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En el centro de Nueva York, un grupo de personas vestidas de Chanel se reunió en la esquina de Bowery con Kenmare. Bajaron de sus SUVs con chofer y se resguardaron bajo carpas instaladas en la acera para entrar a lo que, para muchos, probablemente era territorio desconocido: una estación de metro. Este espacio, que ya no es utilizado por la MTA (Autoridad Metropolitana de Transporte por sus siglas en inglés), fue el escenario elegido por Matthieu Blazy para el desfile Métiers d’Art de esta temporada, su segunda colección tras su debut monumental como director creativo de Chanel en París hace dos meses.

Debo admitir que resultaba extraño y divertido ver a tantas celebridades y clientas de alto perfil de Chanel, cubiertas de perlas y camelias, interactuando en las entrañas de la ciudad. Pero para un neoyorquino de verdad, ver cosas raras en el metro es casi rutina. Nada nos sorprende, ni siquiera ver a Meg Ryan sentada sobre un banco rojo impecable instalado sobre una vía de metro o a Karlie Kloss junto a un viejo teléfono público conversando con Huma Abedin.

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Todas lucían glamurosas, especialmente quienes llevaban los últimos diseños de Blazy, como Jessie Buckley, Tessa Thompson y Ayo Edebiri. Quedó claro que estas mujeres representan la nueva era de Chanel: prendas deseables, usables y con un glamour intrínseco.

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Cortesía de Chanel

También había vestigios del Chanel salvaje y juguetón de Karl Lagerfeld, como los gemelos con pijamas estampadas y clutches luminosos, con luces a juego en el cabello. El exceso era entonces la fórmula perfecta de Chanel. Hoy, bajo la dirección de Blazy, hay algo más ligero y romántico, una visión más alineada con los gustos y caprichos cotidianos de mujeres naturalmente estilosas, para quienes la ropa no son objetos de colección, sino piezas que encajan en un clóset bien organizado, una vida, una historia.

Esa fue la idea que Blazy quiso resaltar con esta colección, evidente en el momento en que un verdadero tren de metro entró en la estación y las modelos comenzaron a salir de los vagones una por una, caminando por la terminal como si tuvieran un lugar a donde ir y un sueño que perseguir.

El Métiers d’Art de Chanel celebra la línea artesanal de la casa, realizada por un colectivo de artesanos que trabajan desde un edificio-estudio en las afueras de París llamado 19M. Son especialistas en plisados, bordados y trabajo con plumas, y es en esta colección donde su trabajo se pone en primer plano. Y qué cosas extraordinarias presentó Blazy: un pantalón fluido que parecía denim pero era en realidad chifón de seda, una camisa de franela que en realidad era bouclé, faldas y trajes con estampados animales exagerados, y un abrigo de tejido tweed con la imagen del cartel de la película Tonight or Never de 1931, protagonizada por Gloria Swanson, para la cual Gabrielle Chanel diseñó vestuario en uno de sus primeros viajes a Estados Unidos.

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Cortesía de Chanel

De hecho, la colección rindió múltiples homenajes a la fundadora de la casa, desde los elegantes vestidos flapper con flecos y pliegues que evocaban su época art déco o su amor por los estampados de jungla, hasta una técnica de bordado que ella misma desarrolló con los tejedores y bordadores de Lesage en la década de 1920. Cada look estaba pensado para representar a un personaje que podrías encontrar en las calles (o en el metro) de Nueva York: versiones modernas de las múltiples estilísticas que Gabrielle Chanel ejemplificaba, y de las mujeres a las que vestía en ciudades de todo el mundo.

