Amberes y concentrarme en las cosas que me interesan”. Luego llegó Bertelli. Era la última marca de la que hubiera esperado una llamada, pero también una de las pocas a las que podía decir que sí. Sobre todo por una cuestión de cultura, de mentalidad, por la capacidad de Miuccia para enfrentar el mundo tal como es, con todos sus cambios. No quiero convertirme en alguien que dice: “Antes sí que era mejor”, pero yo tengo menos responsabilidades, no cargo con la empresa ni con las personas; para mí es más fácil. Hay que ser muy pragmático, además de mantenerse al ritmo de la moda.

Dimitrios Kambouris/Getty Images.

Raf Simons ganó Diseñador del Año en los premios CFDA 2018. 

¿Cree que el sistema moda necesita un reset, volver a fundamentarse de otra manera?

Si alguien supiera cómo hacerlo, debería intentarlo. Pero creo que nadie lo sabe. En los años 70, 80 y 90 era mucho más fácil para los independientes abrirse camino. Todas las generaciones deberían desear que, en algún punto, alguien dé un paso adelante y los empuje a la escena.

Por ejemplo, Dries Van Noten —el diseñador belga de mayor éxito comercial— decía: “Vayan a ver a esos chicos, porque son buenos”. No estaba promoviendo a un competidor, estaba fortaleciendo el sistema. El pensamiento era: mientras más jóvenes se consoliden, mayores serán las posibilidades de que yo, mi entorno y mi generación perduremos, porque así es como fortalecemos la moda. Es una actitud que quizá se ha perdido. Pero no quiero ser negativo. En realidad, creo que las cosas sí pueden cambiar. Podría incluso resultar sorprendentemente fácil.

¿Cómo?

Si cada director creativo dijera: “Mañana renuncio”, ¡BUM! Y al día siguiente todos volveríamos a empezar como independientes. Deberíamos tener un poco de dinero para arrancar, ¿no?

¿Cree que a Miuccia le gusta el riesgo?

No la definiría de ese modo. Asume la responsabilidad de aquello en lo que cree.

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¿La adquisición de Versace es un riesgo?

Cualquier cosa puede serlo en un momento de mercado tan difícil como este. Podría incluso ser un movimiento acertado. Es un tema sobre el cual prefiero no hablar demasiado. Prefiero hablar de Prada. A veces me gustaría intentar forzar la realidad. Cosas como: “No se puede hacer un show sin seating, dejando a la gente de pie”. ¿Por qué no? Deberíamos atrevernos un poco más.

Hablemos de arte. Usted y Miuccia son coleccionistas y conocen personalmente a los artistas. ¿Cómo influye eso en su trabajo?

No se trata de adquirir obras. Es un involucramiento. Los artistas forman parte del aire que Miuccia respira, aunque a ella le gusta mantener separados el trabajo y la relación con ellos. Para mí es una parte fundamental del día a día. No puedo imaginar un día sin arte.

En Bélgica, cuando era chico, había un curador legendario, Jan Hoet. A mediados de los años 80 empezó a organizar la serie de exposiciones Chambres d’Amis en Gante, en la que 50 artistas europeos y estadounidenses eran invitados a crear obras para otras tantas casas privadas. Hicieron incluso un documental. Yo tenía 15 años, vivía en un pueblo pequeño; no había internet, teníamos una sola tienda de discos, televisión y ni una boutique. Son cosas que me influyeron muchísimo.

Luego me gradué en Furniture design. Hice una pasantía con Walter Van Beirendonck, primero en Amberes y luego en París, donde conocí a la vanguardia de los jóvenes creativos. Aún no diseñaba, pero para él realizaba muebles, accesorios, máscaras, espejos. Me apasioné por la moda y entré en contacto con Linda Loppa, entonces responsable del departamento de Moda de la Academia de Amberes. Su esposo producía documentales, también aquellos sobre arte que tanto me interesaban. De pronto, la conexión entre Linda, su marido y yo fue muy significativa, aunque fuéramos de generaciones distintas. De algún modo me adoptaron.

