Jennifer Johnson es experta en convertir lo ordinario en extraordinario. La galardonada diseñadora de vestuario colaboró por primera vez con el cineasta Yorgos Lanthimos en Kinds of Kindness, y ahora vuelve a unir fuerzas con Bugonia, una comedia negra absurdista que reinterpreta el filme de culto surcoreano Save the Green Planet! En esta versión, Jesse Plemons interpreta a un apicultor conspiracionista con cuentas pendientes, que secuestra al personaje de Emma Stone, la directora ejecutiva de una farmacéutica. Explicar más sería arruinar la experiencia: baste decir que las cosas se tornan bellamente —y delirantemente— extrañas.
En ocasiones, el vestuario de la película parece un personaje en sí mismo, pero nunca de la manera que uno imaginaría: desde los pumps de Louboutin convertidos en arma por Stone, hasta la insólita ropa interior contra frecuencias electromagnéticas de Plemons —que en realidad nunca vemos en pantalla, pero hablaremos de eso más adelante—. Ya sea al añadir la pátina perfecta a un traje de apicultor o al encontrar el equilibrio entre la sobriedad corporativa y el derroche camp en el abrigo de una CEO, Johnson demuestra una vez más su capacidad para transformar la tela en una declaración artística. No por nada es la diseñadora que convirtió a Ana de Armas en Marilyn Monroe en Blonde y a Margot Robbie en Tonya Harding en I, Tonya.
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Cuando conversamos con Johnson, tenía mucho que compartir sobre el proceso de Lanthimos, el divertido tropiezo de Stone con sus tacones y por qué diseñó una pieza de ropa interior a prueba de radiación que nadie verá jamás.
Esta es tu segunda película consecutiva con Yorgos Lanthimos, después de Kinds of Kindness. ¿Qué te entusiasmaba de crear el vestuario de Bugonia?
Cualquier invitación a trabajar en una película como esta se convierte en una experiencia única, porque reúne a un grupo de personas afines, con una sensibilidad artística que piensa fuera de los límites. Hay mucha libertad. Esa invitación abre posibilidades más allá de lo que normalmente harías. Siempre es un placer, porque recibes unas cuantas indicaciones y luego te permiten desatarte por completo.
¿Y cuál fue la parte más desafiante?
Lo más desafiante… ¡no podemos decirlo!
Sin spoilers, por supuesto.
Pero creo que, cada vez que trabajas con un director que te da libertad ilimitada, el reto es estar bien con equivocarte. Te ponen en una posición para explorar sin tener siempre las respuestas correctas. El desafío en cualquier película es otorgar dignidad a cada personaje en el proceso—no burlarte de nadie—y darles autenticidad. Ya había visto la película original que inspiró Bugonia, Save the Green Planet!, que es fantástica, pero un poco más camp. Queríamos hacer algo más real, menos extravagante.

¿Cómo fue tu proceso de investigación para Bugonia? Es una película tan moderna, tan específica y tan única que imagino que debió ser difícil encontrar referencias.
Yorgos te envía el guion y quizá dos o tres imágenes al inicio, y puede que tenga un artista favorito u otra referencia… pero luego, de algún modo, te empuja del precipicio y te deja volar. Hablé con el diseñador de producción, el equipo de peinado y maquillaje, y el director de fotografía, y después simplemente comencé a recolectar referencias: ver otras películas, hurgar en bibliotecas y libros, explorar eBay. Buscaba un hilo, una chispa, algo que sorprendiera a Yorgos, a mí o a los actores. Y a veces es algo extremadamente sutil.
¿Cómo empezaste a construir estos personajes, a hacer que se sintieran reales sin acercarte demasiado al camp?
Para el personaje de Teddy, quería apoyarme en su paranoia, en su preocupación por el medioambiente y por los efectos de los químicos y del capitalismo descontrolado. Trabajé con la idea de la protección contra EMF, o frecuencias electromagnéticas. Él tiene una versión casera de eso. No el sombrero de papel aluminio que se sentiría ridículo o demasiado “ciencia ficción de los 50”. Tiene esta ropa interior contra EMF, que en realidad nunca vemos en cámara. También lleva una piedra llamada shungita para protección. Le di a algunos personajes estos pequeños elementos que el actor posee, pero que el público nunca ve.

Perdón, ¿dijiste “ropa interior contra EMF”? ¿Como en “ropa interior que bloquea frecuencias electromagnéticas”?
¡Sí! Los dos chicos, Teddy y Don —interpretados por Jesse y Aidan Delbis— tienen estos trajes plateados contra EMF porque temen que Michelle emita radiación. Los cubrimos con cinta metálica de plomería, para gran molestia del equipo de utilería, que tenía que coser a mano el foil que se despegaba constantemente. Esos vestuarios fueron muy divertidos en las pruebas. Los chicos se reían muchísimo al usarlos, aunque el foil era terriblemente quisquilloso.
¿De dónde obtuviste todo este material EMF?
Según mi vendedor en Amazon, el material auténtico contra EMF contiene plata esterlina, así que es extremadamente caro. Hay una empresa en Holanda que vende trajes completos de protección por alrededor de 3,000 dólares. Así que, para Teddy, tuvimos que crear algo que luciera hecho en casa, algo que él mismo podría haber elaborado. M.I.A., la artista, incluso tiene una línea de moda EMF. Es gracioso hablar de ello, pero la ropa interior contra EMF forma parte de esta subcultura en la que Teddy se adentra. El público puede pensar que está loco, pero hay algo de realidad en eso: estamos expuestos a muchos químicos y radiación.

