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Era la época de pleno confinamiento por la pandemia. De vez en cuando, Ricardo Pita se escapaba de casa para dar una vuelta, trotar, hacer ejercicios, ir por la calle y no estar todo el tiempo encerrado. En una de esas aventuras, decidió no llevar audífonos, quiso encontrar algo en los sonidos de una ciudad casi vacía. Y descubrió algo.

“Los pasos me llevaron a ese pum, pum, pum… y así empezó Somos”, cuenta Pita, al referirse a la canción con la que abre su más reciente disco, La Tierra en el Alma. Y fue una rareza porque la hizo sin guitarra. “Por lo general voy componiendo con la guitarra o a veces con algunas teclitas. La melodía es bastante simple porque se hizo solo con los pasos, pararse, escribir algo, seguir avanzando, pararse y volver a escribir. Fue como hacerlo en una ciudad fantasma”, recuerda el compositor.

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Este es el cuarto álbum en una carrera en la que, si bien su voz y sus composiciones son fácilmente identificables, siempre hay detalles y novedades que destacan en cada producción. Es un compendio de 11 canciones que tiene un elemento electrónico. Esa dosis de efectos, ritmos y ruidos que están ahí, ejerciendo presencia en su música. Según Pita, nada estuvo fríamente calculado porque no le gusta “forzar esa cuestión de un concepto”. Todo se va develando con el tiempo.

 Y en La Tierra en el Alma habla del cansancio, de la ira, de que se trata de estar juntos, de reconocer en el otro a un hermano, de lo que falta y lo que sobra, del tiempo que se va y del que queda, de no poder entender cómo un virus paralizó todo o cómo se vivieron apagones en pleno siglo XXI. Hay un sentido de rechazo, de protesta, de gritar porque hay que hacerlo, pero también de esperanza. Asimismo, incluyó referencias de cuando estuvo detenido por 30 horas en una celda del aeropuerto de Ciudad de México, en diciembre de 2019, en el momento en el que iba a ingresar al país para participar en el Festival Internacional de Trova de Yucatán. Simplemente lo deportaron a Ecuador y no pudo ser parte del show.

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No es que esa vivencia le cambió la cabeza, pero le abrió otras posibilidades luego de que sus recorridos musicales por Latinoamérica hayan sido siempre positivos. “Esos viajes tienden a ser como cosas muy bonitas. Te reciben en todos lados y te quieren llevar a comer riquísimo y a pasear, es increíble. Todo es una maravilla, pero te estás alejando un poco de la realidad. Así que cuando me pasó eso, empecé a ver las cosas con otros ojos”. La música, obviamente, iba a cambiar en algo.

Cortesía Ricardo Pita
Cortesía Ricardo Pita

Eso que descansa debajo de la inquietud

Este disco se grabó con intermitencias y tiene a Pita y a su productor, Miguel Sevilla, como únicos intérpretes. “Como nació en el encierro, inicialmente, le dije a Miguel que quería grabar todo yo. Pero, bueno, estábamos solos en el estudio y decidimos hacerlo juntos”. Eso significó un cambio en la aproximación de Pita a su sonido y a la forma de grabar. Varios arreglos surgieron de los sintetizadores —sonidos de clarinetes y saxos— y al no tener percusionistas y bateristas, los ritmos y golpes vinieron de bits electrónicos. 

“Así empezó a agarrar una frescura que me llamó la atención”. 

Pita tiene una trayectoria de 20 años, que incluye su paso por un rock más progresivo y con el bajo como instrumento base, cuando era parte de la banda Niñosaurios. Al llegar la posibilidad de grabar un disco por su cuenta, se distanció de ese sonido y entró en un terreno mucho más alternativo y enfocado en el folk, que con los años decantaría en folklore latinoamericano. Las aventuras de ayer, hoy y siempre, el disco de 2013, lo inició todo.

 “Elegí algo que se diferenciaba mucho del sonido que venía haciendo”. Si bien en la obra de Pita los instrumentos acústicos han sido predominantes, hay un cambio constante en los sonidos de todas sus creaciones. Amuleto, de 2016, fue grabado en Chile, con una apertura impresionante a recibir el aporte de varios músicos que colaboraron, lo que se siente en cómo se presentan las canciones.

 La Casa Rodante es el disco que se lanzó en 2020 y fue el resultado de lo itinerante: se grabó en distintos países y eso le dio una sonoridad muy particular. “Me gusta cambiar la página de lo que hice antes. Mi disco anterior tiene una cosa bastante más orgánica, pero este no deja de serlo porque hay bastante alma, por pensar en problemáticas y querer hacerlas presentes”, sintetiza el cantante guayaquileño.

Esa inquietud de mirar más allá acompaña a Pita y ya está pensando en lo siguiente, que posee una nueva estructura: un baterista y él, que ha vuelto al bajo. El primero lanza bases electrónicas sobre las que tocan y Ricardo, con un controlador midi a un lado, del que va y viene, obtiene otras texturas. “Ese formato es divertido, se volvió un experimento en vivo”. 

Hace dos semanas lo invitaron a cantar unas canciones con una orquesta de salsa y salió encantado de la experiencia. “Entonces ando con eso en la cabeza, siempre pienso en cómo volver a mutar las canciones”. (I)