Dije que no quería seguir diseñando muebles, que quería ir a su escuela. Ella me retó: “Demuestra que sabes hacer algo”. Me volvió loco. No sabía dibujar el cuerpo humano; hasta ese momento solo había hecho objetos, automóviles. Así que pedí ayuda a unos chicos que habían estudiado sastrería. Produje unas cuarenta piezas y regresé con Linda: “Aquí están, ahora déjame entrar a la escuela”. Pero ella se negó y me envió a Milán con Daniele Ghiselli, entonces distribuidor europeo de Helmut Lang y otras marcas.

Salimos en un coche viejo: yo, una amiga, las 40 piezas, algunas fotos y un video que había preparado con chicos delgados, dark, de hombros pequeños. Él me dijo: “No quiero ver fotos ni videos, cuelga la ropa”. Estaba aterrorizado. A los pocos días me llamó: “He vendido a nueve tiendas en Japón”. “¿Y ahora qué hago?”, pregunté. “Tienes que producir”. Yo era tan ingenuo. No sabía cómo moverme. Mientras tanto, había corrido la voz; recuperé las prendas, desperté interés por una exclusiva en Bélgica. Linda me dijo: “Por eso no te acepté en la escuela. Habría sido una frustración. Tú sabes lo que quieres hacer, estás listo”.

De algún modo, sigue ocurriendo así. Hay chicos de Ghana, de México, con las mismas esperanzas.

Sí, pero ahora probablemente todos son más conscientes. Yo era realmente ingenuo. Empecé a hacer videos con los chicos que formaban parte de la escena de Amberes. El primero incluía temas de Sonic Youth. Luego conocí al esposo de una galerista que trabajaba en la industria textil. Me financió durante un año. Muy honesto, directo, sencillo; todos verdaderamente interesados en crear algo nuevo. Ni siquiera había expectativas multimillonarias. Durante cuatro temporadas solo hicimos presentaciones. Yo quería ir a París. Los desfiles llegaron después, cuando nos dimos cuenta de que era más sencillo organizarlos que producir videos, que requerían trabajo anticipado. Me llamó un press agent. No imaginaba que necesitara uno. Durante el primer desfile, alguien que fumaba incendió una silla. Era un mundo así.

Volvamos al proceso creativo con Miuccia. ¿El diálogo cambia cuando diseñan para hombre en lugar de para mujer?

Diría que no. Tal vez intento contenerme un poco más para respetar la firma, pero no lo digo en sentido negativo.

Daniele Venturelli/WireImage.

Miuccia Prada y Raf Simons en la pasarela de Prada durante la Semana de la Moda Masculina de Milán S/S 2025.

Ambos van a contracorriente de los clichés de la moda masculina y femenina: nada de supermodelos, machos alfa…

No vengo de un entorno burgués, del cual en cambio proviene Miuccia. Para ella quizás es natural pensar en esas referencias, incluso solo para ser controvertida respecto de sus orígenes. Lo que hace es profundamente inspirador para mí. Cómo observa el mundo, la forma en que la gente se viste, esas pequeñas cosas de enorme importancia para quienes nos dedicamos a la moda: los detalles, los colores… Todo eso reavivó en mí una sensibilidad esencial.

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Miuccia Prada está enamorada de la idea de lo nuevo. ¿Qué es lo nuevo para usted?

No creo que para Miuccia sea algo jamás visto antes; más bien es hacer lo correcto en el momento correcto. Es inútil decir “yo lo hice hace ocho años”, como sucede con algunos, a menudo por frustración, cuando ven las colecciones ajenas. La naturaleza de la moda es estar en el sitio preciso en el instante preciso.

Volviendo a lo que decíamos antes sobre el clima general de miedo, lo nuevo también es permitirse arriesgar, explorar territorios inesperados. Cuando empecé, lo mío era una reacción total al establishment. Ahora se diseña mucho mirando a los demás, a la competencia, a lo que se considera adecuado para cada mercado. No tengo la verdad absoluta ni las certezas que otros parecen tener, pero creo que se debería pensar más en el público. El público es inteligente, más perceptivo de lo que se cree, y siempre estará interesado en la moda. Puedes engañarlo por un tiempo, pero no para siempre. (I)

Este artículo salió originalmente en Harper's BAZAAR Italia.