Este 2025 fue un año de altos y bajos, marcado por cambios constantes en la moda y una inestabilidad particular en las casas de lujo, casi como una ruleta de directores creativos siempre girando. Entre los debuts más comentados estuvieron la llegada de Matthieu Blazy a Chanel, Demna a Gucci, Jonathan Anderson a Dior y McCollough & Hernández a Loewe. En total, se registraron alrededor de catorce nombramientos en las casas más influyentes de la industria, movimientos que reactivaron la conversación global sobre dirección creativa.
Al mismo tiempo, las microtendencias ganaron fuerza como nunca, apareciendo y desapareciendo en cuestión de semanas.
Estas pequeñas corrientes estéticas, impulsadas por redes sociales y ciclos acelerados de consumo, capturaron atención, generaron conversación y luego se diluyeron con la misma rapidez con la que surgieron. Aun así, algunas lograron destacar por encima del ruido y consolidarse como las verdaderas protagonistas, con potencial de seguir vigentes en 2026.
Para comprender cómo estas dinámicas moldearon el estilo del año, revisemos sus manifestaciones a través de colores, siluetas, texturas y accesorios.
Colores
“Este fue un año menos colorido, con tonos más neutros y colores específicos que apuntaron hacia un minimalismo más depurado”, señala Nicole Arcal, consultora y estilista de moda. Entre esas tonalidades vimos el renacimiento y la popularidad creciente del burgundy en prendas y accesorios, además del verde matcha, los cafés y el butter yellow.
Según WGSN, la plataforma líder global en predicción de tendencias de consumo y diseño, en las presentaciones de primavera–verano 25/26 los tonos neutros alcanzaron un 36,5% de visibilidad, con un crecimiento del 1,7% frente al año anterior. Dentro de esta paleta, el tono wax paper, fue uno de los que más predominaron.
WGSN y Coloro también anunciaron que el color del año 2025 es el future dusk, un tono entre azul y púrpura. En esa misma línea, los azules profundos alcanzaron un 33,2% de presencia en pasarela, aportando una sensación de misterio y escapismo.
Al usar colores más discretos dentro de una paleta depurada, las marcas encontraron esa atemporalidad y clasicismo hacia los que muchas apuntaron este año.
Estampados
La moda es cíclica y este año lo confirmó con el regreso contundente de los polka dots. Lo que empezó como un guiño tímido en verano se convirtió rápidamente en un boom, pasó de detalles puntuales a looks completos, reinterpretados en nuevas combinaciones cromáticas que fueron más allá del clásico blanco y negro.
En paralelo, los animal prints siguieron con fuerza. En la pasarela de Dolce & Gabbana Primavera–Verano los vimos en looks totales, prendas separadas y accesorios, reafirmando su presencia dominante. Cebra, leopardo y otras fueron las variantes que conquistaron tanto el street style como las colecciones del año.
Pantalones globo
Los pantalones globo fueron un must este año. Con Alaïa reintroduciendo esta idea de volumen y ligereza, otras marcas comenzaron a reinterpretar desde su propio lenguaje, explorando transparencias, capas y juegos de proporciones que dieron nueva vida a esta silueta. Ofrecen comodidad con sentido, un volumen pensado, elegante y con propósito, que marcó uno de los códigos formales más distintivos del año.
Oversized jeans
Hablando más del streetwear, se vio un crecimiento marcado de los jeans cada vez más anchos. Ya no se trata solo de volumen por bienestar, sino de convertir la silueta en una verdadera declaración de estilo. El consumidor busca prendas relajadas, pero que se vean intencionalmente amplias. Según WGSN, el denim oversized se reafirmó como el modelo dominante por otra temporada, representando el 27,1% del total. A la par, el tiro bajo volvió a ganar terreno este año, marcando un desplazamiento claro respecto al reinado del high-rise.
Layering
El layering fue una de las constantes del año, no solo como recurso práctico, sino como una forma de construir silueta y añadir profundidad a los looks. “Vimos muchísimas maneras de hacer layering, estaba en todo, la gente se atrevió más a jugar con capas, texturas y relieves”, comenta Nicole Arcal. Esta tendencia también se expresó en combinaciones como vestidos y faldas superpuestos sobre pantalones, así como en el juego con encajes y transparencias que añadían ligereza y movimiento a cada conjunto. Miu Miu, una de las firmas que más ha impulsado el layering como lenguaje de estilo, lo reafirmó sobre la pasarela con propuestas frescas y multifacéticas.
Botas Vaqueras
Lo que empezó como un guiño western terminó convirtiéndose en un básico transversal que acompañó faldas, jeans y vestidos en todas las estaciones. Para Arcal, su permanencia se explica por su versatilidad: “Las botas vaqueras se volvieron una afirmación discreta pero poderosa, van con todo y dan carácter sin esfuerzo”.
Accesorios
Si bien la paleta de color fue más discreta este año, los accesorios contaron otra historia. Vimos un regreso vibrante de los collares chunky, ya sea con múltiples colgantes o con piezas de impacto centradas en una sola piedra, que añadían dimensión y contraste a looks construidos en tonos suaves. Estos complementos funcionaron como acentos de vida dentro de estilismos minimalistas, elevando incluso las combinaciones más sobrias. “Los accesorios fueron la manera más fácil de darle energía a un look en tonos bajos, un collar grande o una pieza colorida cambiaba por completo la intención del outfit”, señala Arcal.
¿Y para ti, cuál fue la tendencia que mereció quedarse?