
En noviembre, Apple Martin hizo su “debut en sociedad” de la manera más contemporánea posible: volviéndose viral. Es cierto que ya había estado a punto de romper Internet hace dos años cuando estuvo en la semana de la moda, no en la pasarela (todavía), sino en la primera fila del desfile de alta costura de Chanel, para la primavera de 2023.
Esta vez, asistió al Baile de las Debutantes en París acompañada de sus famosos padres, la actriz Gwyneth Paltrow y Chris Martin, de Coldplay. Del brazo de un aristócrata, el conde Leo-Ferdinand Henckel von Donnersmarck, hizo una entrada triunfal con un vestido de alta costura azul claro, con microplisados y volantes, diseñado por Alessandro Michele para Valentino (según se dice, requirió 750 horas de trabajo).
Los vídeos de la entrada de la pareja, en los que ella parece poner los ojos en blanco a su acompañante, se hicieron virales en TikTok, al igual que otras imágenes en las que se la ve foto-bombardeando la sesión de fotos de otra debutante y cuando bailó con su padre.
Las imágenes de la velada ofrecen una visión del “baile ultra exclusivo” que nació en 1958, en el Invernadero del Palacio de Versalles. Finalizó en 1973 y fue revivido, en su forma actual, en 1994 por la publicista del grupo hotelero Taittinger, Ophélie Renouard, como evento benéfico para recaudar fondos para organizaciones como: el centro de investigación en cardiología pediátrica ARCFA y World Central Kitchen.
Este evento, al que solo se puede asistir con invitación, reúne a unas 20 jóvenes, normalmente hijas de miembros de la realeza y padres famosos, para una fiesta de alta costura en un glamuroso hotel parisino, como el Hotel de Crillon y el Shangri-La. Entre las debutantes anteriores se encuentran Margaret Qualley, Lady Kitty Spencer y Lauren Bush, así como la heredera australiana Francesca Packer Barham, nieta de Kerry Packer, que asistió en 2013.
Lily Collins, entonces más conocida por ser la hija del músico Phil Collins, asistió en 2007 con un vestido de princesa con plumas y pedrería de Chanel. 17 años después, como protagonista de la exitosa serie de Netflix Emily in Paris, Collins lució un llamativo catsuit monocromático a rayas de Harris Reed, en un baile de máscaras de la cuarta temporada. Este hizo referencia al famoso Baile Blanco y Negro de Truman Capote de 1966, en el Hotel Plaza de Nueva York. Aquí se reunió un elenco estelar, entre los que destacaban Gloria Steinem, Lauren Bacall, Frank Sinatra, Mia Farrow… en una noche legendaria apodada “la fiesta del siglo”.
El pasado 6 de julio, el Museo de Artes Decorativas (MAD) de París celebró su primer “Gran Baile” en honor al centenario de la Exposición Internacional de Artes Decorativas e Industriales Modernas de 1925. La misma que se celebró en la capital francesa, entre abril y octubre de 1925, y acuñó el término “art déco”, tomado del título completo en francés del evento, “exposition internationale des arts décoratifs et industriels modernes”. Este Bal d'Ete, o baile de verano, recauda fondos para el museo y representa “una celebración de la moda y el arte de vivir francés” siguiendo la “tradición de los grandes bailes parisinos”. Mientras que, la dirección artística de la gala estuvo a cargo de Sofia Coppola, la cineasta responsable de Marie Antoinette y Lost in Translation. La celebración marcó el inicio de la Semana de la Alta Costura.
La gala MAD podría convertirse en una rival europea de la mega famosa gala benéfica anual del Costume Institute en el Museo Metropolitano de Arte de Nueva York, también conocida como la Met Gala. Creada por la legendaria publicista de moda neoyorquina, Eleanor Lambert, como un evento benéfico en 1948, para recaudar fondos para el instituto (y copresidida desde 1995, excepto en 1996 y 1998, por la presidente del comité del Costume Institute, Anna Wintour).
La gala sirve como inauguración de la exposición anual de primavera del instituto en el Met y su código de vestimenta siempre hace referencia al tema de la exposición (la de 2025 fue “Superfine: Tailoring Black Style”, inspirada en el libro de Monica L. Miller de 2009 Slaves to Fashion). Cada año, las extravagantes interpretaciones del tema por parte de los invitados, que a menudo llaman la atención, reciben una atención frenética en las redes sociales y la prensa, lo que, según Launchmetrics, generó un récord de US$ 1.400 millones en lo que denomina “valor de impacto mediático” en 2024. La inclusión en la lista de 450 invitados se considera una prueba irrefutable de la relevancia cultural de una persona.
