Cuando Charly García se paseó entre las fotos de Andy Cherniavsky, Nora Lezano e Hilda Lizarazu que formaban parte de la primera versión de la muestra Los Ángeles de Charly, que se realizó durante un mes en el Palacio Nacional de las Artes, en el barrio de Recoleta, en Buenos Aires, algo se encendió en él. Al final del recorrido le preguntaron qué le pareció la muestra y su respuesta fue digna de eso que lo convierte en alguien único: “si yo fuera una bola de espejos, cada una de estas fotografías representaría mi locura”.
Era agosto de 2017, la exposición estaba por acabar su tiempo de permanencia y decidieron cerrar el museo para que él revisara todo con calma, sin el ruido de la gente alrededor. Esa gente que, apenas él pone un pie en la calle, le recuerda que es lo más grande, que es un ídolo, que no hay nadie como él. Lezano, Cherniavsky y Lizarazu lo escucharon pronunciar esa frase y salieron del lugar llorando y riendo. “Cada foto es un reflejo de su genialidad, talento, locura y de su personalidad”, dice Andy Cherniavsky durante la rueda de prensa previa a la inauguración de la muestra. Ella, en los años 80, siendo adolescente todavía, empezó a retratar al músico.
Lo ingenioso y el talento de García forman parte de esta exhibición que por primera vez ha salido de las fronteras de su país. Quito es la primera ciudad en Latinoamérica en recibir este conjunto de 120 fotografías —las más recientes tomadas en 2024, por Nora Lezano, como material promocional de su último disco, La lógica del escorpión— que permanecerán expuestas al público hasta diciembre en el Centro Cultural Benjamín Carrión, sede Bellavista.
¿Por qué Charly García?
Charly García carga sobre sí un aura de grandeza que impresiona, hasta por su altura de 1,94 metros. Lleva un soplo de gigante comparable solo a Diego Armando Maradona y al que arrastra hoy en día Lionel Messi, ambos del terreno del fútbol. García no viene de ahí; se enfocó en la música y es quizás el primer argentino que se acercó al concepto de ídolo de masas desde el rock. ¿Cómo lo consiguió? Haciendo canciones que durante cinco décadas no han dejado de maravillar a la gente.
Sí, es un tema de acordes, de ritmos, de notas musicales y de letras. Hay un Charly para todo el mundo: está el soñador amoroso de su juventud, de inicios de los 70, con su banda Sui Generis, con la que pudo meter 36.000 personas en el Luna Park, en los dos shows de despedida del grupo, todo un logro para 1975.
Le sigue el pianista demencial, el fanático de la música progresiva de fines de los 70. También está el poeta que usó la metáfora para denunciar la dictadura militar de su país, como cuando describió muy bien a Argentina en Canción de Alicia en el país, en el tercer disco de su otra banda, Serú Girán, en 1980. A su vez, hay un Charly que le cantó a los desaparecidos y aseguró que los gigantes verdes —los soldados que desaparecieron a personas, como lo cantó en su tema Los dinosaurios— no iban a estar más. Igualmente está el que decidió comerse los años 80 liberando el cuerpo, haciendo canciones que empujaban a la pista de baile y que no dejaban de remover la conciencia; ese fue el Charly que llegó a las pantallas televisivas de Ecuador a través del video de su tema: No me dejan salir.
Luego llegaría el Charly de los 90, el que se perdió en las drogas, en esa actitud de estrella de rock más grande que la misma violencia que ejercía a cada paso que daba. El músico de los discos extraños, donde parecía que solo buscaba destruir su propio legado —para muchos el álbum El aguante, de 1998, es difícil de escuchar por eso, porque todo se percibe raro, perdido—. Después, en marzo del año 2000, en la ciudad de Mendoza, Charly se lanzó desde el balcón de su habitación del piso nueve de un hotel y cayó dentro de la piscina, como si nada.
Charly era irrompible, hasta que se rompió.
Los ángeles de Charly es una expo precisa en la medida que no endulza la figura de la estrella. En algunas fotos se lo ve limpio, juvenil, con la vida por delante; mientras que, en otras está flaquísimo, desgreñado y mostrando una dentadura destruida como consecuencia de sus consumos. “Y la verdad que hablar de Charly y no hablar de los excesos es hablar de un Charly a medias”, dice Juanjo Carmona, periodista, productor y gestor cultural, quien es el curador de la muestra.
No, no edulcora nada, pero tampoco hay necesidad de condenarlo. Estas son fotos que celebran a un creador con todo lo bueno y lo malo.
El relato detrás de las fotos
Son imágenes de momentos distintos. Andy Cherniavsky —la fotógrafa que llegó a Quito para la inauguración de la muestra, el viernes 5 de septiembre de 2025— capturó, sobre todo, al Charly que todavía no era solista y que empezaba a dar esos pasos en solitario. El músico cuya fama era grande en su país y que empezaba a crecer en el resto de la región.