Es muy interesante que dediques tiempo, esfuerzo, presupuesto… a elementos que el público nunca ve. ¿Por qué son importantes para ti esos detalles ocultos?
Mi relación inicial con el actor es fundamental, especialmente con alguien como Jesse Plemons, con quien ya había trabajado en Kinds of Kindness. Cuando un actor llega a una prueba de vestuario, tienes una ventana muy breve para hacerlo sentir cómodo y generar confianza; así que, a veces, cuando le ofreces una especie de talismán, algo que pueda llevar con él y que quede entre el actor y yo, es como un pequeño secreto. Es una forma de que entre en el personaje en silencio, y no es asunto de nadie más. Es como cuando encuentras una piedra favorita que haces rodar en el bolsillo. Algo que puedes sostener y que da verdad a la experiencia del personaje. Es casi un regalo del mundo del vestuario para el actor.

Estoy obsesionada con el vestuario de Emma Stone en esta película, en su papel de Michelle, esta ejecutiva corporativa de alto nivel. ¿Te inspiraste en alguien en particular para crear los looks de Michelle?
Me inspiré en figuras del gobierno: senadoras, gobernadoras, ese estilo genérico y ultra corporativo. Empezamos con un planteamiento muy recto para Michelle, muy corporativo, muy “pieza del engranaje” gubernamental. Estaba un poco desaliñada, pero eso evolucionó hacia algo más hermoso y estilizado. Lo resolvimos durante las pruebas. Su saco, por ejemplo, es de McQueen. En un punto exageramos las hombreras hasta volverlas casi cómicas, y luego retrocedimos porque no queríamos que resultara demasiado humorístico. El color se mantuvo severo. Su abrigo color vino fue hecho a medida. Necesitábamos alrededor de diez para las escenas del secuestro.
También hubo un abrigo de Saint Laurent que probamos al principio y que era extremadamente exagerado. Empezamos en grande y luego fuimos depurando—pasamos de “senadora desaliñada” a “ejecutiva francesa”. Todo fue hecho a medida excepto el blazer de McQueen. Sus zapatos eran Louboutin, su bolso, Saint Laurent. Sus gafas venían del departamento de utilería y su reloj era un Cartier Tank con correa color vino.

Sus Louboutins podrían estar nominados a mejor actriz de reparto.
Todo en el vestuario de Michelle tenía que ser muy icónico, como preguntarnos: ¿cuáles son los objetos más poderosos y costosos que podría tener una directora ejecutiva? Y los Louboutin son tan icónicos. Cuando secuestran a Michelle, ella se quita los zapatos a patadas, y un día en el set escuchamos por los walkie-talkies: “¡Zapato en el techo!” Emma los había lanzado tan alto que terminaron sobre el techo de un edificio de dos pisos. El equipo de producción tuvo que subir una escalera y trepar para recuperarlos. ¡Los zapatos eran casi un arma! Ese quizá fue su regalo: tener este traje y esta silueta que se sentían un poco “armamentizados”.

¿Cómo es colaborar con Emma y Jesse, especialmente ahora que ya has trabajado antes con ambos?
Siempre es maravilloso. Yorgos elige actores que no solo son extremadamente talentosos, sino genuinamente amables y colaborativos. Personas que no temen ensuciarse las manos. Emma es bellísima, pero no tiene ningún problema en embadurnarse con una crema blanca grasosa o desordenarse. Eso hace mi trabajo más divertido, porque no estamos preocupados por una noción de belleza que no corresponde al personaje. Además, es traviesa y tiene un gran sentido del humor.
Hacemos muchas pruebas, incluso cuando no tenemos mucho tiempo. Los actores pueden vivir en el vestuario un par de horas, almorzar, tomar café, tomarse fotos. El director toma Polaroids, las revisamos. Vivimos con el vestuario lo suficiente para sentir si algo es inauténtico. Incluso si es extravagante, tiene que tener verdad.
Eso suena importante: permitir que los actores “vivan” en el vestuario antes de filmar sus escenas.
Mis primeras pruebas con Emma y Jesse fueron en Nueva York. Ella se probó unas botas muslo-altas de Saint Laurent que eran muy sexys—casi dominatrix. Pero esa sensualidad no se sentía adecuada para el personaje. Cambiamos a Louboutins, que se convirtieron en un personaje propio cuando salieron volando. Todo para esas escenas debía ser rápido: nada podía obstaculizar su movimiento.

De Louboutins a ropa interior contra radiación… debiste divertirte muchísimo buscando vestuario para esta película.
Es una de mis partes favoritas del trabajo. Soy gran fan del vintage y de las piezas de segunda mano. Para alguien como Teddy o Don, me encanta buscar en eBay. A menudo trato de encontrar vendedores de la misma zona donde podría vivir el personaje. Como Teddy trabaja en una granja, busqué vendedores en Nebraska. Mucha gente vende marcas como Carhartt—que ahora se ha vuelto el nuevo vintage. Yo quería piezas auténticas: sucias, manchadas de pintura, vividas. Necesitábamos múltiples para las escenas de riesgo, así que sacábamos patrones de esas prendas, construíamos varias versiones y las desgastábamos para que coincidieran.
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¿Hay otras piezas favoritas que debamos buscar en la película?
Los trajes de apicultor vinieron, en realidad, de una amiga que tenía una colmena en la pared de su casa. Le pedí el contacto de su apicultor y terminé conociendo a una familia de varias generaciones que criaba abejas en su patio trasero. Me vendieron sus trajes antiguos —olían a humo, cera y miel—. Compramos trajes nuevos e hicimos que nuestra artista de pátinas, Rafaella Buck, los aerografiara y envejeciera. Fueron extremadamente laboriosos, pero hermosos.
Esta entrevista ha sido editada y condensada ligeramente para mayor claridad.
Este artículo salió originalmente en Harper's BAZAAR Estados Unidos.