“Si pensamos en el baile como una reunión para celebrar un evento concreto, estos se han celebrado desde los inicios de la humanidad”, reflexiona Isabella Coraça, profesora de comunicación de moda en Central Saint Martins, en Londres. “Los bailes en Francia tienen una larga historia, que se remonta al reinado de Luis XIV, cuando cientos de nobles y sus familias vivían en Versalles”, señala James H. Johnson, profesor de Historia en la Universidad de Boston y autor de Paris Concealed: Masks in the City of Light. Y la máscara no era un simple adorno. “Cuando un aristócrata de alto rango se sentía menospreciado o deshonrado, se quitaba la máscara para reprender al ofensor. Todo el mundo sabía que, si el baile se volvía demasiado revoltoso, el rey o la reina tenían la autoridad para ordenar a todos los asistentes que se quitaran las máscaras".
El baile de Devonshire House en 1897 marcó un hito importante, según Coraça, la aparición del diseñador. Organizado por el duque y la duquesa de Devonshire en su mansión de Piccadilly, el baile de disfraces se celebró en honor al Jubileo de Diamante de la Reina Victoria. Muchos de los trajes fueron diseñados por el diseñador británico afincado en París, Charles Frederick Worth, como el vestido de gasa dorada, adornado con oropel y lentejuelas, que lució la propia duquesa en su papel de Zenobia, Reina de Palmira.
Worth, entre cuyos clientes se encontraban la emperatriz Eugenia y la soprano Nellie Melba, nacida en Melbourne, es considerado el padre de la industria de la alta costura parisina, tras trasladarse a la ciudad en 1845, donde fundó la Chambre Syndicale de la Haute Couture (parte de la Federación de la Alta Costura y de la Moda) en 1868. El baile, señala Coraça, sirvió como “herramienta de marketing” para el diseñador, una tendencia que se intensificaría a partir de finales del siglo XIX.
Cruzando el Canal de la Mancha en 1911, el modisto Paul Poiret (un exalumno del atelier de Worth) organizó el baile de Las Mil y Una Noches en honor a su recién lanzada línea de perfumes, Parfums de Rosine. La temática era una interpretación algo dudosa del “vestido persa”. Poiret se convirtió en un sultán, su esposa, Denise, en su concubina; con los invitados enjoyados y emplumados envueltos en pantalones harén y turbantes, muchos de los cuales eran diseños del propio Poiret. La extensa cobertura de prensa que tuvo la velada fue un éxito rotundo para su marca.
En el Baile de Materiales de 1929, organizado por Marie-Laure de Noailles, artista francesa, se pidió a los invitados que prescindieran de las telas de ropa habituales para sus disfraces, en favor de materiales menos convencionales como: el vidrio, la paja y las plumas.
Luego llegó Le Bal Oriental, organizado por el extravagante coleccionista de arte franco-mexicano Conde Carlos de Beistegui, en 1951. Un deslumbrante baile de disfraces que brilló tras la desolación de la Segunda Guerra Mundial. Celebrado en su palacio veneciano, entre los invitados se encontraban Christian Dior, Aga Khan III y Dalí. Deborah Mitford, Duquesa de Devonshire, recordó en sus memorias: “Wait for Me!”, que "la extravagancia... fue la comidilla de Londres, París y Nueva York durante meses".
En 1989, la productora de eventos Susanne Bartsch dirigió la primera de una serie de Love Balls benéficos en la ciudad de Nueva York (la segunda y tercera edición fueron en 1991 y 2019), después de perder a numerosos amigos y colegas de la industria de la moda a causa del VIH/SIDA. El baile incluyó una competencia de 'voguing' entre drag artists (Michelle Visage y RuPaul actuaron), celebrando la subcultura de baile desarrollada por las comunidades negras, latinas y LGBTQ+, que más tarde alcanzó la fama mainstream a través de la canción "Vogue" de Madonna en 1990.
A lo largo de los siglos, los bailes de sociedad han cambiado continuamente de forma. Johnson ve las versiones actuales como “una ocasión de exhibición para los demás mucho más que una autotransformación”. Es más una oportunidad para presumir de riqueza y buen gusto, que un ejercicio de transgresión.
El poder de ponerse un disfraz sigue siendo potente. "En la alfombra roja de la Met Gala, los invitados son ellos mismos, pero están interpretando un papel: el de la celebridad", reflexiona Coraça. "Para mí, de lo que realmente se tratan los bailes es de crear un personaje".
Entonces, ¿a qué podríamos atribuir el perdurable atractivo de los bailes de gala? "El elemento del espectáculo", postula Coraça. Los bailes de gala brindan una bienvenida dosis de escapismo alegre tanto para los invitados como para quienes los observan desde la distancia.
Este artículo salió originalmente en la edición de Mayo 2025 de Harper’s BAZAAR Australia.