Hilda Lizarazu, aprovechando su excelencia musical y su rol como integrante de la banda de García —entre 1989 y 1993— registró a ese Charly de las giras inmensas, de los shows brutales, de la vida en la carretera. Nora Lezano llegó en diciembre de 1997, luego de una sesión de seis horas en la casa del compositor, en su departamento en Coronel Díaz y Santa Fe, en Buenos Aires. Lezano es la fotógrafa de la desmesura, de los extremos, de esos momentos complejos e íntimos —Cherniavsky y Lizarazu también lo fueron, desde luego—; pero ella estuvo en un momento de transformación.
En junio de 2008, luego de un día de furia en Mendoza en el que destruyó habitaciones de hotel y golpeó a quien se le cruzara al frente, fue detenido y luego internado en una clínica psiquiátrica. Ese fue el inicio de un proceso de recuperación que un año después le permitió volver a los escenarios. Charly estaba recuperado, caminaba y hablaba con más lentitud —probablemente por la medicación que debía tomar—; pero había vuelto y se lo vio casi como un milagro.
“Nosotras somos tres fotógrafas trabajadoras y con miradas totalmente diferentes, pero también un poco artistas y por eso Charly se abre mucho más”, dice Cherniavsky.
Todo esto se ve en las imágenes. Eso sí, no hay un orden cronológico en cómo está ordenada la muestra; no es el relato de un ser de luz que tocó fondo y se levantó. Es todo al mismo tiempo, porque su historia es ese absoluto. “Su vida ha sido un gran exceso que lo acercó a momentos de genialidad, pero yo también soy muy crítico por los daños colaterales que conlleva tener una vida llena de excesos”, explica Carmona.
“Charly ha tenido relaciones muy cercanas con muchos fotógrafos. Quizás no tanto como con Andy, Nora y con Hilda que son de las pocas que realmente han logrado atrapar en una misma foto esa suerte de perversidad y lo angelical que hay en él”, afirma el curador de la muestra.
El Charly que era y el que es ahora
Sí, para Juanjo Carmona en las fotos de Charly confluyen los dos seres que viven en él: el que está lleno de locura y ese niño que se ha quedado solo y sufre —la leyenda dice que cuando sus padres se fueron de vacaciones, durante su niñez, de la pena por extrañarlos desarrolló vitiligo en su cara y por eso el bigote bicolor—. “Cuando se le decolora la piel, empieza a desdoblar su personalidad, a construirse de otra forma, a refugiarse en el piano, a sacar en un segundo las obras que le costaba sacar… pero ese niño sigue estando ahí. Mira, yo me pongo en el lugar del tipo que le ha comprado shows o que lo ha llevado de gira y al que Charly le ha hecho la vida imposible y, nada, si no lo hemos matado en su momento, creo que ha sido porque en el fondo se deja ver esa cuestión del niño que se ha quedado solo, en medio de esa locura. Porque, la verdad, es que ha hecho una carrera para que se lo acribille por todas sus desprolijidades”.
Pero, a él siempre se le disculpó todo. Se lo “bancó”, como se dice en Argentina. Ser el compositor de la banda sonora de una nación que sufrió y que ha intentado seguir adelante es la carta para perdonar todos los pecados.
Andy Cherniavsky lo sintetiza de manera clara: “Yo creo que él tiene una inteligencia superior y que sus letras tienen una visión que traspasa las épocas (…) Soy muy conocida por mis fotografías de rock, pero he trabajado en moda, he trabajado en publicidad, en cine, en 10.000 millones de cosas, y yo siento que la potencia de las letras y la música de Charly marcan un antes y un después en la música en general”.
Charly García va a cumplir 74 años el próximo 23 de octubre. No puede caminar y usa silla de ruedas; desde 2015 ha tenido problemas con la cadera —en 2020 hasta se la rompió por una caída en casa—; además, se quemó una de sus piernas en un accidente casero en 2022. Nunca se ha hecho público cuál es su condición de salud real, pero durante 2023 se llegó a decir que tampoco hablaba. En las últimas semanas han aparecido videos en redes sociales en los que se lo escucha hablar y se lo ve más activo de lo que ha estado en años. A inicios de septiembre se anunció el lanzamiento de una nueva canción en octubre, a dúo con el músico inglés Sting.
¿Es decir, Charly sigue haciendo música? En algún punto Cherniavsky revela que existe la idea de un nuevo disco dando vueltas por ahí; pero sobre todo queda claro que la cabeza de Charly nunca se ha quedado quieta. Un poco antes de la pandemia ya mostraba videos experimentales que editaba y que incluso hace dos semanas grabó fragmentos audiovisuales en las calles de Buenos Aires; y ni hablar de su pasión por la pintura y por el collage, que han acompañado como arte en algunos de sus 13 discos solistas.
La música está ahí y hay muchas cosas que están grabadas y guardadas, que no se han escuchado mucho, repartidas en decenas de baúles y cofres de varias personas. “Hay cosas, hay un montón de cosas (…) Lo que pasa es que él ha sido muy desprolijo en su orden”, dice Carmona y esa es una frase que calza a la perfección con Charly García. (I)