Fotografía Harper's BAZAAR Ecuador

A los ocho años, Paula Mendoza no sabía que estaba cometiendo un pequeño sacrilegio. Solo sintió un impulso, una urgencia infantil e inocente: tomar el rosario bendecido por el Papa –que su madre había comprado en Roma– y desarmarlo. Con las cuentas sagradas creó aretes, pulseras, quizá incluso un collar improvisado. “Me regañaron y me castigaron muchísimo”, confiesa, entre risas, a Harper’s BAZAAR Ecuador. Aquella travesura, más que una anécdota, fue el inicio de una vocación. 

Hoy, esa niña rebelde es “una de las joyeras colombianas más reconocidas de la región”. Sin embargo, cuando se le pregunta cómo se siente al respecto, responde con una mezcla de humildad y asombro: “No pienso que soy importante, pero cuando la gente me lo recuerda y miro hacia atrás, pienso que han sido 25 años y todo ha valido la pena”.

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Paula Mendoza nació en Bogotá en 1978 y es mucho más que una diseñadora. Es una mujer que vive en una búsqueda constante de respuestas, de conexiones, de sentido… que se filtra en cada una de sus piezas. Su trabajo no es solo ornamento, sino un modo de ordenar el mundo. 

“Quiero entender por qué estamos aquí”. 

Paula Mendoza
Paula Mendoza. Fotografía: Daniel Queirolo. 

Aunque estudió Comunicación Social antes de dedicarse a la joyería, su primera formación nunca desapareció del todo. Le dio herramientas para expresarse, sostener entrevistas con soltura y construir una marca que entiende de narrativas. En 2003, abrió su primer taller en Bogotá, un espacio donde empezó a experimentar con materiales, formas y un lenguaje visual propio. Más tarde se mudó a Washington D.C. y su ingreso a la escuela de artes y diseño Corcoran –para estudiar Jewelry as Sculpture–, fue una experiencia que la obligó a enfrentar el reto de “ser emprendedora, latina y mujer”.  

Ese tránsito entre Colombia y Estados Unidos solo fue posible gracias a su madre, Nelly Muñoz, quien se quedó al frente del taller. Con su apoyo, la marca siguió creciendo desde casa mientras ella aprendía nuevas técnicas, ampliaba su visión y reafirmaba que la joya podía ser una escultura portátil. A partir de eso, su universo creativo se consolidó con una estética clara, marcada por la persistencia del círculo, con un proceso profundo que sigue acompañándola hasta hoy. De acuerdo con su relato, ha intentado incorporar triángulos o cuadrados, pero siempre vuelve al círculo.

 “Ya es parte de mí. Termino ahí sin poder evitarlo”.

Mini hoops earrings. Cortesía Paula Mendoza
Mini hoops earrings. Cortesía Paula Mendoza

Hanging bubble earrings. Cortesía Paula Mendoza
Hanging bubble earrings. Cortesía Paula Mendoza

Esa coherencia visual viene acompañada de un proceso artesanal que convive con la tecnología. Mendoza explica que la primera muestra de cada pieza se hace siempre a mano, recurriendo a técnicas ancestrales como la cera perdida, el calado, los moldes o el armado. Solo después llega la tecnología para reproducir y perfeccionar lo que nació de las manos. Los materiales son principalmente el bronce, con baños de plata o de oro de 24K; más una laca cataforética hipoalergénica (un recubrimiento protector que sella el metal con acabados duraderos) y completa un sistema de producción que busca resistencia, brillo y comodidad. 

Aunque sus formas son voluminosas y hasta extravagantes, sorprende lo poco que pesan. ¿Cómo lo logra? “Eso no lo cuento, es como la receta de la Coca-Cola”.

Ese equilibrio entre tradición y modernidad también se refleja en el equipo que la acompaña. En Medellín trabajan 17 joyeros; en Bogotá, entre 100 y 300 artesanos, según la temporada. Por otro lado, su oficina reúne a 23 personas más. Reconoce que crecer implica aprender a ser empresaria y balancearlo con el lado artístico: reuniones con abogados, contadores y decisiones que ya no pasan solo por ella. Aun así, procura que todos entiendan qué significa ser parte de Paula Mendoza Jewelry, sea a través de talleres internos o mediante su contacto directo con cada proceso.

La habana. Cortesía Paula Mendoza
La habana. Cortesía Paula Mendoza

La habana. Cortesía Paula Mendoza
La habana. Cortesía Paula Mendoza

La habana. Cortesía Paula Mendoza
La habana. Cortesía Paula Mendoza

El impacto emocional de su trabajo ha marcado la historia de la marca. Cuando su padre falleció hace 10 años, encontró refugio en la creación y le dedicó la colección Aranjuez, inspirada en el flamenco, las polleras gitanas y las mujeres españolas de la época. Fue una de sus colecciones más exitosas, con piezas icónicas como los aretes Barcelona, reinterpretados en varias ocasiones en esmeraldas, ónix, citrino o metal, hasta agotarse definitivamente.

A ese recorrido íntimo se sumó la visibilidad global que llegó en 2013, cuando Beyoncé usó sus joyas en el video XO. Desde entonces, nombres como Zendaya, Angelina Jolie, Cynthia Erivo y Jessica Alba han recurrido a sus piezas. De hecho, Mendoza cuenta que cuando Kylie Jenner se viralizó usando sus ear-cuffs, su clientela despegó aún más, llegando a nuevos públicos. 

“Teniendo tantas opciones, que alguien escoja mis joyas, eso me llena de orgullo, a mí y a todo el equipo”.

Ese reconocimiento la llevó a desarrollar el concepto de lujo accesible. Gracias a su sistema de producción y materiales, sus piezas pueden ofrecer una apariencia de alto valor sin costar miles de dólares. Los precios oscilan entre los US$ 80 y los US$ 350. Lo que ayudó a que sus compradoras pasaran de ser exclusivamente mujeres entre 35 y 65 años a una audiencia más joven, entre 24 y 35, que encontró en sus piezas una forma de expresión alcanzable.

Cortesía Paula Mendoza
Cortesía Paula Mendoza

La expansión internacional se consolidó con bodegas en Nueva York y México, además de tiendas en Colombia, con envíos a casi todo el mundo, y con planes claros de abrir locales en otros países de Latinoamérica desde 2026. Ecuador será el primer país bajo este modelo, impulsado por una alianza con Bernarda Barreiro. “Yo ya estaba vendiendo en Ecuador con cierta regularidad y se presentó la oportunidad de empezar acá y dijimos ‘por qué no’ si hay un público muy bueno”. Quito y Guayaquil son las primeras ubicaciones en consideración para 2026, con el primer local planificado para abrirse en mayo.

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Mendoza reconoce que sus piezas se distinguen (incluso sus copias son identificables). Su propuesta combina vanguardia con un toque clásico: volumen y ligereza, emoción y técnica. Sobre todo, busca que quien las use se sienta especial. “Las joyas son una armadura. No está todo terminado hasta que uno se las pone”. Después de más de dos décadas en este oficio, lo que más la emociona sigue siendo la creación. “Sentarse frente a un papel, pintar algo y luego verlo en persona. Me parece un acto mágico”. (I)