Michael Kors
Michael Kors GETTY IMAGES

La ciudad volvió a abrir el calendario de la moda con un ritmo que no concede pausas. Nueva York fue el punto de partida de un maratón que recorrerá las capitales más influyentes del mundo; y que ya dejó su primera huella con colecciones que mezclaron política, cultura y un sinfín de interpretaciones del vestir. Entre propuestas íntimas y espectáculos de gran escala, la pasarela neoyorquina confirmó que la moda sigue siendo el espacio donde todo puede suceder.

El arranque llegó con Brandon Maxwell, que celebró los 10 años de su firma. En su lenguaje, no faltaron las corbatas bolo de cuero en lugar de seda, lentejuelas sobre cuadros y estampados que evocaban la piel de vaca. Una década después, Maxwell sigue construyendo identidad con un equilibrio entre romance rústico y sofisticación urbana.

Monica Feudi/Courtesy of Brandon Maxwell
Monica Feudi/Cortesía de Brandon Maxwell

Nueva York no se concibe sin la presencia de Ralph Lauren, aunque su calendario vaya por fuera de la CFDA. Medio siglo después de fundar su casa, el diseñador continúa mostrando cómo el sportswear estadounidense puede transformarse en lujo absoluto. En esta ocasión, tejidos náuticos elevados con sedas, apliques y montones de plata crearon un guardarropa perfecto para unas vacaciones exclusivas en los Hamptons.

Ralph Lauren Collection
Ralph Lauren Collection / GETTY IMAGES

El intimismo llegó de la mano de Rachel Comey, que convirtió un callejón de Great Jones en pasarela. Allí desfiló ropa hecha para vivir, con capas de tweeds texturizados, sedas metálicas arrugadas y telas innovadoras. Una propuesta que sedujo precisamente por su carácter cotidiano, pero con un aura especial que parecía improvisada y cuidadosamente pensada.

Cortesía de Furkan Temir
Cortesía de Furkan Temir

Más lúdico fue el encuentro entre Rachel Antonoff y Susan Alexandra, quienes unieron fuerzas para un desfile poco convencional: un dog show. Vestidos sencillos de día combinados con bolsos de cuentas en colores crayón, compartieron escena con celebridades como Dylan O’Brien, Edie Falco y Christina Hendricks, cada uno acompañado de un perro de refugio. Moda con propósito y desenfado.

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Rachel Antonoff y Susan Alexandra / GETTY IMAGES

El exceso controlado tuvo nombre propio con Libertine. Cyndi Lauper y Martha Stewart aplaudieron una colección cargada de estampados, linos intervenidos a mano y guiños al siglo XVIII, como sombreros de tres picos adornados con cintas. Una declaración de ligereza en tiempos donde la moda suele tomarse demasiado en serio.

Cortesía de Dan Lecca
Cortesía de Dan Lecca

En contraste, Simkhai encontró inspiración en el surf y la costa californiana. Jeans, camisetas y vestidos estivales adquirieron un carácter sofisticado en denim crudo, cuero desgastado y encaje de caviar. Junto a esas piezas diarias, emergieron vestidos de noche que parecían salidos del mar, con flecos de cuentas, sedas brillantes y reflejos nacarados.

Cortesía de Davit Giorgadze
Cortesía de Davit Giorgadze

Michael Kors volvió a probar por qué es uno de los nombres más comerciales y consistentes de la moda estadounidense. En tonos desérticos presentó túnicas amplias, gamuzas perforadas y cueros que respiraban comodidad. Una colección pensada para llevar, con glamur relajado y una elegancia terrenal que seguramente conquistará vitrinas la próxima temporada.

Michael Kors
Michael Kors / GETTY IMAGES

Y la propuesta de Collina Strada osciló entre lo poético y lo inquietante. Modelos con vestidos de volantes eran seguidas por sombras negras que replicaban sus siluetas. Hubo mangas abullonadas, accesorios brillantes y peinados escultóricos, pero también un mensaje que dejó al público con algo más que inspiración estética: un eco emocional difícil de ignorar.

Collina Strada
Collina Strada / GETTY IMAGES

Nueva York volvió a recordar que la moda no es solo ropa, sino un relato vivo que se reescribe con cada desfile. (I)