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Había una socialité glamurosa envuelta en un enorme abrigo de plumas sobre un ajustado slipdress rojo con lentejuelas, una editora de moda con jeans y un vestido bordado con cristales sobre su camiseta, una galerista de Brooklyn en traje de tweed y camiseta de lentejuelas “I Love New York”, y una ejecutiva con suéter de cuello alto, gafas de sol y un lujoso abrigo camel de punto. Muchos de los bolsos eran tote, algunos con chaquetas colgadas encima, otros llevados a mano acompañados de un bolso más pequeño. Todos se movían al ritmo de una banda sonora fantástica que incluía voces de la película The Hours, “Bam Bam” de Sister Nancy, el tema de Happy Days, una canción de 42nd Street y, para todas las chicas que alguna vez lloraron por un chico en el metro, “Torn” de Natalie Imbruglia.

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Cortesía de Chanel

Los sentimientos cinematográficos de la colección eran románticos y alegres, del tipo de fantasía que te hace olvidar el caos y la crudeza de Nueva York. Como dijo Blazy entre bastidores, se inspiró mucho en los años que vivió aquí, cuando trabajaba en Calvin Klein. Tomaba el metro todos los días y recuerda encontrarse con personas vestidas de manera casual, junto a un tipo disfrazado de Spiderman y una mujer bajando las escaleras del metro con un vestido de gala. “Tienes al que toma decisiones, al estudiante, a la madre apresurada”, comentó Blazy entre bastidores. Eligió el metro como escenario para esta colección porque, según él, “nos pertenece a todos”.

Y eso es cierto. Aunque la moda de lujo esté fuera del alcance de la mayoría, lo que sí podemos alcanzar son las ideas que estas prendas nos transmiten. Blazy compartió una historia que leyó sobre Gabrielle Chanel al regresar a Nueva York después de estar en Hollywood. Caminaba por el downtown y notó que muchas mujeres vestían ropa al estilo de las que ella había diseñado. “No era falsificación, pero sí Chanel imitativa”, dijo. “Eso fue un gran descubrimiento para ella. Regresó a Europa y comenzó a diseñar de manera más igualitaria, más práctica”. Añadió: “Quise casi vengar a Gabrielle Chanel y mirar la moda a través de imágenes cinematográficas, y lo interesante es que, cuando observas los vestuarios de una película, aunque representen la realidad, siempre están un poco exagerados para que se recuerden”.

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Cortesía de Chanel

Sin duda, fue un desfile —y una colección— que será recordado, incluso por quienes no estuvieron allí para tomarse selfies junto al teléfono público o reírse de las socialités que fingían leer los periódicos Chanel Gazette repartidos justo más allá de los torniquetes falsos al salir de la estación. Una colección como esta de una marca global como Chanel no está pensada para vender ropa, sino estilo, y Blazy está trazando un camino para ofrecer a Chanel —y a sus clientes, coleccionistas, fans y transeúntes— una nueva visión, una que no se define por la extravagancia. Usa tu falda de tweed hecha a mano, pero está bien si se ve tu slip. Combina tu chaqueta de tweed bordada con un medio cierre y un par de jeans. Algunas mujeres sí poseen faldas de gala y vestidos de etiqueta, pero también usan camisetas blancas. La Chanel de Blazy sigue siendo divertida, pero también se está convirtiendo en un guardarropa fresco y completo, uno que se vende a quienes pueden costearlo e inspira a quienes buscan aprovechar lo que ya tienen y llevarlo de nuevas maneras. A través de la técnica y el saber hacer, Blazy nos impulsa a crear algo que otros considerarían imposible y, con sus diseños, a usar prendas que reflejan quiénes somos y lo que hacemos como personas.

Lo que Blazy está construyendo en Chanel es mucho más importante que la exquisitez técnica o una fantasía de moda montada en un set de cine. Es, en realidad, una versión modernizada de la Chanel de Gabrielle, que comenzó como una casa de alta costura pensada para mujeres reales, con vidas reales, estilos reales, pero también horarios, plazos y trenes que tomar. Sea cual sea el medio de transporte, Blazy diseña para el viaje, que es, al final, lo más hermoso de todo.

Este artículo fue originalmente publicado en Harper's BAZAAR Estados Unidos.