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Martina Aulestia estudia cine. Va a empezar el tercer semestre de la carrera y dice que se sigue resistiendo a una costumbre completamente generalizada, cuando se habla de la creación de contenidos: “Creo que he resistido a eso de hacer videos en formato vertical, pese a que sé que debería adaptarme, entre mi arte y la fotografía, para que se consuma lo que hago. Pero no puedo, sigo haciendo en formato horizontal”. ¿Qué quiere decir con esto?

Que el mundo hoy se experimenta en la dirección vertical de un smartphone o iPhone, no de la manera tradicional de un rectángulo acostado, porque no queremos darle la vuelta al teléfono.

La costumbre generalizada los últimos cinco años es que los videos utilicen el largo de la pantalla del celular. De acuerdo con un estudio publicado por ScientiaMobile en 2017, el 94 % de los usuarios de teléfonos inteligentes prefieren usar el equipo en ese sentido. Para julio de 2020, un estudio de la National Research Group, reveló que más del 70 % de consumidores de la generación Z y millennials se sienten cómodos con usar su teléfono de forma vertical y así consumen videos: les resulta una forma más personal e inmersiva de hacerlo.

Desde la aparición de Snapchat en 2011, el video vertical supo escalar posiciones. Para 2019, dos años luego de su aparición, TikTok ya lo dominó todo. Con el confinamiento mundial por la pandemia del coronavirus, en 2020, esta app empezó a crecer a pasos agigantados. Para 2021 tenía aproximadamente 656 millones de usuarios y en 2025 esta cifra llegó a los 1,5 millones. Instagram y YouTube no se quedaron atrás y terminaron por instaurar los reels y shorts, respectivamente: videos que se comparten, en formato vertical.

¿Cuál es el problema con el video en este sentido? Para expertos es sencillo: este formato no respeta la relación de aspecto de la imagen en movimiento que el mundo ha considerado como la tradicional por más de 100 años: la de 16:9. Todo lo que se ve en cine y en televisión es horizontal. 

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“A la final nuestro rostro está hecho para ver en horizontal, porque nuestros ojos están posicionados así, era lo natural”, dice Juan Pablo Urgilés, cofundador y director creativo de Imán Transmedia, enfocada en el desarrollo de contenido multiplataforma e inmersivo.

Urgilés repara en que eso natural es lo que ha hecho que se desarrollen conceptos y posibilidades de composición fotográfica que impliquen belleza. “Eso era lo que sucedía antes”, enfatiza. “El video vertical está pensado justo para el rostro, para la persona. No estamos pensando en lo que hay fuera de esa figura que aparece en primer plano y es un poco lo que sucede con las redes sociales, que están enfocadas en los detalles de cada persona, en su lifestyle, en su rostro”. 

Esta no es una visión crítica porque sí, solo busca entender lo que este cambio fundamental ha generado. Si el video vertical se enfoca solo en lo que está en primer plano, ya no hay detalles adicionales, a los lados. Lo único que importa es lo que se ve de frente. Es decir, se ha perdido información.

Sin embargo, hay creadores de contenidos que están reformulando la imagen en vertical, contando historias usando ese tipo de encuadre, con contenidos de humor y de terror. “He visto cosas geniales en redes. Ya hay gente que tal vez no utiliza el horizontal, pero tampoco son las personas frente al lente. Ya están componiendo verticalmente y se están separando de la tendencia del rostro y del contorno”, explica Urgilés.

La dirección de los encuadres no es lo único. A esta realidad hay que sumar la homogenización en el uso de filtros, que se replican en la mayoría de videos que se publican en redes. Y ni hablar de la posibilidad de ver videos hasta tres veces más rápido y a la mitad de su velocidad. 

Para septiembre de 2023 estaba claro que el consumo de series de tv y de películas estaba teniendo en TikTok un espacio importante. Tanto que en enero de ese año, la gente veía más contenido audiovisual en TikTok (58,4 minutos al día) que en YouTube (48,7 minutos diarios), según Insider Intelligence/eMarketer. Eso se tradujo en que cuentas oficiales de cadenas televisivas decidieran incluir episodios completos de sus series en esa red social. 

@sonychannellat Hoy tengo ganas de que lloremos juntos con la despedida de Miranda Bailey y su mamá. 😭💔 #GreysEnSonyChannel 🎭 #GreysAnatomy #MirandaBailey #Clips #Series #QueVer ♬ sonido original - SonyChannel

¿Por qué? Porque los usuarios igual los compartían, partiéndolos en varias partes, para que la gente los vea en muchos videos, casi siempre cortando fragmentos necesarios y, claro, con la opción de observarlos más rápido. Lo mismo sucedía con películas. A esto hay que sumar una realidad en la que TikTok tiene mucho que decir: nos estamos volviendo una sociedad con menor capacidad de atención. 

Gloria Mark, psicóloga y académica de la Universidad de California, Irvine, dedicada al estudio de la relación de las personas con la tecnología, manifiesta que “en 2004, la capacidad de atención media ante cualquier pantalla era de dos minutos y medio en promedio. Con el paso de los años, se fue acortando. Así que, alrededor de 2012, era de 75 segundos (…) Y luego, en los últimos cinco o seis años, la media era de unos 47 segundos, y otros han replicado este resultado con una diferencia de pocos segundos”. 

“El umbral de atención es muy bajo”, dice Pablo Mogrovejo, cineasta y director de la carrera de Cine de la Universidad de Las Américas. Él es de quienes sostiene que las películas deben verse en salas —“Es distinto ver un largometraje en el cine que en el celular, porque es distinto ver una pieza que cuenta con un lenguaje audiovisual o una pieza que se cuenta con un lenguaje cinematográfico”, dice— y también cree que el smartphone puede ser un distractor, pero eso no significa que rechace el panorama actual. En realidad, se trata de una oportunidad.

El cine, lo audiovisual, han vivido muchos cambios, explica Mogrovejo. Desde la aparición del sonido, del color, de formatos más grandes hasta la llegada de la televisión, han existido instantes en los que se han requerido aproximaciones distintas y novedosas. “He visto películas de gente que, por ejemplo, no necesariamente viene del mundo de las redes sociales, pero sí de la publicidad y son personas que han trabajado muchísimo tiempo haciendo muy buenos comerciales. Pueden hacer historias de 30 y 50 segundos, sin embargo, ¿qué pasa cuando quieren contar una historia de más de 10 minutos? No han podido”, dice Mogrovejo.

Su cuestionamiento pasa por entender que estos cambios se deben enfrentar con creatividad. Un ejemplo que da el cineasta es el del director inglés Alfred Hitchcock, quien, con una carrera establecida en el cine, con más de 50 años, decidió saltar a la televisión y lo hizo con éxito: “Él se reinventó, así que tampoco es trágico que las cosas cambien, es parte de la evolución”.

Esa evolución, en la actualidad, significa hacer historias con otros enfoques, rompiendo patrones estéticos e intelectuales —“hay que volver a utilizar colores, la gente ya no usa colores”, explica la estudiante de cine Martina Aulestia—. Esta es una reinvención que debe suceder a pesar de los algoritmos de redes sociales, que, para Aulestia, hacen que “la gente caiga inconscientemente en patrones repetitivos y es necesario romper con eso”. (I)